Al Este de Bohemia

Panorámica sakura en Shibuya, foto: Juan Pablo Bertazza
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Me despertaré en Shibuya es una exitosa historia sobre la fascinación de una joven checa por la ciudad de Tokio, premiada y traducida a varios idiomas, incluido el español. En esta entrevista desde Japón, donde vive hace cuatro años, su autora Anna Cima nos revela algunos secretos con los que, tranquilamente, podría escribir varios libros más.

Bienvenidos a Shibuya,  foto: Juan Pablo Bertazza

Entre Praga y Tokio hay más de nueve mil kilómetros, pero tal vez mucha más distancia en otros aspectos más allá de lo geográfico. Sin embargo, también es cierto que entre ambas ciudades existe un puente cultural muy importante, tal como demuestra el caso de la joven escritora checa Anna Cima. Su primera novela Me despertaré en Shibuya, disponible en español por la editorial Nórdica, cuenta la historia de Jana, una joven que se enamora a tal punto de Tokio que decide aprender el idioma japonés y no descansa hasta lograrlo. Hasta ahí, un caso muy similar al de la propia autora del libro, tal como ella misma nos cuenta desde Tokio.

“Empecé a interesarme en este país desde que tenía 13 años, era muy chica. Empecé con las películas de Akira Kurosawa, después descubrí el animé, el manga y libros, por supuesto, traducidos al checo. Y descubrí a Murakami y muchos otros y fue como un nuevo mundo para mí, algo muy inspirador. Entonces quise ir a Japón para aprender el idioma de muy joven y a los diecisiete tuve la posibilidad de venir a Tokio un mes con mis amigos y luego, al regresar a Chequia, me puse a estudiar japonés en la Universidad”.

Anna Cima,  foto: Centro Checo en Tokio

Anna Cima resume lo que le pasaba en esos momentos al decir que involucrarse en el universo japonés se fue convirtiendo en su único deseo. Y cuando estaba por terminar los estudios de japonés, se le ocurrió la idea de poner por escrito esa fascinación en una novela que se terminó llamando Me despertaré en Shibuya. En la actualidad Cima está instalada en Tokio, donde vive hace cuatro años, pero hace mucho tiempo es consciente de que no es la única persona checa en experimentar algo semejante.

“Cuando quise ingresar a la Universidad de Praga había como 350 candidatos para estudiar japonés y solo aceptaron a 22 personas, me acuerdo que me sorprendió mucho que fuera algo tan popular, especialmente entre la gente joven. Creo que lo japonés tuvo dos accesos en República Checa: uno a través de su cultura popular, películas y cómics y la otra a través de su arte tradicional: la ceremonia del té y la caligrafía también. La gente interesada en Japón intenta hacer muchas cosas y hay algo muy estético en todo eso”.

Sakura en Shibuya,  foto: Juan Pablo Bertazza

En la novela de Anna Cima hay reflexiones interesantes sobre algunos aspectos de la sociedad japonesa que pueden llamar la atención en el mundo occidental: “Diría que todos llevan algún animalito colgado en las llaves, en el móvil, en la mochila o en la cremallera de la chaqueta. Como si todos, por dentro, siguieran siendo niños. Como si los japoneses no pudieran crecer o temieran hacerlo”. Aunque el libro tiene varias líneas narrativas está estructurado, principalmente, en torno a las experiencias que vive su protagonista alrededor de Shibuya, un barrio muy importante de Tokio que, entre otras cosas, cuenta con el cruce peatonal más transitado del mundo.

“Tomé Shibuya como un escenario principal de la parte del libro que transcurre en Japón y eso fue porque la primera vez que vine estuve mucho tiempo en Shibuya: vivíamos muy cerca en un departamento que habían conseguido mis amigos gratis, lo cual fue un milagro porque, de lo contrario, no habría podido venir. No teníamos mucho dinero y cada mañana nos levantábamos, íbamos a Shibuya a ver pasar la gente como si fuera un gran observatorio y eso nos parecía algo asombroso, por eso tengo muchísimas fotos y recuerdos de Shibuya y por eso se convirtió en un lugar muy importante para el libro, porque no fui ni necesitaba, por ese entonces, ir más allá de Shibuya”.

Homenaje al perro de Shibuya,  foto: Juan Pablo Bertazza

Cima aclara que cuando empezó a vivir en Tokio entendió que la ciudad era mucho más grande y tenía lugares muy distintos como Kōenji, actualmente uno de sus distritos favoritos de Tokio porque, en su opinión, mantiene algo de pequeña ciudad dentro de una ciudad tan grande. De hecho, tiene un bar al que va siempre y en el que le suelen preguntar por su libro. Pero, al mismo tiempo, le parece justo que su primera novela refleje ese universo concentrado de Shibuya que, al principio, era lo que mejor conocía. También explica que todos los libros sobre Japón que había leído tampoco eran el país real sino un producto de la imaginación de autores japoneses.

Y aunque Me despertaré en Shibuya es lo que se diría una novela autobiográfica, Cima revela que, a medida que pasa el tiempo, nota cada vez más diferencias entre ella y la protagonista.

Transporte público en Tokio,  foto: Juan Pablo Bertazza

“Empecé a escribir el libro cuando tenía 22 años en un período de tres o cuatro años y luego pasaron tres años más hasta que fue publicado. Es decir, que desde que lo empecé hasta que salió pasaron siete años y creo que me sentía más cercana a Jana cuando tenía 22 años y ahora siento que soy una persona completamente distinta. Incluso puedo decir que encuentro cosas de ella que me molestan: es muy orgullosa y solo quiere ser exitosa y ahora eso me parece un poco exagerado, pero parte del encanto del libro es que ya no lo puedo cambiar”.

Cima asegura que el éxito del libro la sorprendió, sobre todo que fuera traducido a tantos idiomas. También fue toda una experiencia para ella vivir semejante éxito desde Japón, a tal punto que el premio Magnesia Litera lo tuvo que ir a recibir su hermana. En algún punto, fue una forma de ir preparándose para esa distancia que se volvió moneda frecuente con la pandemia. En relación a eso, afirma que las medidas que tomaron en Japón fueron muy distintas de las que se aplicaron, por ejemplo, en Chequia.

'Me despertaré en Shibuya',  foto: repro Anna Cima,  Probudím se na Šibuji / Paseka

“Porque el gobierno japonés no puede decir que se cierren los negocios, no existe esa posibilidad como sí sucede en Chequia. Por otro lado, las restricciones no fueron tan serias. Incluso ahora que la situación es un poco más alarmante, no se aplican medidas tan estrictas como en Chequia. Por otro lado, se sabe que los japoneses están muy acostumbrados a usar mascarillas”.

'Me despertaré en Shibuya',  foto: repro Anna Cima,  Probudím se na Šibuji / Paseka

Recuerda Cima que, mucho antes de la pandemia, la mascarilla se usaba en forma habitual para no expandir cualquier gripe común. Por lo tanto, bastó que el gobierno japonés sugiriera su uso para que todo el mundo se lo tomara muy en serio sin necesidad de imponer una obligación explícita.
En todo caso, lamenta Cima que con la actual pandemia probablemente no pueda hacer presentaciones convencionales cuando, en unas semanas, salga la traducción de su novela al japonés, algo que viene esperando desde hace mucho tiempo. En cuanto a su integración en una cultura tan distinta, Cima agradece los excelentes consejos de sus profesores porque entiende que, gracias a ellos, logró conocer muy bien la sociedad japonesa incluso antes de viajar a Japón.

“Los problemas más típicos que podría haber tenido los conocía de antemano y estaba preparada para afrontarlos, es decir, que no sentí un shock cultural en el sentido de que sintiera la necesidad de salir corriendo. Pero lo que sí me sorprendió es lo difícil que resulta encontrar departamento en Tokio: no se usan contactos ni avisos, sino que es necesario ir a una compañía, dejar todos los datos y encontrar un garante que pueda responder por cualquier problema y recién ahí empieza la búsqueda”.

Portada libro Me despertaré en Shibuya de Anna Cima,  foto: gentileza del Editorial Nordica

De todas formas, asegura que cuando se quiere algo y se tiene voluntad para conseguirlo siempre se termina encontrando la manera. Y si bien su vida en Chequia era muy feliz y siempre tuvo un vínculo familiar muy bueno, cuenta que fue más fuerte la necesidad de buscar un rumbo distinto. Algo que, en su opinión, fantasean casi todos los adolescentes. Solo que ella fue hasta el extremo y, en la actualidad, vivir en un sitio tan lejano le brinda una sensación de aventura permanente. Pero también le permite entender lo mejor y lo peor de su propio país.

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