Una mascota de la realeza que se convirtió en un perro campesino y por un pelo casi desaparece del libro genealógico, así es la historia del ratonero de Praga, la raza canina checa más antigua y una de las más pequeñas del mundo.
Diminuto, pero ágil, vivaz y con una energía inmensa. Estas son las características del ratonero de Praga, un perro de pelo liso color negro con manchas bronceadas, orejas puntiagudas y una altura máxima de 23 cm, que destaca por un excelente olfato y devoción a su amo.
Las primeras menciones de una raza similar datan del siglo VII y durante la Alta Edad Media. Los ratoneros eran populares especialmente entre los aristócratas checos. En el siglo VIII, Carlos Magno trató de conquistar el territorio de la actual Bohemia Central y recibió esta mascota de un príncipe checo como un mensaje de paz y amistad. El perro animaba varias cortes europeas de aliados estratégicos para las Tierras Checas. Era la mascota favorita del rey checo Carlos IV y del emperador Rodolfo II de Habsburgo poseía una numerosa cría.
La Batalla de la Montaña Blanca en 1620 representó un momento crucial para la mascota; la raza fue perdiendo prestigio en la corte y se trasladó de las alfombras reales a cabañas de las clases sociales más bajas para proteger sus hogares ante los roedores. A partir de aquel momento, los ratoneros empezaron a caer paulatinamente en el olvido.
La recuperación de la raza llega en el siglo XX
Intentos por recuperar la raza se realizaron a lo largo del siglo XX, pero una iniciativa eficaz no surgió hasta 1969, apuntó para Radio Praga la cinóloga Vladimíra Tichá.
“Jan Findejs tuvo un papel importante en la recuperación del ratonero, al igual que de otras razas nacionales. El perro se transformó, pasó de la raza rattel que se destacaba por una cabeza redonda, ojos desorbitados y trasero bajo a este simpático ratonero de Praga con un hocico largo, hermosas orejas erguidas, espalda recta y un carácter relativamente impulsivo”.
La espera para el reconocimiento mundial
En el pasado, los checos solían denominar al ratonero de Praga con el nombre común de ratlík, derivado de la palabra alemana Rattler, cuyo significado es ratero. Pasó mucho tiempo hasta que la raza fuera reconocida internacionalmente, pero aun no de forma completa, explica Vladimíra Tichá.
“El ratonero de Praga fue reconocido internacionalmente en 2019, pero de forma temporal. Es decir que tiene un número estándar en el marco de la Federación Cinológica Internacional (FCI). No obstante, los criadores tendrán que demostrar durante los próximos 10 años que se trata de una raza viable”.
La energía y la vivacidad del ratonero demuestran que no es un juguete de sofá. De acuerdo con Vladimíra Tichá, el ratonero de Praga podría regresar fácilmente a su misión original de cazar de ratones, pero siempre y cuando sus amos eviten tratarlo como a un bebé, señala.
“Si lo miman mucho, lo vigilan todo el día y lo llevan en un cochecito, no quedará mucho de perro en su comportamiento. Por su parte, si lo tratan como a un perro de verdad, tendrán un compañero vivaz y alegre. Por supuesto, tiene limitaciones debido a su tamaño y probablemente no irá a esquiar con ustedes a no ser que lo lleven en una mochila, pero por lo demás es un perro como cualquier otro".
En 1990, se fundó el Club de Amigos de los Ratoneros de Praga que realiza una amplia gama de actividades. En los últimos 20 años se han registrado en el libro genealógico de la República Checa más de 4300 ejemplares. Su esperanza de vida es de entre 12 y 14 años.