45 años de Carta 77, el manifiesto que “salvó el alma de la nación”
Se cumple el 45 aniversario de Carta 77, la protesta más trascendental y decisiva llevada a cabo en la historia de la Checoslovaquia comunista y que sentó las bases de la futura Revolución de Terciopelo.
Hace exactamente 45 años, el 6 de enero de 1977, veía la luz Carta 77, un manifiesto promovido por un amplio grupo de intelectuales que reclamaba al gobierno comunista checoslovaco respetar los acuerdos y principios en materia de derechos humanos recogidos en los Acuerdos de Helsinki.
El documento supuso un paso decisivo hacia el colapso del régimen soviético y el posterior establecimiento de una Chequia libre y democrática.
El fallido intento de Alexander Dubček por crear un “socialismo con rostro humano” ya había sido una primera muestra de la voluntad reformista del pueblo checo, aplacada con dureza desde Moscú. Tras años bajo la política de “normalización” de Gustáv Husák, Carta 77 fue un nuevo grito de libertad y disidencia desde Praga.
Precisamente bajo el gobierno de Husák, apenas un mes antes, los miembros del grupo de rock The Plastic People of the Universe fueron arrestados por “perturbar el orden público”. Aquel hecho, aunque nada fuera de lo común bajo el régimen comunista, terminó por ser una suerte de detonante. Petr Pithart, uno de los primeros firmantes, recuerda bien esos días.
“La idea original se concibió en el pasillo del juzgado donde se condenó a la banda underground checa por excelencia The Plastic People of the Universe. Sorprendentemente, allí se reunieron personas de una amplia gama de inclinaciones políticas, incluidos ex comunistas reformistas y cristianos. Václav Havel tuvo la ingeniosa idea de unir a personas de orientaciones tan variadas en una protesta, y sugirió que debería hacerse una declaración conjunta".
El manifiesto reclamaba al gobierno comunista checoslovaco que cumpliera con los acuerdos ratificados ante la comunidad internacional apenas unos años antes. Así, el documento fue distribuido de forma clandestina no solo dentro de las fronteras del país sino también fuera de ellas. En cuestión de días el manifiesto había sido firmado por 241 personas y ocupaba un lugar en las ediciones de The New York Times y el francés Le Monde.
El miedo se apoderó entonces del régimen. Este veía como el carácter contestatario del pueblo checo florecía de nuevo a pesar de la dureza ejercida durante la invasión del 68, solo que en esta ocasión con una virulencia mucho mayor. Aquel desafío al sistema soviético era algo casi inédito y no tardó en ser fuertemente perseguido y castigado. Desde el Kremlin se inició una feroz campaña contra los disidentes. Los medios de comunicación reprodujeron un texto oficial del Comité Central del Partido Comunista de Checoslovaquia en el que se referían a estos en los siguientes términos.
“Havel, Kohout, Hájek, Kriegel, Šilhan, Patočka y semejantes renegados y traidores quieren, apoyados por la propaganda burguesa, dar la impresión de que se trata de una voz de lo más profundo de Checoslovaquia. Odian nuestro sistema socialista y no quieren comprender que la vida de nuestra sociedad avanza y se desarrolla sin ellos”.
El aparato del régimen trató de presentar a los firmantes como golpistas y enemigos de la sociedad. Sin embargo, la represión fue mucho más allá, tal y como recuerda Petr Pithart.
“Todos fuimos golpeados en términos existenciales, de una forma u otra, a través de un hostigamiento continuo. Perdimos nuestros trabajos, licencias de conducir, pasaportes. A los hijos se les prohibió la educación. Algunos se vieron obligados a abandonar el país. Todos pagamos de alguna manera. Pero nadie fue procesado por firmar la Carta. Estaba tan ingeniosamente escrita que nadie fue encerrado por firmarla, ni siquiera Havel".
Fue Václav Havel quién con el tiempo se erigió como portavoz y cabeza visible de Carta 77, sin embargo, se trató de un movimiento colectivo y del que también jugaron un papel decisivo nombres como el antiguo diplomático Jiří Hájek o el filósofo Jan Patočka. Carta 77 aglutinó y canalizó la voluntad de cambio de todo un colectivo muy diverso, de muchos signos, y que no respondía a las fórmulas de un partido político tradicional. Siguiendo la doctrina de Havel, Carta 77 fue un movimiento en el que se “hacía política sin hacer política”. Lo único que ponía en común y guiaba a sus miembros era su firme deseo de acabar con una sociedad comunista que tiranizaba a Checoslovaquia. Resulta complicado siquiera imaginar cual hubiera sido el destino del país de no ser por este movimiento. Pithart, desde la mayor humildad, ni siquiera se atreve a afirmar que Carta 77 fuera un éxito pero sí que, cuanto menos, resultó una iniciativa de gran valor.
“Carta 77 básicamente salvó el alma de la nación. Todo el mundo dijo: al menos no todos somos demasiado cobardes para hacer algo. En segundo lugar, creó una especie de 'entorno'; gradualmente surgieron más y más actividades, bajo el paraguas de la Carta. Pero lo principal es que le dio un significado práctico al Acuerdo de Helsinki firmado por los estados socialistas. Durante muchos años, Carta 77 y el más tarde Comité para la Protección de los Procesados Injustamente monitorearon sistemáticamente todas las violaciones de los derechos humanos en todo el país".
El impacto de la iniciativa y, paralelamente, la represión del régimen fueron tales que Carta 77 terminó convirtiéndose en el primer movimiento opositor de la Checoslovaquia comunista. Los conocidos como “cartistas”, aún amenazados y en la clandestinidad, desarrollaron un fuerte activismo en varios frentes, desde actividades culturales hasta la publicación de obras y libros prohibidos por el régimen hasta apoyar a presos políticos de otros países al otro lado de la “Cortina de Hierro”. Con todo, el mayor legado de Carta 77 fue, sin duda, la creación de un sentimiento y un foco de resistencia del que bebería la Revolución de Terciopelo en 1989.