La Revolución de Terciopelo, el nacimiento de la política checa moderna
En este 17 de noviembre, fiesta nacional checa en conmemoración del día de la Lucha por la Libertad y la Democracia, les presentamos un programa especial. Nuestra emisión estará dedicada a las nuevas fuerzas políticas que surgieron o se renovaron con la llegada de la democracia al país.
El 17 de noviembre de 1989, con motivo del Día del Estudiante, los universitarios de Praga volvieron a tomar protagonismo en la lucha por los valores democráticos, esta vez contra el régimen comunista que dirigía el país desde 1948. La fuerte represión policial dio origen a la ola de protestas que desembocó en la llamada Revolución de Terciopelo y la caída del comunismo en Checoslovaquia.
Una de las claves para la suavidad de los cambios políticos que siguieron fue la rápida organización de los opositores al régimen. Tan solo dos días después, el 19 de noviembre, apareció el Foro Cívico (Občanské forum). En su seno no solo nacieron las figuras clave de aquellos primeros meses de transición sino que también sirvió de germen para la escena política checa en general.Poco después, en los primeros meses de 1990, viejos y nuevos partidos fueron consolidándose para completar un panorama que, en muchos aspectos, perdura hasta la actualidad. En este programa especial indagaremos en aquellos meses clave, cuando la democracia checa se encontraba en pañales. Lo haremos en compañía de
Donde todo empezó: El Foro Cívico
Si bien después de la manifestación del 17 de noviembre el país se encontraba convulso y en medio de una ola de protestas, se trataba de acciones espontáneas, lideradas principalmente por grupos estudiantiles, y todavía no existía una referencia política. Es decir, alguien con el que el régimen pudiera negociar los cambios y que en un momento dado pudiera tomar el poder.
Era el momento de la oposición al régimen para emerger de la clandestinidad. Los disidentes seguían siendo un grupo pequeño, sin estructura de partido y sin experiencia política, pero ya habían comenzado a tener cierta visibilidad. Del puñado de intelectuales que firmó la Carta 77 se había pasado a que ese mismo año se unieran al manifiesto opositor ‘Unas Cuantas Frases’ (Několik Vět’), más de 40.000 personas, incluyendo personalidades de prestigio.
En su fundación intervinieron nombres que después marcarían la historia del país, como explica el historiador Jan Čulík.
“La única gente que era capaz de organizarse y tenían entre sí algún tipo de estructura eran precisamente los disidentes. Se trataba principalmente de profesionales del teatro y estudiantes. De hecho el lugar de su primer encuentro fue el teatro Laterna Magika. El rol principal lo llevaba Václav Havel y la gente de su entorno, Alexandr Vondra, ahora Ministro de Defensa y entonces un joven estudiante, y otros, como Jiří Černý”.
Y es que la Checoslovaquia de entonces no contaba con partidos políticos clandestinos, ni tampoco había oposición organizada fuera del país. La clave fue que entre la disidencia brillaran personalidades con la capacidad de encauzar el movimiento, como sostiene Dely Serrano, entonces intérprete oficial.
“Era gente un poco intelectual, había escritores... No era muy político. Y únicamente Havel tenía un poco de nariz política, sin tenerla mucha, pero bastante. O por lo menos sabía lo que decía. Y luego estaba Petr Pithart, que sigue ahora como vicepresidente del Senado. Ese también es un personaje relativamente coherente en todas sus actuaciones”.
Además, y a pesar de que en el Foro Cívico entraron personajes que no se habían significado como opositores, como el actual presidente checo, Václav Klaus, se puede hablar de un grupo sólido y coherente, al menos en esos primeros meses, como continúa Čulík.
“Los disidentes checos eran un grupo con unos lazos muy fuertes. Llevaron a cabo la Revolución de Terciopelo excepcionalmente bien, considerando las circunstancias. Si no se hubiera formado una oposición con la Carta 77 y esta gente no hubiera liderado la revolución, se podría haber llegado a derramamientos de sangre y a saber a qué más”.
De hecho, y para ilustrar la contundencia del recién nacido Foro Cívico, Čulík añade la siguiente anécdota, sucedida durante una de las primeras reuniones de la organización y protagonizada precisamente por Pithart.
“Pithart nos contó abiertamente que estaban discutiendo y en eso alguien llamó a la puerta. Pithart fue abrir y allí había un grupo de gente que decía que eran un nuevo partido político y que querían hablar con el Foro Cívico para participar en el proceso democrático. Y Pithart los miró y les dijo “no, no lo sois”, y les cerró la puerta en las narices. Desde el principio hicieron gala de crudeza política. Consiguieron establecer prioridades, y eso fue seguramente para bien, porque podía pasar que la revolución se les fuera de las manos. Sabían exactamente qué hacer, según sus valores”.
Otro ejemplo de dureza fue la manera en como el Foro puso fuera de combate al ex primer secretario del Partido Comunista Checoslovaco, Alexander Dubček. Se trataba de una de las figuras clave de la reformista Primavera de Praga del 68, que había pasado a un segundo plano tras la invasión soviética y la normalización posterior.Aunque enormemente popular, sobre todo en Eslovaquia, Dubček era visto como un elemento ajeno por el Foro, debido a su falta de militancia disidente y a su carácter de antiguo funcionario comunista. Desde el primer momento intentaron reducir al máximo su visibilidad pública, como cuenta Čulík.
“Havel le dejó estar en aquel conocido balcón de la plaza de Venceslao durante el discurso del 21, pero los disidentes tenían miedo de que Dubček, como típico comunista, diera un discurso de cinco horas. Y Havel, que es un excepcional dramaturgo y que dirigió a la perfección todas sus intervenciones públicas de esa semana de noviembre, le dijo a Dubček: ‘mire, tiene que decir solo tres frases, y muestre su amor por la nación. Y eso es todo’. Regulaba muy estrictamente todo lo que pasaba”.
Un proceso imparable
El caso es que los analistas coinciden en el importante papel que jugó esa determinación. En toda Europa el comunismo o se había derrumbado o lo estaba haciendo en esos momentos. Sin embargo en Checoslovaquia poca gente creía que se iba a producir un cambio y que, de hacerlo, iba a ser tan rápido, de ahí la importancia de que los disidentes en torno al Foro Cívico tuvieran fe en que la historia estaba de su parte y que en su seno se gestaría el futuro estado democrático checoslovaco.
La fuerza de Havel y el resto de figuras destacadas del Foro Cívico hizo que la disidencia se manejara con amplia soltura en las semanas que siguieron, utilizando provechosamente el clamor popular y poniendo contra las cuerdas a un Gobierno que, a tenor de la situación internacional, sabía que sus días estaban contados. El día 21, Havel dio el mencionado discurso frente a 200.000 manifestantes congregados en la plaza de Wenceslao, en Praga. El primero de otros muchos actos masivos. Ese mismo día el Gobierno comunista comenzó las negociaciones con la oposición.
Los días siguientes transcurrieron entre manifestaciones multitudinarias organizadas por el Foro Cívico, huelgas y crecientes capitulaciones por parte del régimen. Havel pasó de ser casi desconocido por el gran público a convertirse en la cara del cambio. El 28 de noviembre se derogaban los puntos de la Constitución que daban el poder exclusivo al Partido Comunista. El 3 de diciembre se procedió a un cambio de Gobierno, aunque todavía de mayoría comunista.
El 4 de diciembre se abrieron las fronteras del país, y tres días después Marián Čalfa sustituyó a Ladislav Adamec como primer ministro. Čalfa fue a partir de entonces el encargado de lidiar con el Foro Cívico para la formación de un nuevo Gabinete. Este llegó el día 10, con el nombre de Gobierno de Entendimiento Nacional, y aunque contaba todavía con un buen número de ministros comunistas, estos ya no formaban mayoría y por fin llegaban al Ejecutivo miembros del Foro Cívico, como por ejemplo Václav Klaus. Después de nombrar al nuevo Gobierno, el presidente checoslovaco Gustav Husák, presentó su dimisión.
Su puesto fue ocupado el 29 de diciembre por el líder del Foro Cívico, Václav Havel, elegido rápidamente por un Parlamento compuesto excepcionalmente por diputados designados a dedo. En tan solo mes y medio la oposición había dado la vuelta a la tortilla, y sin un solo muerto.
El Big-bang de la política checa
La principal labor de Havel como nuevo presidente, además de iniciar una reforma de las instituciones, fue la creación de las condiciones necesarias para la celebración de elecciones libres. Y con ellas llegaron los partidos y la concurrencia política moderna. Estos primeros comicios, que tuvieron lugar en junio de 1990, dieron como absoluto ganador al Foro Cívico, con casi la mitad de los votos. La mayoría de las nuevas formaciones no consiguió el 5 por ciento necesario para tener representación parlamentaria.
Es de destacar que en origen esta organización no era ningún partido político. De hecho, en su fundación y posterior desarrollo se pensó que se estaba iniciando algo totalmente nuevo, como explica el analista Petr Hartman.“Entonces dominaba la escena de forma inequívoca el Foro Cívico, pero este no tenía una estructura de partido, no tenía ni presidente formal. Entonces predominaba la idea de que en Checoslovaquia se podía probar un modelo político pionero, que permitiera dejar de lado a los partidos. Eran ideas un poco ingenuas, que no se pudieron llevar a la práctica”.
De hecho poco después el Foro Cívico acabaría disgregado, al dar a luz a diferentes formaciones políticas, el Movimiento Cívico (OH), de centro izquierda, y el Partido Cívico Democrático, de derecha liberal, como cuenta Dely Serrano.
“Los simpatizantes del Foro Cívico, que eran de distinto corte, acabaron abandonándolo. Klaus ya se perfiló como personaje político, dijo que no se podía tener una sociedad así, que todo el mundo hace lo que quiere, sino que hay que formar un partido político. Y él creó inmediatamente el ODS, o sea el Partido Cívico Democrático”.
Al frente de esta nueva formación de derecha liberal, Klaus llegó a primer ministro en 1992, más tarde a presidente de la Cámara de Diputados y desde 2003 presidente de la República Checa.
Al otro lado del espectro político también aparecían, resucitaban, o renovaban, otras formaciones. La principal fue el Partido Socialdemócrata Checoslovaco, que había sido engullido por los comunistas en 1948 y que ahora resucitaba de manos de su antiguo presidente, Jiří Horák. En 1993 se nombró como presidente del nuevo partido a Miloš Zeman, con el que se formaba definitivamente la pareja de titanes políticos Zeman-Klaus de la Chequia de los años 90.
Un dato de interés es que estos dos rivales políticos habían sido compañeros de trabajo durante el comunismo, prosigue Serrano.
“Ninguno de ellos fue del Partido Comunista, ninguno de ellos fue opositor. ¿Y qué eran? Ellos eran economistas y trabajaban casualmente en lo que se llamaba Instituto Pronóstico (Prognostický ústav). Y tenían encima de sí al director, que se llamaba Valtr Komárek, y sí era del Partido. Y ese también hubiera querido ser presidente”.
Komárek, que colaboró con el Foro Cívico, es miembro del Partido Socialdemócrata desde 1991. Nunca una institución estadística dio tanto de sí.
El panorama político de la nueva Checoslovaquia lo completa el democristiano Partido Popular, que aunque necesitó un lavado de cara, no precisó de refundación. Su existencia, como la de otras pequeñas formaciones, había sido tolerada durante los 40 años de totalitarismo, explica Serrano.“Habían sido partidos que habían colaborado con lo que se llamaba entonces el Frente Nacional. No hay que olvidar que incluso durante el comunismo, y eso les servía a los comunistas de mampara, existía el Partido Comunista, y al lado estaban el Partido Democristiano y el Partido de los Socialistas Nacionales y tenían incluso sus periódicos. Pero esos partidos, que eran de muy poca monta, estaban tolerados por los comunistas porque daba imagen de una mayor democracia”.
Este panorama, con el Partido Cívico Democrático, el Socialdemócrata, el Democristiano y por supuesto, el Comunista, reconvertido a formación democrática se ha mantenido en vigor prácticamente hasta la actualidad, con pequeñas formaciones que salen y entran de escena ocasionalmente.
¿Revolución o evolución?
La Revolución de Terciopelo, aunque tremendamente rápida, supuso un cambio fundamental del sistema político, pero no tanto de la gente que ocupaba puestos de poder en las instituciones. Entre los funcionarios checos hoy en día todavía se señala en los pasillos a los que colaboraron con los “comanches”, distinguiéndolos de los demócratas que llegaron después.
En cierta manera, se puede decir que la Administración Pública checa actual es heredera de la comunista. Esta relativa continuidad se puede explicar, por un lado, por la necesidad de profesionales que tenían las nuevas fuerzas democráticas para ocupar cargos técnicos o de responsabilidad. Por el otro, por el hecho de que la revolución se desarrollara de forma negociada con el régimen anterior.
Es el punto de vista de Petr Just, politólogo de la Universidad Metropolitana de Praga.“La oposición no tenía la posibilidad de decir radicalmente “basta, se acabó con ustedes”, porque hasta ese momento ambas partes colaboraban, se había implicado a los comunistas en el proceso de transformación democrática. O más bien los comunistas implicaron a la oposición a los procesos de decisión, y lo hicieron precisamente para que el cambio transcurriera de la forma más suave posible, para que no llegara un día en el que se les dijera a todos los representantes del Partido Comunista que tienen que abandonar sus puestos”.
La penetración de los antiguos miembros del Partido Comunista en las estructuras democráticas no se limita a los ministerios, oficinas e instituciones, sino que va más allá y llega a los mismos partidos políticos.
Así lo explica Dely Serrano a propósito del Partido Cívico Democrático.
“Ya fue un partido digamos de nuevo corte, al que no obstante se metieron inmediatamente muchísimos comunistas. Cogieron el carné, lo echaron por ahí al basurero y se apuntaron al nuevo partido. Y en los dos partidos grandes de ahora tienes un montón de gente que había sido del partido comunista. Eso lo ves incluso en la escuela, siempre hay algún chico que destaca un poco, entonces enseguida sube y se hace líder. Los que eran del partido comunista, no porque se lo creyeran sino porque querían tener una mejor posición, o destacar o porque la gente es así, entraron a los nuevos partidos”.
Esta realidad, quizás reprobable desde un punto de vista moral, es sin embargo la causa de que la República Checa cuente en la actualidad con un sistema político estable, similar al de Europa Occidental, según comenta Jiří Pehe, politólogo de la Universidad de Nueva York en Praga.
“Hoy mucha gente reprocha a los políticos de entonces que el proceso fue demasiado de terciopelo, pero es que donde no hubo mesas de negociación con el régimen ahora hay problemas. En Rumania se acabó con el comunismo de un día para otro y ahora el país no tiene una escena política normal y es muy problemático. Lo mismo en los Balcanes. Y los países donde la transformación fue poco a poco se han desarrollado mucho mejor”.
En opinión de Pehe, la negociación entre disidentes y comunistas y la integración de estos últimos en el nuevo estado es una condición insalvable para que el país funcione.
“Muchos autores y politólogos discuten cuánto de las viejas estructuras hay que conservar en el paso del autoritarismo a la democracia. Algunos, como el sociólogo húngaro Elemer Hankiss, considera que si el nuevo sistema no incluye al menos un 40 por ciento de la vieja nomenclatura, entonces no tiene posibilidad de éxito. Porque crea un espacio vacío y relega a dicha nomenclatura a una posición en la que daña al nuevo régimen”.
El Partido Comunista es actualmente la cuarta fuerza política del país y cuenta con un electorado estable en torno al 14 por ciento, que no ha variado demasiado desde las primeras elecciones de 1990. Desde las pasadas elecciones regionales de 2009 cuentan con representantes en los gobiernos de algunas regiones.