Paneláky: la Praga que no aparece en las postales

Paneláky

La Praga del Castillo, el Puente de Carlos y las calles adoquinadas con aire de leyenda son apenas una parte de la ciudad. No lejos del centro, inmensas construcciones dan testimonio de un pasado reciente, y albergan a millones de checos.

El Castillo, el Callejón del Oro, el Puente de Carlos y la Plaza de la Ciudad Vieja con su célebre reloj astronómico. Postales que se repiten en cualquier tienda de recuerdos. Para el turista, Praga. Para los praguenses, atracciones turísticas. ¿Dónde vive la gente que vive aquí?

En el Castillo, el Callejón del Oro, el Puente de Carlos y la Plaza de la Ciudad Vieja con su célebre reloj astronómico, seguro que no. Pero tampoco hace falta observar muy lejos. Desde la entrada principal de la puerta del Castillo, donde no hay reyes pero sí mucho selfie, se puede acceder a una vista panorámica de la ciudad. Al fondo, se alzan unos edificios que parecen creados con el método de copiar y pegar (ctrl+C, ctrl+V) que se usa en la computadora.

Foto: Štěpánka Budková,  Radio Prague International

Se trata de los panelový dům, coloquialmente conocidos como paneláky, que en español pueden traducirse como “casas de paneles”. En este tipo de construcciones vive hoy aproximadamente el 30% de la población checa.

Helena Huber Doudová | Foto: Katarína Hudačinová,  Galería Nacional Praga

Helena Huber-Doudová, curadora de la Colección de Arquitectura de la Galería Nacional Praga y responsable de la exposición 1956–1989: Architektura všem (1956–1989: Arquitectura para todos), explica que estos diseños se introdujeron en el país en la década del 50.

“El primer panelák fue construído en Zlín, el prototipo fue diseñado en 1950 y construído en 1953. Se llamó G40 y fue un edificio completamente prefabricado de 40 viviendas”.

Exposición 1956–1989 Arquitectura para todos | Foto: Peter Fabo,  Galería Nacional Praga

“Prefabricado”, precisamente, es la palabra que define a los paneláky.

“‘Prefabricación’ significa que no se construye a partir de ladrillos, sino de paneles de concreto. En lugar de construir los edificios ladrillo por ladrillo, se elaboran estos paneles, que luego son ensamblados en su lugar de destino, por lo que es un proceso de construcción mucho más rápido”.

En las construcciones a gran escala, se utilizaba un “núcleo” que permitía concentrar las cañerías de todas las unidades en una línea central. Este concepto facilitaba la instalación de las cocinas y baños, que se transportaban ensambladas en unidades y solo era necesario conectarlas al caño central. Más sencillo que ensamblar un mueble sueco de producción en serie.

Uno para todos

El comunismo encontró su método para erigirse, literalmente, frente a la sociedad checoslovaca, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. El país no había sido tan dañado como sus hermanos europeos, que en el Pacto de Múnich demostraron no ser tan buenos hermanos. Aún así, la necesidad de vivienda también se coló por la ventana en este territorio.

Panelaky en Chequia | Foto: Juan Manuel Muttoni,  Radio Prague International

“Los paneláky surgieron como respuesta a la falta de viviendas durante la posguerra, que se combinó con un aumento de la población. En Checoslovaquia, la guerra no había sido tan devastadora en términos de destrucción de edificios, como sí lo fue en Polonia o Alemania, pero, igualmente, la necesidad de construir viviendas era creciente. Así nació el lema ‘Viviendas para todos’, en el que se basó el gobierno socialista para intentar proveer un lugar para vivir a grandes masas”.

Con la puesta en marcha del plan, se estableció garantizar un mínimo de 9 metros cuadrados por persona, calefacción, mejor higiene y otras comodidades. Todo esto significó un aumento de calidad de vida significativo, puesto que previo a esta iniciativa, las personas no disponían de baño propio, por ejemplo, ni de vivienda con calefacción. La palabra “comunismo”, después de todo, no sonaba tan mal para esta generación; y los edificios, que proliferaban como sinónimos del color gris, tampoco estaban nada mal.

Conjunto de panelaky | Foto: Juan Manuel Muttoni,  Radio Prague International

Según Huber-Doudová, los arquitectos de la época consideraban que una transformación de semejante escala no podía tener lugar en un sistema capitalista. Pero ningún modelo es perfecto. Algunos de los ideales socialistas chocaron rápidamente contra los muros de la realidad, que, en los paneláky, eran tan permeables a los sonidos de un vecino que, por ejemplo, si alguien utilizaba el baño, los inquilinos del piso inferior no podían evitar enterarse. Privacidad: una para todos.

A pesar de inconvenientes como este, lo cierto es que con el avance del megaproyecto de urbanización, el estándar de vida continuó aumentando para la sociedad checoslovaca.

De los 9m2 por persona pensados en un principio, se pasó, en la década del 60, a 65m2 para un departamento de dos ambientes. En los 70, la cifra aumentó a 75m2 de una unidad de tres ambientes, pensado para una familia de 4 integrantes.

Ciudad del Sur de Praga | Foto: Barbora Němcová,  Radio Prague International

“En 1958 se planificó construir 1.200.000 apartamentos para 1970. A fin de llevar a cabo un plan de tal envergadura, no era posible tener en cuenta las preferencias individuales de cada persona, solo se podía construir viviendas prediseñadas. El proceso se acentuó en los años 70 y 80”.

Panelaky en Praga | Foto: Juan Manuel Muttoni,  Radio Prague International

Algunos de estos complejos fueron diseñados para albergar entre 50.000 y 100.000 personas, como lo son el caso del sídliště Jižní Město, para 85.000, y Jižní Město II, para 55.000, ambos en Praga.

A pesar de parecer hormigueros humanos, además de cubrir lo que se consideraba el derecho a la vivienda, estos complejos también ofrecían facilidades educativas para infantes. Y, con la creación de cantinas y lavanderías públicas, se intentó brindar cierto alivio a la mujer, quien estaba a cargo del cuidado de la casa y los niños.

Cambio de manos

Paradójicamente, con las necesidades básicas cubiertas, la población se volvió progresivamente más exigente. Ya con el frío al otro lado de la puerta y espacio suficiente para pensar dentro de casa, la masa de camaradas pasó a ser un conjunto de individuos, más centrados en sus deseos, y que miraban, con cierto recelo, el avance del capitalismo en países cercanos.

Foto: Lenka Žižková,  Radio Prague International

La gente entendió que el socialismo estaba “vacío de ideales” cuando tomó conciencia de que la URSS controlaba de forma coercitiva a otros estados. Las restricciones para viajar y otras limitaciones hicieron que el modelo aplicado al país comenzara a descascararse.

Hasta fines de la década del 80, estos edificios eran propiedad del Estado. Progresivamente, los ciudadanos comenzaron a acceder a la posibilidad de pagar por la vivienda y convertirse en los dueños de sus casas, algo que no se replicó en otros países alineados con el socialismo.

Foto: Lenka Žižková,  Radio Prague International

“Una diferencia con respecto a otros países, es que en 1989, en Checoslovaquia, las viviendas dejaron de ser propiedad del Estado para pasar a manos privadas. Esto significó que las personas viviendo en estos apartamentos tuvieron la posibilidad de comprarlos a un precio razonable y así pudieron cubrir su necesidad de tener una vivienda”.

Esta posibilidad tuvo dos consecuencias importantes, que se pueden observar en la actualidad.

La primera tiene que ver con la futura preservación de los paneláky. Después de todo, si estos edificios surgieron como respuesta a una necesidad de la posguerra y atendieron a estándares de vida -y de estética- que no coinciden con la realidad actual: ¿por qué no deberían ser reemplazados por construcciones más modernas?

Foto: Lenka Žižková,  Radio Prague International

La respuesta está, precisamente, en ese cambio de manos que se produjo hace unos 30 años.

“No creo que sea realista pensar que estos edificios serán derribados, ya que hoy son propiedad privada”.

La segunda gran consecuencia fue que, a diferencia de lo que sucedió en otros países de la región, los barrios de paneláky -o sídliště- no terminaron convirtiéndose en guetos con el paso de los años. Ya que los propietarios eran ciudadanos que desde hacía décadas vivían en estos edificios, los departamentos no fueron cedidos por el Estado a comunidades minoritarias, sino que continuaron siendo habitados por checos, dueños de cada ladrillo. O, más precisamente, de cada panel de concreto.

Una postal atípica de Praga | Foto: Juan Manuel Muttoni,  Radio Prague International

En Praga, la ciudad de las mil torres, solo se habla de un monstruo hecho de barro en el antiguo Barrio Judío. Mientras tanto, otros miles se alzan hacia el cielo, hechos de paneles de cemento, y no hay vueltas suficientes que se puedan dar alrededor de ellos para hacerlos desaparecer.

La exposición organizada por Helena Huber-Duodová 1956–1989: Architektura všem (1956–1989: Arquitectura para todos) en la Galería Nacional dedicó un espacio especial a los edificios de paneles, pero no únicamente. La especialista tuvo la tarea de seleccionar unas 350 construcciones vinculadas a la arquitectura de posguerra de un total de 25.000. Solo 40 proyectos de la época superaron la selección, que incluyó muebles y otras creaciones en espacios públicos, ya que la muestra buscó enmarcar cada obra dentro de un estilo de vida particular y mostrar su reflejo en los medios de comunicación. Obras icónicas como la Nová Scéna del Teatro Nacional, el Hotel Termal de Karlovy Vary, el hotel Ještěd en Liberec, entre muchas otras, son parte de la exhibición.

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