Todo sobre mi madre
Luego de realizar una gira literaria por Chile y Argentina, la escritora y traductora Monika Zgustová estuvo en Praga presentando Nos veíamos mejor en la oscuridad, una novela con tintes autobiográficos que aborda, de un modo luminoso, el tema del exilio y, sobre todo, la conflictiva relación de una hija con su madre.
Cuando Monika Zgustová dice que, junto a su hermano, tuvieron que aprender a hablar inglés a los golpes, no está usando ningún adorno literario. En Estados Unidos, sus compañeros de escuela les pegaban solo por no hablar su idioma y, según cuenta, no eran los únicos. Los comienzos del exilio significaron, en todo caso, una enorme incomprensión que hacía tambalear incluso las más arraigadas creencias familiares, como por ejemplo la convicción de que su padre sabía inglés solo porque era capaz de leerlo, sin sospechar que poder usarlo en el día a día era algo muy distinto.
“Estás en una zona como fuera de confort totalmente, estás como que no entiendes nada y esto es muy duro porque incluso mis padres tenían ataques de nervios y les cambiaba la psique. Los hijos también lo sufríamos muchísimo y lo que queríamos era volver al país, pero esto creaba más inseguridad en mis padres, y también el problema que nos pasó a los hijos es que alguien había tomado la decisión por nosotros, no éramos responsables de nuestras propias decisiones”.
En ese sentido, Zgustová marca una diferencia radical entre ese exilio heredado y el que ella decidiría más adelante al mudarse a Barcelona, ciudad en la que vive actualmente. Sin embargo, haberlo decidido no implicaba que fuera menos complejo: incluso considera que, desde el punto de vista material, fue probablemente más duro porque, a veces, no tenía para comer, y sus amigos la alojaban un tiempo en su casa mientras ella buscaba desesperadamente trabajo. Esa experiencia del desarraigo es, en definitiva, uno de los grandes temas que aborda de un modo tan luminoso como descarnado en su flamante novela Nos veíamos mejor en la oscuridad, que salió tanto en español como en checo y ahora acaba de presentar en Praga.
“Para mí esta es una novela experimental para mí misma en el sentido de que escribí lo que viví y salió una especie de ‘road novel’, lo único que el camino es el avión”.
“Era muy importante para mí decirlo de una manera absolutamente realista y verdadera porque necesitaba decirme la verdad sobre algunas de las cosas a mí misma. A ver qué surge y qué hago con todo este material. Para mí esta es una novela experimental para mí misma en el sentido de que escribí lo que viví y salió una novela, una especie de ‘road novel’, lo único que el camino es el avión”.
De hecho, una parte considerable de la novela transcurre en el escenario siempre atractivo del avión, en el contexto de un largo vuelo que hace Milena, la protagonista, para visitar a su madre hospitalizada. Un tipo de viaje que, tal como explica la autora, agudiza al máximo los sentidos, al menos en comparación con lo que puede suceder en el contexto de unas simples vacaciones.
Es decir que, además del exilio, el otro gran tópico de esta novela es la conflictiva relación entre madre e hija, un tema que podría llegar a resultar muy duro, pero que Zgustová aborda de un modo poético y, por momentos, incluso con humor.
“Yo pensaba que a lo mejor habría gente descontenta al ver que esos temas graves se tratan con alegría, luminosidad, un cierto sentido del humor, hasta felicidad, pero no ha pasado, nadie se ha quejado. Todo esto me salió tal cual, y tal como dicen varias personas, como Chéjov, el arte no miente, el arte siempre expresa la verdad”.
Y al parecer Chéjov no se equivocaba: Zgustová asegura que, a la par de la evolución de su protagonista, descubrió muchas verdades acerca de ese vínculo, como haberse dado cuenta de que su madre la había querido mucho. Incluso afirma que la escritura de este libro la ayudó a entender que el hecho de que su madre se hubiera vuelto dependiente de su hija no deja de ser hermoso porque significa que la consideraba lo suficientemente responsable para poder depender de ella, y la felicidad que le transmite ese pensamiento le dura hasta el día de hoy.
Comer, rezar, amar
A pesar de que, como en toda invención, en algún punto los personajes difieren de las personas en las que están inspirados, Zgustová no tiene problema en decir que varias de las cosas que se cuentan en la novela le sucedieron a ella, y una de las más llamativas es su fascinación con la cultura de la India, algo que podría llegar a explicar ciertas preferencias de la autora y, por qué no, su visión de la vida.
“En la literatura clásica donde nos hablan de protagonistas femeninas como Madame Bovary o Anna Karenina la verdad es que no sabemos casi nada de sus madres, como si cayeran de la nada, no sabemos cómo se criaron y es algo importantísimo”.
“Yo no sé de qué me viene a mí, pero me gustan los colores vivos y la cultura de la India… No sé si me viene de aquí, nunca lo he pensado, pero la cultura de la India me interesó muchísimo: igual que la protagonista de la novela me puse a estudiar sobre la India, los idiomas sánscrito e hindi, la filosofía, la literatura antigua y moderna de la India en la primera parte de mis estudios universitarios y para mí la India sigue siendo un símbolo de algo bueno que me ha sucedido en mi vida y algo próximo con lo que me gusta relacionarme. Si oigo música india, aunque sea de Bollywood, me pongo contenta”.
Aun cuando resulta imposible no ver los altos índices de pobreza que padecen, Zgustová afirma que le impactó la energía positiva de los indios y su tendencia natural a desplegar una especie de alegría cotidiana por hechos tan mundanos como una comida o una conversación. Agrega que suelen reírse mucho y poseen una vitalidad magnífica que a ella le resulta inspiradora porque está convencida de que, al menos, uno debería esforzarse en tratar de ser feliz. Tanto en la novela como en la propia vida de Zgustová, el viaje a la India fue algo así como la antesala de ese primer exilio que atravesaron en Estados Unidos, en esa época tan traumática en la que, incluso en el núcleo familiar, se reproducían, en cierto punto, algunas prácticas típicas de los totalitarismos, como cuando Jana, la madre de Milena, no solo le espía su diario íntimo sino que encima le reprocha su opinión.
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“Ella tiene dieciséis años y entonces está aprendiendo las cosas que suceden y que su madre le haga esto le parece terrorífico, una invasión de su vida personal total. Pero hablando de la gente aquí en Chequia, la verdad es que me lo han dicho muchas mujeres: que sus madres le han controlado de esta manera y yo creo que sí, que las sociedades que han vivido totalitarismos durante muchos años han hecho suyas algunas de las prácticas y, a veces, sin darse cuenta las reproducen también en la vida personal e íntima, y si esto empieza a suceder resulta peligroso cuando dejas de preguntarte qué es lo que estoy haciendo”.
Traducida a una decena de idiomas incluido ahora el árabe, Zgustová entiende que la literatura debería servir para hablar de lo que no se dijo tanto o, al menos, encontrarle otro punto de vista. Y si bien en la obra de esta escritora que consideran propia tanto los checos como los españoles y los catalanes, hay una continuidad de protagonistas mujeres, Zgustová se dio cuenta de que, a diferencia de lo que sucede con las relaciones de padres e hijos, no hay tantas novelas sobre madres vistas desde la perspectiva de sus hijas.
“En la literatura clásica, donde nos hablan de protagonistas femeninas como Madame Bovary o Ana Karenina, la verdad es que no sabemos mucho, por ejemplo, de sus madres. No sabemos casi nada de sus madres, como si cayeran de la nada, no sabemos cómo se criaron y es algo importantísimo. Por eso yo en esta novela, aparte de la relación madre-hija, también menciono cómo era la madre de la madre”.
El tema le pareció tan atractivo y tenía tanto para decir, que Zgustová anunció, en la presentación realizada en Praga, que ya tiene casi listo un segundo libro que, si bien es independiente, puede leerse como complemento. Aunque todavía no tiene una fecha concreta de publicación, la autora asegura que la siguiente novela tendrá aún más presencia de la madre y resignificará algunas sugerentes escenas de Nos veíamos mejor en la oscuridad, como la de una ardilla que se acerca cada día a la misma hora a la casa familiar en busca de comida, hasta que la madre decide cerrarle la puerta.
Poco antes de su visita a Praga, Zgustová estuvo de gira literaria en dos lugares que hacía mucho tiempo no visitaba: Chile y Argentina, dos países que, a pesar de ser vecinos, le parecieron muy distintos. Del primero le agradó la expectativa que ha despertado su flamante presidente Boric mientras que en Argentina, en cambio, notó un desencanto muy grande por la situación económica, aunque aún en ese contexto, asegura que se quedó deslumbrada por la riqueza de su oferta cultural.
“La cultura que tiene Argentina de teatros con una programación maravillosa, incluso operas barrocas que no he visto en otros teatros de ópera, librerías por todos lados, gente muy culta. Es realmente digno de admiración y no hay muchas culturas mundiales que tengan esto”.
Además de generar mucho interés por su literatura, Monika Zgustová dio varias entrevistas tanto en Chile como en Argentina, donde se la reconoce como una de las grandes traductoras de la literatura checa y, en especial, de Bohumil Hrabal, a quien conoció en persona y fue una especie de maestro. Más allá de las distancias temáticas y temporales, en varios pasajes de esta novela tan certera como poética se advierte la influencia de ese gran autor, a quien le dedicó nada menos que una biografía: ‘Los frutos amargos del jardín de las delicias’.
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