Los checos vuelven a las viviendas de hormigón o “paneláky”

Foto: Barbora Kmentová

Las viviendas de paneles prefabricados de hormigón, conocidas en checo como “paneláky”, lejos de pasar de moda ven renovado su interés. Su precio se ha desplomado en los últimos cinco años en un 25%, lo que ha disparado la demanda.

Foto: Barbora Kmentová
Aunque su construcción empezó después de la Primera Guerra Mundial, no fue hasta los años 50, en pleno régimen comunista, cuando los edificios de paneles de hormigón se convirtieron en el paisaje predominante de los extrarradios checoslovacos, y en general de todo el bloque del Este.

En su momento solucionaron de forma barata una crisis de vivienda y supusieron una mejora de nivel de vida para muchas familias. Tras la caída del comunismo, sin embargo, las llamadas “conejeras” pasaron a ser un símbolo de los malos tiempos: grises, deterioradas y uniformes.

Los llamados “paneláky” dejaron de construirse, pero tampoco fueron derribados. Una vez restaurados pueden convertirse en cómodos apartamentos cerca de zonas verdes y bien comunicados con el centro. Esto y la bajada general de precios que han experimentado desde 2008, a veces de hasta un 25%, han incrementado sus ventas este año, según informan las agencias inmobiliarias. Monika Hrušová, que acaba de comprarse un piso en un “panelák”, describe las ventajas que le ofrece su nuevo barrio.

Foto: Barbora Kmentová
“No me importa vivir en la periferia, pero a la hora de elegir escogí vivir en el límite del barrio, con vistas a unas villas, de forma que no tuviera delante otro edificio y pasar el azúcar a los vecinos de ventana a ventana. Lo más importante es tener cerca una escuela, un jardín de infancia, un centro comercial, tiendas, peluquería…”, señaló.

De hecho, y según un estudio publicado por la Televisión Checa, los habitantes de estas viviendas prefabricadas están a gusto en sus barrios, y todo a pesar de ciertos problemas como la falta de plazas de aparcamiento y una mayor incidencia del vandalismo.

La bajada de precios puede explicarse por la progresiva liberalización del mercado inmobiliario y el fin de los alquileres protegidos. Los agentes inmobiliarios aconsejan a los vendedores no invertir en la renovación del departamento, ya que los nuevos propietarios prefieren transformarlo a su gusto, y fijarse más en el estado general del edificio, la calefacción, el aislamiento o la fachada.

Foto: Barbora Kmentová
El lugar más caro para adquirir un piso en una vivienda de hormigón sigue siendo Praga, donde un estudio de 30 metros cuadrados sale por 47.000 euros, seguida a poca distancia por Brno. En Ostrava y Karlovy Vary este apartamento costaría 18.000 euros, mientras que el más barato lo encontraríamos en Chomutov, por solo 11.600 euros.

Actualmente viven en “paneláky” tres millones de personas en la República Checa, casi un tercio de la población.

Autor: Carlos Ferrer
palabra clave:
audio