16) Bohumil Hrabal, la perla más valiosa de la literatura checa
Bohumil Hrabal es uno de los autores imprescindibles de la literatura checa. La aparición de su primer libro en 1963 significó una verdadera revolución literaria que, a pesar de las prohibiciones que sufrió a la hora de publicar, se mantiene intacta al día de hoy.
Bohumil Hrabal, uno de los escritores más importantes y singulares de la literatura checa, nació el 28 de marzo de 1914 en Brno y, a los cinco años, su familia se mudó a Nymburk. En esa ciudad de Bohemia Central terminó la escuela secundaria y empezó a entrar en contacto con un mundo que le daría mucha inspiración, ya que su padre administraba una cervecería. En sus obras hay rasgos de corrientes tan diversas como el surrealismo y el naturalismo, y también una importante influencia de algunos de los escritores más destacados del siglo XX: James Joyce, Dylan Thomas y Jack Kerouac. Por ejemplo en el ritmo tan particular de sus frases, en el método asociativo de su escritura y en la narración típica del flujo de conciencia de sus personajes.
“En el año 1963 publicó su primer libro y para los lectores la aparición de Hrabal fue como un milagro porque llegó con una mirada completamente nueva”.
Entre 1935 y 1939 estudió Derecho en Praga aunque debido al cierre de las universidades recién obtuvo el diploma en 1946. Durante la ocupación nazi fue notario público, agente de seguros, viajante de comercio, empleado ferroviario, obrero siderúrgico y, a partir de 1954, trabajó como embalador de papel. Ya con cuarenta años, a partir de la década de los 60, pudo dedicarse a la literatura. Y, tal como explica el editor y crítico literario checo Zdenko Pavelka, su irrupción fue un verdadero acontecimiento.
“En el año 1963 publicó su primer libro y para los lectores la aparición de Hrabal fue como un milagro porque llegó con una mirada completamente nueva ya que la década del 50 se había caracterizado por un tipo de literatura muy esquemática propia del socialismo”.
En ese libro de cuentos, La perla del fondo, y los demás relatos de su primera época creativa, Hrabal retoma la tradición de la prosa coloquial, un poco en la línea de Jaroslav Hašek. Aunque, en realidad, esa combinación formidable de imaginación y documento, de grotesco y emoción, de fealdad y belleza la mantendría a lo largo de toda su obra.
Esos relatos que encuentran perlas en el fondo de la sociedad están dedicados, sobre todo, a las personas que viven casi al margen: vagabundos, gitanos, cerveceros y bohemios sin rumbo. Los textos reúnen descripciones muy precisas pero también juegos verbales, asociaciones inesperadas y un lirismo poco común. En definitiva, se trata de una serie de relatos que entienden la vida como una enorme aventura plagada de encuentros y coincidencias, además de ofrecer un testimonio muy atractivo de la vida en las tabernas.
“Hrabal decía que copiaba la realidad, escuchaba lo que la gente decía, y luego se acordaba de todo, tenía un enorme talento para eso, y luego mezclaba todo ese material y lo convertía en una nueva realidad”.
“Aunque Hrabal puede escribir también alta literatura, él viene de la taberna, Hrabal es la cerveza”.
Por supuesto, había una correspondencia muy interesante y sutil entre eso que él inventaba y su material de escucha. Y eso fue precisamente lo que, según Pavelka, atrajo enormemente a Kundera quien, además de haber nacido en la misma ciudad, consideraba a Hrabal el escritor checo más importante de la segunda mitad del siglo XX, y le tenía un enorme respeto más allá de que, según Pavelka, sus estilos literarios son casi opuestos.
“Aunque Hrabal puede escribir también alta literatura, él viene de la taberna: Hrabal es la cerveza, mientras que Kundera proviene más bien de la cafetería: Kundera es el vino, el café y lo mental; mientras que Hrabal trabaja mucho más con los sentimientos y las emociones”.
Luego vendrían otras obras muy importantes, como Clases de baile para mayores, donde se nota el uso del montaje que Hrabal toma de la cinematografía moderna, especialmente del nuevo cine checo de Forman, y Trenes rigurosamente vigilados, tal vez su obra más realista, que muestra los tormentos personales pero también históricos de un joven empleado ferroviario bajo el prisma del siempre imperdible humor checo. El segundo período creativo de Hrabal transcurre entre 1970 y 1976 y, durante esos años, escribió sus obras más importantes aunque, por decisión del régimen comunista, la mayoría de sus libros solo pudieron ver la luz en ediciones samizdat. No obstante, en ese período Hrabal escribiría algunas de sus obras más importantes como es el caso de Yo serví al rey de Inglaterra, que también tuvo varias versiones en samizdat y hasta se publicó en Toronto gracias al escritor Škvorecký mucho antes de aparecer en Checoslovaquia en 1989.
“Hrabal representa la elaboración de obras literarias de alta calidad a través de varios niveles: en primer lugar el tema, en segundo lugar el estilo de la lengua y, por último, el punto de vista”.
En sus libros Hrabal puede abordar temas tan diversos como la vida bohemia y artística en los márgenes de una ciudad como Praga o las experiencias de los niños ante la ocupación nazi. En cuanto al lenguaje Pavelka asegura que es rico, poético, y suele tener muchos neologismos, pero a la vez usa oraciones muy largas, al mejor estilo Joyce.
La perspectiva o punto de vista tan particular de Hrabal se advierte muy bien en Una soledad demasiado ruidosa. Según Pavelka, algunos escritores pueden hablar de filosofía y de otros temas muy mundanos y hasta escatológicos, pero Hrabal es uno de los pocos capaces de hablar absolutamente de todo al mismo tiempo. Y esa síntesis tan particular aparece también a nivel léxico en la repetición de palabras simbólicas, exageraciones y giros que, de la mano de su protagonista, pasean al lector por un dinámico y fluctuante viaje al corazón del siglo XX. Claro que en la historia de ese embalador de papel que, en medio de su monólogo, advierte cómo los tiempos están cambiando, hay algo muy autobiográfico.
“Una soledad demasiado ruidosa habla de dos grandes temas: uno es la vida de un hombre que vive en un sótano y salva algunos libros de la destrucción y, aunque no tiene demasiada educación, los lee y los entiende. Pero además el libro habla del universo en su conjunto, del cosmos. ¿Quiénes somos los humanos? ¿Qué está pasando con nosotros? Todo eso que quizás no se dice directamente pero se piensa a medida que leemos el libro es, quizás, lo más importante”.
Además de ser una de sus mejores obras, Una soledad demasiado ruidosa fue también el libro favorito de su autor. Terminó de escribirlo en 1976 pero se publicó en forma completa recién en 1989, aunque también en este caso existieron versiones previas en samizdat.
Pavelka asegura que la influencia de Hrabal logró trascender idiomas y épocas para llegar incluso a nuestros días, algo que puede verse por ejemplo en el escritor contemporáneo checo Emil Hakl. Pero no hay que olvidar que parte de esa enorme popularidad también se la debe al director de cine Jiří Menzel, quien falleció hace apenas unos meses.
“La primera película fue dirigida en conjunto por varios directores que filmaron los primeros relatos de Hrabal y se llamó, citando el propio título del libro, Perlas en el fondo. La dirigieron el propio Menzel, Věra Chytilová, Evald Schorm, Jan Němec y Jaromil Jireš, esos cinco directores. La película es muy buena pero luego Menzel adapta Trenes rigurosamente vigilados y entonces descubre que Hrabal es un autor excelente para filmar”.
Esa película ganaría nada menos que el Oscar a mejor film extranjero en 1967, entre muchas otras distinciones. Luego llegarían Alondras en un hilo (1969), Tijeretazos (1981, basada en un libro muy emotivo de Hrabal sobre la juventud de su padre), Mi dulce pueblecito (1985) y, ya en el año 2006, la adaptación de Yo serví al rey de Inglaterra.
Curiosamente, Menzel no filmó Una soledad demasiado ruidosa, según el propio Pavelka, por cuestiones económicas y porque nunca se sintió del todo preparado para hacerlo. Pero, además, porque en el medio adquirió los derechos Věra Caïs, una checa exiliada en Francia que se enamoró de la novela y decidió filmarla. Lo cierto es que esa curiosa película estrenada en 1994, y en la que aparece el propio Zdenko Pavelka y también Jiří Menzel, contó con la actuación estelar del francés Philippe Noiret que, por supuesto, encarna al protagonista quien, al final de la novela, se quitaba la vida.
Y a propósito de eso, Zdenko Pavelka afirma que ya no quedan dudas de que Hrabal decidió suicidarse. Lo que sucedió es que, con el objetivo de salvar al hospital de eventuales acusaciones, uno de los médicos trató de instalar la versión de que Hrabal había caído por accidente de la habitación en la que estaba internado.