Publicada en 1999, Las siete iglesias de Miloš Urban significó una verdadera sorpresa dentro de las letras checas, a tal punto que no tardó mucho tiempo en traducirse a varios idiomas. Además de su trama potente vinculada con la historia, se trata de una de esas novelas que logran retratar en sus páginas una ciudad tan extraordinaria como Praga.
El primer libro de Miloš Urban -nacido en Sokolov, Bohemia del Norte, en 1967-, se llama, curiosamente, El punto final de los manuscritos y salió en 1998. Pero al año siguiente, justo antes de que concluyera el milenio anterior, apareció una novela en la que Urban lograría imprimir toda la fuerza y novedad de su propia voz: Las siete iglesias, un policial con aires góticos que tiene como escenario seis templos que aún se mantienen en pie y una capilla que no existe hace ya muchos años.
En torno a la Ciudad Nueva de Praga una serie de crímenes parecen tener como único elemento en común una fuerte actitud de rechazo hacia esas obras arquitectónicas modernas que osan eclipsar la inconmensurable belleza de aquellos sitios sagrados.
Pero para Kepa Uharte, quien tradujo alrededor de cuarenta libros y, entre ellos, seis novelas de este autor, en el caso de Miloš Urban hay un asunto aparentemente secundario que, sin embargo, recorre toda su obra.
“Lo que tiene Miloš Urban que ha atraído a mucha gente, aparte de una gran libertad creativa y su esfuerzo en alcanzar gran calidad literaria, para mí es su capacidad de criticar la sociedad, de ser crítico con las modas, con las ideologías, y esto queda siempre a un segundo nivel respecto a su temática gore y sin embargo siempre está esa lectura, lo que yo creo que atrae a la gente”.
Uharte agrega que Urban es especialista en poner el dedo en la llaga y en toda su obra hay un sarcasmo capaz de poner en tela de juicio cualquier idea, cualquier apriorismo. En Las siete iglesias esa condición proviene de sus personajes: desde el enigmático conde Matyáš Gmünd y Roseta, una mujer fatal que además trabaja para la ley, hasta su protagonista Květoslav, un policía mediocre pero apasionado por la historia a quien lo avergüenza su nombre (cuya traducción sería Florián) y, por lo tanto, se presenta simplemente como K.
Lo gótico del libro también atañe a la influencia de algunas novelas de horror inglesas como, por ejemplo, El castillo de Otranto de Horace Walpole. Pero aun teniendo en cuenta que Miloš Urban vivió parte de su infancia en Inglaterra, entre 1975 y 1979, para Uharte esa influencia no se ve tanto en el plano de la lengua, ya que es un escritor muy consciente de su condición de checo que parece llevar al extremo los recursos de ese idioma.
“Hay una lucha con el idioma para expresar todo lo que él necesita expresar de todas las maneras, de todos los puntos de vista, y en este sentido es una lectura que a menudo requiere frenar para saber lo que te está diciendo y tiene que ver con este deseo de estirar la lengua en todas sus posibilidades”.
Concretamente el efecto que genera esa búsqueda incansable de Urban es, según Uharte, hacer dudar al lector de su propia percepción respecto a lo que en verdad pasa, como si a menudo tuviera la sensación de que se ha perdido algo cuando en realidad es la propia escritura de Urban la que deja cabos sueltos que luego recupera y cambia constantemente puntos de vista y personajes, a tal punto que por momentos no se sabe a ciencia cierta quién está narrando.
Uharte asegura que cuando tradujo Las siete iglesias puso especial atención en que en el propio texto pudiera advertirse esa lucha que Miloš Urban emprende con el idioma, como si estuviera todo el tiempo haciendo malabarismos.
“Él no te avisa de que va a cambiar, de que habla desde otro punto de vista, que habla desde otra realidad o habla influido por alguna sustancia, y entonces se produce esta irrupción de otro mundo en el que como lector te tienes que dejar llevar”.
Cuando habla de la irrupción de otro mundo, Uharte se refiere a la capacidad del protagonista de este libro de poder observar el pasado. En efecto, la mezcla de esos dos planos de la realidad parece tener algo en común con otro de los libros checos que forman parte de esta serie de recomendaciones: La otra ciudad de Michal Ajvaz.
“En este sentido sí, La otra ciudad es una obra complicadísima, y te quedas preguntándote qué está pasando, si esto es verdad, no es verdad, tampoco sabes muy bien, desde dónde me está hablando, por qué, y sí, creo que se puede hacer esta lectura fácilmente aunque La otra ciudad lo lleva más allá todavía porque toda la novela está en esta especie de mundo onírico”.
La diferencia más importante que encuentra Uharte es que la de Miloš Urban es una Praga real aunque ofrece, al mismo tiempo, unas gafas o tamiz fantástico. Pero aun así nunca deja de ser la ciudad verdadera con edificios, monumentos y calles que se pueden ver y tocar. De hecho, Uharte revela que en la época en que tradujo esta novela no existía tanta tecnología como hoy y, por lo tanto, recorrió varias veces las zonas mencionadas en el libro para comparar lo que había escrito con lo que veía. En definitiva, un tipo de traducción muy distinta de las de hoy.
“Hace quince años internet no estaba para nada tan desarrollada como ahora o sea que de hecho no fue solo bonito hacer este paseo por Praga, que es una maravilla de ciudad, sino que era casi inevitable, porque en internet no podías encontrar nada, entonces tenías que salir a buscarlo, tanto en diccionarios como en edificios. Era un tipo de traducción que se metía en todas las partes de tu vida”.
A todos aquellos lectores en español que aún no hayan leído a Miloš Urban, Uharte recomienda empezar por su última novela, que ya está por salir también en español: El banquete fúnebre, que ya no transcurre en Praga sino en otra famosa ciudad checa donde Urban vivió parte de su juventud.
“Viene a ser el estilo de Urban, literatura gore, asesinatos y así, solo que esto no sucede en Praga sino en Karlovy Vary y vuelve a ser Urban, es una Karlovy Vary real pero a la vez onírica, donde corren sustancias incomprensibles y, a la vez, es una guía turística de Karlovy Vary pero también una crítica destructiva contra el turismo”.
En otras palabras, Kepa Uharte considera que la traducción al español de esta novela puede generar algo parecido a lo que ocurrió con Las siete iglesias y La sombra de la catedral. Es que, según Uharte, las primeras traducciones de Urban al español generaron mucha expectativa y, desde entonces, el autor checo cuenta con un grupo de hispanos que, a propósito de iglesias, no parecen simples lectores sino más bien fieles.