Madrid rinde tributo a Bohumil Hrabal en el centenario de su nacimiento

Bohumil Hrabal, foto: ČT24

El 28 de marzo se cumplieron exactamente 100 años del nacimiento de uno de los más grandes nombres que ha dado la literatura checa al mundo, Bohumil Hrabal. El autor es objeto durante todo este año de numerosos homenajes que se suceden no solo en la República Checa, sino también en ciudades como Madrid, donde el 3 de abril se inaugura una exposición en la Casa del Lector que repasa su vida en imágenes, manuscritos, fotografías de los lugares que frecuentaba en Praga y las películas de sus novelas, con las que el director Jiří Menzel también colaboró a divulgar la personalísima obra Hrabaliana. Para Radio Praga habló la comisaria de la exhibición, la escritora Monika Zgustová, que recordó su amistad con el autor, de quien ha traducido buena parte de su obra al castellano y al catalán.

Bohumil Hrabal,  foto: ČT24
No es preciso ningún aniversario para tener presente en la República Checa al autor de novelas tan evocadoras desde su mismo título como ‘Una soledad demasiado ruidosa’, ‘Yo que he servido al rey de Inglaterra’ o ‘Anuncio una casa donde ya no quiero vivir’. La huella y la particular mirada de Bohumil Hrabal sobre las cosas permanece indeleble en el recuerdo colectivo 17 años después de su muerte.

Pero el centenario del nacimiento del escritor es evidentemente una excusa perfecta para homenajearlo, y conmemorar todo lo que dejó para la literatura checa y mundial, ya que se trata de uno de los autores checos más traducidos, junto a nombres como los de Milan Kundera, Franz Kafka, Karel Čapek o Jaroslav Hašek.

En España, de hacer esas traducciones y presentar al escritor a los lectores de la península ibérica se ocupó la escritora Monika Zgustová, como cuenta ella misma.

“Traduje muchas obras de Hrabal, unas diez o más, al castellano y al catalán. Tras las traducciones me puse a escribir una biografía suya y fue cuando iba a ver a Hrabal muy a menudo. Yo nunca le confesé que estaba escribiendo una biografía suya, pero cuando se la presente, me dijo que lo sospechaba, que pensaba que estaba tramando algo”.

Zgustová es la comisaria de la exposición que se le dedica en la Casa del Lector de Madrid a partir del 3 de abril. La escritora compartió muchos momentos con el autor, recuerda.

Monika Zgustová,  foto: Ministerio del Interior
“Llegué a conocerlo bastante a fondo estando con él a la mesa de las cervecerías, o cuando viajaba, cuando venía a España sobre todo. Yo le acompañaba y le hacía de traductora. Llegué a conocer su manera de ser y la manera cómo creaba. Él por ejemplo podía estar esperando a un periodista y lo veía cómo mientras observaba el bar, el hall del hotel, la cafetería o donde estuviéramos. Observaba como un escritor, transformaba la realidad. Él siempre decía que un escritor si ve un grifo que gotea un poquito, se tiene que imaginar en seguida las cataratas del Niágara”.

La exposición que está a punto de inaugurarse la ha preparado Zgustová junto al Centro Checo de Madrid y la Casa del Lector, el lugar que albergará hasta el 21 de septiembre la muestra en sus envidiables instalaciones en el Matadero de Madrid.

Dividida en varias secciones, la exhibición ocupa cinco puentes que cruzan la nave de la Casa del Lector en lo que realmente era el matadero de la capital española.

Zgustová hace un pequeño resumen de lo que espera tanto al que vea la exposición sin saber nada del escritor checo, como para los que ya conocen bien su obra.

“Habrá una sección que será ‘La Praga de Hrabal’ con fotografías de los lugares que él visitaba, donde vivía, adonde acudía, los bares, las cervecerías… Otra sección serán los carteles de cine de las películas basadas en obras de Hrabal, que serán básicamente películas de Jiří Menzel. También habrá puentes con fotografías de Hrabal desde niño hasta su muerte. Habrá libros suyos, manuscritos, cartas…”.

La máquina de escribir de Bohumil Hrabal,  foto: Filip Jandourek
En la preparación de las fotos de ‘La Praga de Hrabal’ se ha volcado Prague City Tourism, la oficina de turismo de Praga, que ha pasado meses recopilando imágenes antiguas y produciendo otras nuevas.

Las fotos por tanto van desde la Plaza de la Ciudad Vieja y el barrio judío, donde Hrabal se instaló al principio de su estancia a Praga, pero sobre todo el barrio de Libeñ. Si bien esa parte popular de la periferia praguense no parece un lugar para artistas a primera vista, es en el que Hrabal encontró su auténtico hogar y su inspiración.

Los manuscritos y las fotos de toda la vida de Hrabal salen en su mayor parte del Museo Nacional de la Literatura de la República Checa, además del archivo privado de Zgustová. Los carteles artísticos de películas son de la colección de Pavel Rajčan, de la empresa Terry Posters.

Otra parte de la exposición recuerda la relación de Hrabal con España y con el arte español, como veremos más adelante con un testigo de excepción de aquella etapa, como fue Zgustová.

Un escritor distinto, una personalidad única

Bohumil Hrabal nació en Brno el 28 de marzo de 1914, hijo de una mujer soltera. Al parecer nunca conoció a su padre biológico, y sus primeros tres años los pasó en su mayor parte con sus abuelos. Fue en 1917 cuando su madre y su nuevo marido, František Hrabal, se mudaron a Nymburk, una pequeña ciudad a orillas del Elba, que décadas después para muchos estaría asociada precisamente al nombre de Bohumil Hrabal.

Foto: Tomáš Mazal,  Václav Špale
En 1935 se matricula en la Facultad de Derecho de la Universidad Carolina de Praga, pero no terminará sus estudios hasta 1946 debido al cierre de las universidades que impuso la ocupación nazi en el 39.

En esos años, entre otras muchas ocupaciones, trabajó un tiempo en la estación de trenes de Kostomlaty, cerca de Nymburk, experiencia que claramente inspiró la trama de una de sus obras más famosas, ‘Trenes rigurosamente vigilados’.

Años después, a finales de los 50, seguramente experimentaría ‘Una soledad demasiado ruidosa’ prensando papel de reciclaje ya establecido en el barrio de Libeñ.

Los elementos autobiográficos son constantes en la obra de Hrabal, comenta Monika Zgustová.

“Hrabal casi siempre habla de la historia de su país, de cómo eran los tiempos pasados para compararlos con los que corren ahora. Pero sobre todo lo que le interesaba era el hombre, el ser humano, a través de distintas épocas. Hablaba del ser humano como alguien estable, que tiene sus problemas bajo todos los sistemas políticos y que siempre le acompañan. Su literatura es muy autobiográfica, de hecho casi siempre habla de sí mismo, en todos los libros habla de alguna faceta suya. Pero a base de hablar de sí mismo e intentar conocerse a sí mismo, está hablando de todos los hombres”.

Hrabal también trabajó en una fábrica siderúrgica cerca de Kladno, pero un accidente serio puso fin a sus días como operario del acero.

Tras la mencionada etapa prensando papel, que le ocupó buena parte de los 50, Hrabal se empieza a introducir a finales de esa década en el mundo del teatro.

En el teatro de Libeñ S. K. Neumann, hoy teatro Pod Palmovkou, Hrabal empieza de tramoyista. Su participación en tareas cada vez más creativas será muy gradual. Un buen día empieza a aparecer sobre el escenario como figurante.

Él ya escribía por entonces, pero por un lado no buscaba con especial ahínco publicar, y por otro las autoridades comunistas no daban el visto bueno a sus escritos.

‘Trenes rigurosamente vigilados’
Su primer libro iba a aparecer en 1959, pero una semana antes de salir al mercado fue retirado. Tuvo que esperar hasta cuatro años después, cuando por fín, ‘Una perla en el fondo’, se convirtió en realidad.

Hrabal decide entonces dedicarse profesionalmente a la escritura. A su primera publicación, le siguen rápidamente otros títulos como ‘Lecciones de baile para principiantes y avanzados’. Pero sobre todo, ‘Trenes rigurosamente vigilados’, que fue llevada al cine ipso facto por Jiří Menzel, que ya había participado también en un proyecto conjunto con otros cuatro directores de la Nueva Ola checoslovaca para filmar ‘Una perla en el fondo’.

La película ‘Trenes rigurosamente vigilados’, primer largometraje de Menzel, se llevó en 1966 el Oscar a mejor película en habla no inglesa convirtiéndose en una de las sensaciones de la década del cine europeo. El propio Hrabal escribía junto a Menzel el guión de las múltiples adaptaciones que hizo de sus novelas. Con más de 50 años Hrabal había llegado a ser un escritor de éxito, reconocido dentro y fuera de Checoslovaquia.

Hrabal sin embargo tenía una particular manera de entender la vida, y en particular la vida de un escritor, como recuerda Monika Zgustová de sus encuentros en la casa de campo cerca de Nymburk que se compró Hrabal a mediados de los sesenta con su mujer y llenó de gatos, pero de no mucho más, dice su traductora.

Casa de Hrabal,  Kersko | Foto: Miloš Turek,  Radio Prague International
“A veces me encontraba con él en su casa de campo de Kersko, donde vi que realmente vivía como una persona pobre. De hecho, él no era pobre, tenía ingresos de lo que le pagaban básicamente sus editores extranjeros, pero él se había propuesto que un escritor tenía que ser pobre, o humilde, básicamente. La humildad la llevaba a raja tabla. No tenía ni agua corriente ni luz en su casa, ni siquiera calefacción. Tenía algunas estufas, y el agua, tenía que ir a un pozo a buscarla”.

Sin embargo, el momento dulce que como escritor vivía, al igual que para todo el país, se torció con la invasión soviética del 68.

Hrabal fue prohibido y sus libros a partir de entonces se publicaban solo clandestinamente en ediciones ‘samizdat’ de la disidencia. A este periodo pertenecen obras tan importantes como ‘Yo que he servido al rey de Inglaterra’.

‘Alondras en el alambre’, nueva película de Jiří Menzel sobre una novela de Hrabal, producida en su totalidad en 1969, tuvo que esperar al colapso del régimen en 1989 para ver la luz. Entre los escombros del muro de Berlín, la cinta fue entonces galardonada con el Oso de Oro del festival de cine de la capital de la Alemania recién reunificada, en un premio de gran valor simbólico.

Así las cosas de difíciles, Hrabal, que al contrario que otros muchos escritores y artistas, no abandonó el país, en una entrevista concedida en 1975 públicamente se retractó. Con la autocrítica consiguió volver a publicar, pero también se hizo con la antipatía de buena parte de los intelectuales disidentes, que se sintieron traicionados. El poeta Ivan Martin Jirous llegó a quemar en un acto público el Puente de Carlos obras de Hrabal.

Hrabal y España

La azarosa vida de Hrabal dejó huella en su carácter sin duda, recuerda Monika Zgustová, que publicó una biografía sobre el escritor que tituló ‘Los frutos amargos del jardín de las delicias’ (Galaxia Gutemberg).

taberna 'U Zlatého tygra',  foto: Kristýna Maková
“Hrabal era realmente una persona muy especial, que podía estar de muy buen humor y decir muchas cosas interesantes, pero también podía estar realmente de un humor de perros y mandarte a la quinta puñeta. Esto lo pueden decir muchos de sus amigos checos, que también les ha pasado”.

Sabedora de ello, Zgustová preparaba su biografía en secreto. Estaba con Hrabal y de repente se escondía en el baño o disimulaba de cualquier manera para poder anotarse los datos que iban saliendo de la boca del autor sin que él en un principio se imaginara nada.

Sus encuentros, además de en su casa de Kersko, eran sobre todo en los lugares en los que Hrabal se encontraba como en su propia casa: tabernas como U Zlatého tygra, Štupartská, U Zelené žáby... refugios para un escritor a menudo más amante de la compañía de gente de bar que de la de círculos intelectuales.

Según Zgustová, muchos escritores y artistas checos tenían de Hrabal una opinión muy equivocada.

“Hrabal tenía una buena biblioteca, pero sobre todo releía muchísimo. Tenía autores de ensayo, novela, cuentos y poesía. Él lo tenía todo muy subrayado con distintos colores, y me contaba que lo que estaba subrayado con lápiz era de la primera lectura, lo que estaba subrayado con rotulador rojo era la segunda lectura, el amarillo, la tercera. Todo lo tenía muy estudiado. Me di cuenta de que tal y como lo entendían muchos aquí en Chequia, incluso muchos intelectuales, como una persona de taberna, de cervecería, que no conocía mucho, era todo mentira, era solo la imagen que proyectaba de sí mismo. Pero para nada. Era un hombre muy erudito, y a su manera un filósofo, además de poeta, novelista y ensayista”.

La entrada de Hrabal en España no fue fácil. Zgustová llevó las obras de Hrabal en francés a muchos editores españoles en la década de los ochenta, para quienes era un perfecto desconocido.

Bohumil Hrabal,  foto: Enciclopedia de la literatura checa
A todos les gustó, pero por muy divertidas que les parecieran sus novelas, no se atrevían a publicar obras de un autor que no sabían ni cómo pronunciar. Temían un gran fracaso comercial.

Pero la percepción de la literatura checa empezó a cambiar paulatinamente por entonces.

“Primero dieron el premio Nobel a Jaroslav Seifert en los ochenta. Luego Milan Kundera tuvo mucho éxito con ‘La insoportable levedad del ser’, y después, cuando cayó el comunismo, se hizo conocido Václav Havel como una especie héroe. Y a través de todas estas cosas, la cultura checa tenía bastante entrada en España. Así que, entonces sí, distintos editores vinieron a buscarme para ver si podía traducir a Hrabal”.

La crítica española se rindió rápido a este nuevo nombre que entraba en las librerías. El público también, pero nunca llegó a ser un best seller. Sin embargo eran miles de lectores enamorados y fieles a su narrativa.

Algo nada extraño, en opinión de Zgustová.

“Hrabal es un escritor que al principio hace reír, parece de humor y tiene mucha acción. Pero bajo la superficie, tras la primera impresión, es una literatura con muchísima profundidad. O sea que es para todos los públicos. Y también tiene una parte muy poética para los lectores más exigentes”.

Y así comenzaron los viajes de Hrabal a España.

“Era su editorial, que era Destino, la que le invitaba. Su editor le llevaba a distintos sitios que le interesaban, como a Cadaqués, para conocer la casa de Dalí, o al Museo Dalí en Figueras. También estuve con él cuando conoció a Tapies. Hubo una cena en la que Hrabal estaba delante de un cuadro de Tapies y empezó a hablar del cuadro, a decir cosas maravillosas sobre él. Cuando se lo traduje a Tapies me dijo que nunca nadie había hablado mejor de su obra, que nadie la había entendido tan a fondo como este escritor”.

Todos aquellos viajes en los últimos años de vida de Hrabal, eran un soplo de aire fresco para el escritor, cuenta Zgustová.

“Casi todo el mundo tiene problemas en su propio país. En cambio en un país al que va invitado lo tratan a uno muy bien, lo pasas bien. Así que Hrabal iba encantado a España. Había muchísimo interés por parte de la prensa, de sus lectores. Hrabal también disfrutaba en España de poder ver en los museos a sus pintores preferidos, que eran Dalí, Tapies y Miró”.

A veces no se entiende bien a la gente que se tiene muy cerca, le falta la objetividad de alguien que observa desde fuera. Esto dice Zgustová en relación a la tibieza con la que muchos intelectuales praguenses consideraban a Hrabal.

Será esa perspectiva y su ausencia desde el 3 de febrero de 1997 que hoy día la opinión sobre él no tenga nada que ver con la de aquella época. Hrabal enriqueció la cultura y la sociedad checa con su prosa tan poética, su visión tan sagaz y su amor por la sencillez y la honestidad.

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