El escultor Michal Cimala y el boom del arte checo contemporáneo
Inspirado en objetos industriales, la naturaleza camaleónica de David Bowie y hasta el color amarillo, el escultor Michal Cimala acaba de inaugurar una muestra consagratoria de obras que, si bien son recientes, no dejan de insinuar los motivos históricos por los que la escena artística checa viene cobrando tanta importancia en los últimos años, con nombres que van más allá del ya famoso escultor David Černý.
Con fuentes de inspiración tan diversas como la naturaleza siempre camaleónica del gran David Bowie y los objetos industriales, el escultor checo Michal Cimala acaba de inaugurar, en la galería praguense Pellé, una exposición llamada Onda de choque (Tlaková Vlna), cuyo nombre hace referencia a un fenómeno físico que sucede cuando una onda se desplaza a una velocidad mayor a la del sonido, causando así cambios bruscos.
Una retrospectiva de obras actuales
Aunque la mayoría de esas obras son recientes, una parte de la muestra tiene también piezas más antiguas. Sin embargo, teniendo en cuenta que, desde el año 2018, no preparaba una exposición tan importante, él mismo llega a la conclusión de que esta es algo así como una retrospectiva con material nuevo.
"Esta exposición contiene, principalmente, material de los últimos dos años, es decir, desde 2022 hasta 2024. Un piso está dedicada a las pinturas que realizo utilizando plantillas hechas de termoplástico, y cada una es diferente y tiene su propia historia. En el segundo piso están las pinturas negras. Ambas se crearon simultáneamente porque le iba dedicando medio año a una cosa y medio año a la otra. Y arriba, en el ático, hay pinturas de archivo que van de 2003 a 2017, período en el que trabajábamos con los amigos de la galería Trafačka de Vysočany".
Amor amarillo
“El amarillo es un color controvertido porque es positivo y, al mismo tiempo, nos advierte de algún peligro”.
Michal Cimala
Una de las primeras cuestiones confirma esta muestra es la atracción de Cimala por el color amarillo. Uno de sus primeros recuerdos al respecto se remonta a una clase de química en la que quedó impactado con el intenso color amarillo que desprendía el humo luego de un experimento con bromo. Ya en el año 2000 escribió un texto sobre esa fascinación.
"El motivo es la presencia de ese color en la ciudad. Y, por supuesto, en la naturaleza, pero primero me di cuenta de ello en la ciudad, porque, es un color que te advierte sobre algo: que tal vez no deberías entrar en algún lugar, o que hay un escalón, o que algo termina y algo empieza; tiene muchos significados. Las barreras de las zonas de construcción son amarillas y, no sé por qué, pero también lo son las máquinas de construcción".
Como si se tratara de un guiño del destino, el edificio de la galería Pellé donde se expone su obra hasta el tres de marzo es, en efecto, de ese mismo color. Además agrega Cimala que el amarillo aparece mucho en las obras de Vincent van Gogh, y ese fue uno de los motivos que lo llevó a escribir en aquel texto que el amarillo es el color de la esquizofrenia.
"Pero el color amarillo también es un color controvertido, porque es positivo y, al mismo tiempo, nos advierte de algún peligro o alguna interrupción, y está muy cerca del color dorado, por lo que quizás tenga, desde tiempos antiguos, algo sagrado y hasta espiritual. En la naturaleza es muy frecuente en otoño, cuando todo lo que era verde se vuelve amarillo, y es también todo eso que tenemos dentro de nosotros y hemos venido observando durante miles de años".
Mascarillas en El Molino
Así como varios artistas checos suelen decorar disitntos bares y restaurantes, aún puede verse en la emblemática cafetería El Molino, ubicada en Kampa, el fragmento de un enorme mural que realizó Cimala en el año 2020, aunque ya había realizado otras colaboraciones en distintos establecimientos. De hecho, recuerda que, cuando todavía se podía fumar en el interior de los bares, las paredes se impregnaban a tal punto de humo que había que pintarlas, por lo menos, una vez al año. En el caso de este mural en concreto si bien remite a la actualidad del período en el que lo pintó, también refiere a un tema que, desde hacía tiempo, le venía interesando.
"Yo había trabajado mucho en el pasado sobre cómo la gente se cubre la cara de distintas formas. Era algo que ya conocíamos de los asiáticos que habitualmente se protegían de las infecciones con mascarillas. A mí me sorprendía ver a japoneses o personas de Hong Kong usando mascarillas en el metro y, en ese momento, de repente, eso se había convertido en una norma. Al principio de la pandemia del Covid, la gente comenzó a improvisar y a cubrirse con lo que tuviera al alcance de la mano, y con cualquier cosa se hacían máscaras improvisadas. Así que toda esa situación tan rara, que luego llevó a la cuarentena, me inspiró a pintar, entre finales de 2019 y principios de 2020, ese mural en la cafetería El Molino".
Aunque debido a los cierres y la cuarentena general, el mural completo solo pudo verse un tiempo breve, Cimala tuvo la precaución de hacer un registro junto al fotógrafo Tomáš Rasl en el documental que se exhibe en la muestra. Agrega Cimala que como él es un artista acostumbrado a trabajar solo, y sin dejar de tener en cuenta que en Chequia murieron más de 40.000 personas por el COVID, su aislamiento en la región de Turnov, a unos 100 kilómetros de Praga, tuvo también sus puntos positivos.
"Con mis hijos estábamos completamente aislados en la naturaleza, en un pequeño pueblo con solo ocho casas. Así que nos movíamos siempre por ahí, no visitábamos a los vecinos, aunque a veces sí, porque había tan pocas personas que, mientras estuviéramos sanos y no tuviéramos contacto con nadie, no pasaba nada. Pero para nosotros el aislamiento fue bueno porque pudimos concentrarnos en la naturaleza: rara vez tienes tiempo para observar cómo se desarrolla un brote día a día, o una hoja, o una flor y cómo cambia el clima, cómo nos ha afectado a lo largo de miles de años como humanos. Así que en eso estuvo bien y además monté un estudio allí. Compré arcilla, la trituramos y así conseguí material porque no se podía comprar nada en ningún sitio. Con ese material propio modelé muchas cosas que están en esta muestra".
Cimala recuerda que, al principio de la pandemia, sintió que estaba siendo testigo de un verdadero cambio social que luego se fue desinflando con el correr del tiempo.
Los hijos artistas de Husák
“Pudimos ver y absorber en nuestra personalidad un cambio de perspectiva sobre la calidad de las cosas”.
Michal Cimala
Ese sonido proviene de un instrumento musical creado por Michal Cimala que, además de escultor, también es músico. En todo caso, no deja de llamar la atención la cantidad de artistas reconocidos a nivel mundial que ostenta hoy la escena checa. Además del ya famoso David Černý, hay muchos otros que vienen ganando prestigio internacional como Krištof Kintera, David Strauzz y el propio Cimala. Él mismo encuentra algo en común con sus colegas y considera que incluso hay motivos sociales que explican esa semejanza: por ejemplo, el baby boom que hubo en el país desde finales de los años 60 hasta los 80, durante el llamado período de "normalización" de Gustáv Husák. De hecho, a esos niños se los conoce aún hoy en Chequia como los hijos de Husák.
"Entonces nace una cantidad enorme de niños que, cuando crecen y empiezan a hacerse camino en diferentes campos, tienen que destacarse debido a la competencia que hay entre ellos. Esa es la primera razón. Además, los de esa generación de la que hablamos estudiamos en los años 90, después de la revolución. Algunos empezaron justo antes, pero la mayoría después: desde 1990 hasta el 2000. Y ya teníamos, por lo tanto, la posibilidad de viajar".
Recuerda Cimala que los artistas que, en la década de los ochenta, tenían entre veinte y treinta años, no contaban con esa posibilidad y, como mínimo, necesitaban obtener un permiso del gobierno para salir del país. En otras palabras, explica que la única forma de salir del telón de acero era tener un contacto importante, sobornar a alguien o esperar una promesa de divisas lo suficientemente tentadora como para obtener el ansiado permiso de viajar a Occidente.
"Y a su vez en Occidente tampoco les importaba eso porque ellos vivían su propia vida en un mundo libre. Exhibían obras de Keith Haring, Andy Warhol, Jackson Pollock. Y nosotros no veíamos nada de eso en vivo, hasta 1990. Y, de repente, empezó a ser posible viajar a Viena, Berlín, Estados Unidos, a cualquier lugar. Y, de repente, vimos cómo se organizaban esas exposiciones a gran escala. Por supuesto, nadie entendía realmente cuánto costaba y cuánta gente y equipos de producción había detrás. Pero todos aquí aprendieron eso en ese tiempo en el campo. Pero lo importante es que pudimos verlo y absorberlo, creo, como parte de nuestra personalidad y, por lo tanto, también cambiar nuestra perspectiva sobre la calidad de las cosas, cómo se hacen".
De hecho, cuenta Cimala que, en los años noventa, con su colega Krištof Kintera pudieron viajar varias veces a Berlín para, por fin, estudiar y ver cómo se hacían las cosas en el extranjero. Asegura que si fueron surgiendo espacios artísticos como la galería Trafo o MeetFactory fue porque la generación anterior comprendió que no era mala idea prestar esos espacios a los artistas antes de que estuvieran vacíos. En definitiva, asegura que ese contacto con el mundo fue lo que elevó la calidad del arte checo, y eso es lo que también puede verse en esta muestra que, si bien ofrece un pantallazo de sus últimas obras, tiene mucho de retrospectiva. No solo de su propia producción, sino también, en algún punto, del arte checo en general.
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