Hace 75 años falleció el segundo presidente checoslovaco Edvard Beneš
A lo mejor ningún otro político checo del siglo XX había sido expuesto a cambios históricos tan bruscos y a situaciones tan estresantes como Edvard Beneš. Falleció el 3 de septiembre de 1948 en su villa en Sezimovo Ústí.
En 1918 ayudó a la fundación de la nueva República Checoslovaca. El 28 de octubre de 1918 Beneš, como representante de la resistencia en el extranjero, mantuvo deliberaciones en Ginebra con políticos llegados directamente del país sobre el futuro del nuevo Estado, y con el acuerdo de ellos, fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores.
Edvard Beneš estuvo presente también en el surgimiento de la Sociedad de las Naciones y, en tanto que su vicepresidente (1920), miembro de su Consejo (1923-27) y del Consejo de Seguridad y su presidente (1935), impulsaba una política de seguridad colectiva. Con Francia, la potencia europea, firmó un acuerdo de alianza (1924), y con anterioridad, entre 1920 y 1922, mediante acuerdos con Yugoslavia y Rumania, fue formando el sistema de defensa de la llamada Pequeña Entente. Fue un participante respetado de importantes conferencias internacionales y tenía amplios conocimientos de política internacional, así como muchos contactos. Se especializaba en política exterior, pero desempeñó también un papel significativo en la política nacional.
Entre 1919 y 1926 y luego entre 1929 y 1935 Beneš fue diputado de la Asamblea Nacional y entre 1921 y 1922 primer ministro checoslovaco. Después de la dimisión del presidente Tomáš Garrigue Masaryk, Beneš fue electo a ese cargo el 18 de diciembre de 1935. Ocupando ese puesto tuvo que enfrentar muchos cambios históricos entre 1938 y 1948. Sus actividades y decisiones de ese periodo es lo que los historiadores le reprochan hasta el presente y el rol de Edvard Beneš en la historia de Checoslovaquia sigue siendo un capítulo abierto.
En 1938 Checoslovaquia se vio afectada por el Pacto de Múnich, firmado por Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia, con el que el país perdía las zonas fronterizas pobladas sobre todo por alemanes, teniendo que entregarlas a la Alemania nazi, y el Ejército movilizado tuvo que retirarse de sus posiciones, sin poder enfrentarse al enemigo. Para Beneš, al igual que para los demás ciudadanos checoslovacos, Múnich significó un trauma y Beneš se esforzó mucho por remediar sus impactos. Por ello comenzó a estudiar intensamente el tema de los alemanes en Bohemia y, al acabar la guerra, con sus Decretos que permitían la confiscación de inmuebles de los alemanes sudetes y de los que habían colaborado con los nazis, trató de materializar su intención de unir la revolución nacional con la económica.
El 28 de octubre de 1945 Beneš fue confirmado por la Asamblea Nacional en el cargo presidencial. Pero confiaba demasiado en que Checoslovaquia podía convertirse en un tal ‘puente’ entre la Unión Soviética y las democracias occidentales y ayudar así a la estabilidad en Europa. Su fe en la democratización de la Unión Soviética y el Partido Comunista de Checoslovaquia fue refutada en febrero de 1948 con el golpe de Estado comunista. Seis meses después de los terribles sucesos de febrero de 1948 Beneš falleció. Su muerte no fue casual, estaba muy enfermo y precisamente su enfermedad vascular junto con el cinismo y el comportamiento grosero del líder comunista Klement Gottwald que tuvo que enfrentar, tuvieron como resultado el fallecimiento del cofundador del Estado Checoslovaco independiente.