Antonio Altarriba presentó en Praga la ‘Epopeya española’ de sus padres
El escritor Antonio Altarriba presentó en la feria el Mundo del Libro de Praga la traducción al checo de sus obras El arte de volar y El ala rota, en las que cuenta la vida y peripecias de su padre y su madre a través de sus propios ojos y la tumultuosa historia española del siglo XX. En un debate sobre novela gráfica y memoria histórica charló con Marek Toman, autor de Los niños expulsados, cómic que aborda la controvertida expulsión de Checoslovaquia de la población alemana tras la Segunda Guerra Mundial.
El arte de volar (Premio Nacional del Cómic 2010), y El ala rota, salen en Chequia en un solo tomo llamado Epopeya española. Empecemos por la primera de las dos novelas gráficas, ¿quiere decir que hay personas que saben volar?
Yo creo que todos lo intentamos, todos nacemos con alas, y lo que pasa es que a algunos se nos atrofian muy pronto y otros las mantienen en intentos muy a menudo fracasados de volar. Creo que venimos al mundo cargados de disponibilidades, repletos de ilusiones, y muchas veces intentamos superar obstáculos, saltar muros, elevarnos hacia arriba en busca de un ideal más justo, en busca de un amor, de una ilusión, de una buena posición. Lo que pasa es que, como le ocurrió a mi padre, ese arte de volar se va forjando a fuerza de levantar un poquitín los pies del suelo. Parece que ya te elevas, pero quizá cuando estás arriba empiezas a perder velocidad y altura y te acabas estrellando. Es lo que al final le pasó a mi padre.
Mi padre se pasó toda su vida intentando volar con la ilusión de un mundo más justo. Era anarquista y soñaba con una sociedad mucho más igualitaria, se casó muy enamorado de mi madre y al final acabaron separándose, intentó montar un negocio y luego no le salió bien. Me pareció que su suicidio, arrojándose desde la ventana de una residencia donde se encontraba, terminó ese ciclo de intentos de volar. Pero desde mi punto de vista, lo que yo planteo es que esa vez que se arrojó al vacío, mi padre no cayó, sino que fue la vez que definitivamente voló. Y, curiosamente, gracias a este libro que está teniendo mucho éxito, hace ya 15 años que se publicó y se sigue editando en muchos países, yo me hago la ilusión de que efectivamente mi padre todavía vuela por ahí. Ahora estará por aquí por Chequia.
En esta obra cuentas la historia de tu padre, pero en cierto modo es también la historia de toda España, porque vive casi un siglo, 90 años, o sea, que es una novela gráfica biográfica, y también es memoria histórica.
Efectivamente. Yo enseguida me di cuenta de que al contar la historia de mi padre, que era lo que lo que me interesaba fundamentalmente, de alguna manera tendría que desfilar de fondo la historia de España del siglo XX. Mi padre nació en 1910 y murió en 2001. La obra empieza con esa España pobre de principios de siglo en el ambiente rural en el que él se educó, que era muy muy duro. Y luego la historia le lleva por una serie de caminos que un hombre de su origen y de su formación no se podía imaginar. Porque no sólo le lleva a recorrer media España durante la guerra civil, sino que después de tener que abandonarla, porque al vencer Franco se encuentra con que es internado en campos de concentración y empieza la Segunda Guerra Mundial el 39. Y es otro conflicto en el que también se siente concernido porque él era un combatiente antifascista. Entonces, toda esa historia de Francia y una parte de la de Europa del siglo XX aparece de fondo, pero siempre desde esta perspectiva muy humana. Yo no separo la cámara, por decirlo así, de la figura de mi padre.
En este tomo que ha salido en checo que se llama Epopeya española está la segunda parte de El arte de volar que no es una continuación, sino que es una visión desde el otro lado, desde un lado femenino de una generación de mujeres españolas que yo creo que lo tuvieron durísimo. Es la versión de tu madre de la misma historia.
Tardé un tiempo en darme cuenta de que en El arte de volar el retrato que hacía de mi madre era como muy esquemático y casi reducía toda su valía y todo el mérito que había tenido en vivir la vida que le tocó para mayor gloria de mi padre. Ella quedaba eclipsada y, de alguna manera, yo creo que mi madre me empezó como a susurrar que siempre preferí a mi padre. Aunque yo tenía unas relaciones muy estrechas con mi madre. Así que me pareció que, efectivamente, por un lado mi madre, que estuvo durante muchos años como sirvienta de un capitán general muy cercano a Franco, jefe de una región militar, la de Aragón, pudo ver de inmediato los movimientos internos en lo que era el franquismo tras la guerra, porque entró a servir en el 42. Y a través de sus ojos nos hacemos una idea de cómo funciona el régimen porque algunos generales conspiraban. No habían hecho la guerra para que se promulgara una dictadura, sino para una restauración monárquica, que era lo que quería una buena parte de estos generales
Y, por otro lado, está la visión femenina, fueron años tremendos para todos, pero yo creo que las mujeres tuvieron un suplemento de sufrimiento. Estaban muy marcadas por el anonimato, por la ignorancia, por no valorar el trabajo que ellas hacían. Por eso considero que son dos libros que en esta edición checa lo plantea en forma de díptico y lo recomiendo así precisamente porque verán como entre el uno y el otro se va trenzando toda una serie de correspondencias que le hacen comprender el siglo XX español mucho mejor.
¿Escribir estas dos obras fue como una terapia para ti?
Sí. De hecho, mi padre se suicida en 2001 y yo hasta 2004 estoy muy mal, tengo que ir a terapia, etcétera. Y pasados esos tres años, fue eso lo que me lanzó a escribir su vida, porque él se suicidó, se anuló, y yo quiero reivindicarlo. Fue lo que cerró un poco las heridas: la redacción de este guión.
En la feria se presentó esta Epopeya española en una charla junto con Marek Toman ,que es el autor de otra novela gráfica, Los niños expulsados, sobre la expulsión de los alemanes de Checoslovaquia tras la Segunda Guerra Mundial, que fue un tema tabú durante mucho tiempo en esta sociedad. ¿El cómic es un buen formato para abordar la historia, incluso la memoria histórica?
Sí, ten en cuenta que la memoria, los recuerdos, los sueños, y mucha parte de lo que somos, funciona en imágenes, y de alguna forma el cómic puede recoger todos estos recuerdos con muchos detalles. Hoy en día, además, tenemos acceso a mucha documentación. Ambos libros están muy documentados, desde lo que era la cocina de una casa de pueblo a principios de siglo hasta como desfilaban los alemanes cuando entraban en Burdeos ocupándolo. Están dibujados todos los paisajes de los campos de concentración con todos los detalles y eso te da una capacidad de representar con una nitidez, con una claridad y con una percepción que nunca lograrías en una novela escrita.
La memoria histórica es de hecho uno de los temas centrales de la novela gráfica española, ¿verdad?
Ahora mismo es una asignatura que yo creo que todavía tenemos pendiente, la guerra civil y sus secuelas todavía no han salido del debate político español. Por eso yo creo que el cómic en ese sentido me parece un medio joven y que está relativamente al alcance de todo el mundo, porque no es un medio muy caro como el cine o la televisión, y tiene reflejos muy rápidos.
¿En cuántas lenguas ha salido ya El arte de volar el arte?
Yo creo que está en 15 o 16 lenguas. Ahora yo hablo con mi padre, le digo: “No sabía que dominaras tantas lenguas”. Sabía que había aprendido francés, pero claro ,cuando ya le ves hablando en coreano o en macedonio, por decirte lo más exótico, me hace mucha ilusión, igual que verlo en checo, que era una era una de las lenguas que le quedaba y veo que se está aplicando mucho y también se desenvuelve muy bien.
Igual que este tema checo de Los niños expulsados, de la población alemana expulsada, puede salir en España, también tenemos la historia de tu padre y la de tu madre en lengua checa, al final son temas universales, se entiende muy bien todo en el fondo, ¿no?
Yo creo que mi padre a pesar de que, digamos, estaba en el bando opuesto, habría simpatizado, porque él era consciente de que formaba parte de esos miserables de la tierra que se ven arrastrados por las decisiones de personas que están un poco fuera de la realidad, llevados por su ambición o vete a saber por qué delirios de grandeza. Y él me lo decía de cuando veía en Francia a prisioneros alemanes que estaban trabajando como esclavos, en la inmediata postguerra: “Si eran chavales, unos pobres desgraciados como yo que seguramente los habían alistaba la fuerza y no sabía ni muy bien por lo que luchaban y ahora estaban ahí matándolos a trabajar”.
Supongo que le habría interesado leer este libro y habría compartido ese sentimiento. Él conoció el exilio. Me decía que en la guerra lo había pasado muy mal, había pasado mucho miedo, había estado varias en varias ocasiones a punto de morir, pero el desgarro y el desamparo que se siente en el momento del exilio, cuando tienes que abandonar el país, romper con tu presente, abandonar lo que has sido, lo que has vivido y no tienes futuro, es una sensación realmente de angustia, que hacía que él, por ejemplo, cada vez que veía en la televisión imágenes de refugiados o de emigrantes se le saltaban las lágrimas.
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