Antonín Dvořák y la sinfonía perdida

Antonín Dvořák

Antonín Dvořák nació hace 180 años en la aldea de Nelahozeves, cerca de Praga. Sus obras se pueden escuchar hasta la fecha en todo el mundo. Su Sinfonía Del Nuevo Mundo sonó incluso en la Luna.

El amor hacia los ferrocarriles

Cuando Antonín Dvořák nació, el 8 de septiembre de 1841, su padre trabajaba como carnicero. Se esperaba que su hijo se encargara de mayor de la empresa familiar; esta era la historia que aprendían los niños checos en la escuela durante largos años. Pero al final resultó que el certificado de formación profesional de carnicero fue un plagio con numerosos errores y disparates.

Antonín Dvořák  (1868) | Foto: public domain

La idea de que Antonín Dvořák debía trabajar como carnicero se la inventó alguien y la hizo creer a los demás. Se especulaba también que Dvořák debía trabajar como maquinista porque su casa natal se encontraba apenas a decenas de metros de una pequeña estación de trenes.

El 3 de mayo de 1850, cuando la primera locomotora de vapor pasó por allí de Praga rumbo a Dresde, Antonín tenía nueve años. La máquina le encantó y su amor hacia los ferrocarriles perduró toda la vida. Le fascinaba la perfección de un engranaje tan complicado. Más tarde la comparó con la dinámica de una obra sinfónica, como lo demuestran sus palabras citadas con frecuencia: “Todas mis sinfonías las cambiaría por haber inventado la locomotora”.

Dvořák viajaba en tren con frecuencia y con mucho gusto. En las estaciones solía charlar con los maquinistas. Uno de sus rituales matinales incluía un paseo hacia la Estación Central de Praga. Pero, por suerte, al tener 12 años se mudó hacia la cercana aldea de Zlonice, donde desarrolló su talento musical el organista Antonín Liehmann, que enseñó a Dvořák teoría musical y a tocar el violín, el piano y el órgano. Dvořák fue un alumno tan bueno que al tener 16 años partió para Praga para estudiar música en una escuela para organistas.

Un comilón

Antonín Dvořák vivió en Praga durante más de quince años, de hecho, hasta su boda en 1873, en la casa de su tía Josefina Dušková. Su prima Anna Dušková le recordaba con placer tanto como genio musical, como comilón:

“Antonín desayunaba en nuestra casa. Solía comer y cenar en el restaurante U Zpěváčků, cerca del Teatro Nacional. Pero cuando maduraban las ciruelas, siempre le pedía el almuerzo a mi mamá, porque le encantaban los knedlík de frutas. Lo veo como si fuera hoy, como le pone treinta knedlík en el plato y él se las come todas”.

Cuando la familia Dušek se trasladó al apartamento más grande en la parte trasera de la casa, Antonín se instaló en su habitación un piano que pidió prestado. La habitación no era muy grande, enfrente del piano había una mesa y tras ella una cama. Dvořák se ponía a componer muchas veces nada más despertarse.

Las ideas las ensayaba en la cabecera de cama. Al escribir en la mesa, agarraba la pluma entre los dientes y con los dedos tocaba la mesa. Recién después se sentaba al piano para tocar y cantar la melodía en voz baja. Anna Dušková lo vio así muchas veces: “Me miraba directo a los ojos, silbaba la melodía y seguramente ni siquiera se enteraba de que yo estaba allí”, recordaba más tarde.

La sinfonía perdida

Antonín Dvořák compuso su primera sinfonía, de cuatro movimientos, a principios de 1865. Sin embargo, jamás la vio puesta en escena. La sinfonía, conocida bajo el nombre de Las campanas de Zlonice, se estrenó el 4 de octubre de 1936 en Brno, unos 32 años después de la muerte del autor. Dicen que Dvořák la compuso para un concurso musical efectuado en Sajonia. Pero tras enviarla allí, la partitura desapareció.

El compositor hasta su muerte tomó su primera obra orquestal por perdida. Pero tras muchos años la sinfonía apareció en la herencia de un profesor de la Universidad Carolina de Praga que la había comprado en Leipzig siendo estudiante. Jamás había mencionado este destacado manuscrito. Fue en el año 1920, cuando su hijo heredó este documento y pudo ser verificada la autenticidad de esta sinfonía.

La primera sinfonía de Dvořák luego fue interpretada en público varias veces, pero la primera grabación completa la realizó la Orquesta Sinfónica de Londres en 1966.

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