7) “¡Quémalo todo, Max!” La muerte y el legado de Franz Kafka en el arte contemporáneo
Franz Kafka falleció el 3 de junio de 1924 a la edad de 40 años. Se dice que le entregó los manuscritos a su amigo Max Brod, pidiéndole “quemarlo todo”. Afortunadamente, Brod no obedeció y el legado de Kafka sigue apasionando a los lectores hasta el día de hoy.
Los últimos años de Kafka estuvieron marcados por una enfermedad grave y estancias frecuentes en los sanatorios. El director de la Casa Literaria de Praga, David Stecher, recuerda que a Kafka se le describe muchas veces como una persona enfermiza, pero mientras la salud se lo permitía, hacía ejercicio regularmente, se duchaba con agua fría e intentaba mantenerse en forma. En 1922, es decir, dos años antes de morir, la tuberculosis lo obligó a renunciar al trabajo en la Aseguradora de Accidentes Obrera. Por recomendación de los médicos pasó mucho tiempo respirando el aire fresco de las montañas.
“Entonces había una gran pandemia de gripe. Las personas morían y no todos saben que Kafka también la tuvo, pero consiguió recuperarse. Lo que pasa es que padeció tuberculosis y no se sabe cómo se contagió. Estuvo siete meses recuperándose en Tatranske Matliare, Eslovaquia, y no escribió nada ahí. Desde Tatranske Matliare se fue a Špindlerův Mlýn al norte de Bohemia y se alojó en el hotel Krone, hoy en día Savoy. Ahí empezó a escribir realmente la novela El castillo. Por supuesto, después estuvo en un sanatorio cercano a Viena”.
En el sanatorio de Kierling, a unos 20 kilómetros al norte de Viena, Franz Kafka murió el 3 de junio de 1924. Ahí solo escribió cartas. Hasta el final le brindó mucho apoyo su novia Dora Diamant. Sus padres, Herman y Julie Kafka, lo sobrevivieron y están enterrados junto a él en el Nuevo cementerio judío de Praga. También las tres hermanas pequeñas de Kafka, Gabriela, Valerie y Otilie, sobrevivieron al escritor. Todas murieron en los campos de exterminio nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Otra persona que visitaba a Franz Kafka en los sanatorios fue su gran amigo Max Brod. Fue él a quien le entregó Kafka sus manuscritos, quien los conservó y después de la muerte del escritor, según dicen, los publicó a pesar de que Kafka se opusiera a la idea. No obstante, Brod se esforzaba desde siempre por promocionar las obras de Kafka y muchas más.
“Dicen que cuando Franz Kafka ya sufría de tos, dijo: ‘¡Quémalo todo, Max!’ Pero Max Brod nunca se lo prometió. Algunos quieren describir la relación entre Max Brod y Franz Kafka como la de Salieri y Mozart. Realmente no es así. Max Brod era el que luchaba, promocionaba la cultura checa y viajaba a Alemania para hablar con los editores y promocionarse tanto a sí mismo como a otros. Él fue el primero en tomar lo que había escrito Kafka y conseguir que se publicara. Sin Max Brod nadie sabría quién es Leoš Janáček. Pero Max Brod también era escritor”.
Huida a Palestina
Max Brod junto a Franz Kafka, Felix Weltsch y Oskar Baum formaban el llamado Círculo de Praga, los cuatro escribían en alemán, se reunían regularmente y después de la muerte de Kafka los tres escritores seguían en la tradición. Sus actividades se suspendieron con la llegada de los nazis a Praga. Tanto Brod como Weltsch consiguieron huir el 14 de marzo de 1939 en el último tren libre que salió de Checoslovaquia. Al día siguiente, los nazis ocuparon el territorio de Bohemia y Moravia. Según David Stecher, precisamente en este momento se demostró que Max Brod realmente fue un amigo extraordinario de Kafka cuando durante la huida se llevó el legado de Kafka.
“No podía saber qué valor tendría. A él le importaba, y eso es lo más importante, ser un amigo verdadero, por eso consideraba tan importante salvar el legado de Kafka. Cuando queda algo de una persona, es un recuerdo. Pero no era nada fácil. Aquí surgió el Protectorado de Bohemia y Moravia. Después, no fue nada fácil salir del país. Y tampoco se trataba de una bolsita, tenía que cargar con una maleta entera”.
Por medio de Galicia y Rumanía, donde se subieron al barco Bessarabia, los matrimonios Brod y Weltsch llegaron a Palestina. Max Brod se estableció en Tel Aviv y trabajó como dramaturgo. Se seguía esforzando para promocionar la cultura checa, no obedeció el deseo de Kafka y decidió publicar sus manuscritos. Después de la Segunda Guerra Mundial, el interés por la obra de Kafka empezó a ganar fuerza.
“Es fenomenal por el hecho de que cada uno puede encontrar algo en la obra. Cada persona debería quedarse con lo que considere pero nunca estaría de acuerdo con la afirmación de que es sobre la soledad. Por ejemplo, se trata de la lucha de un individuo, eso sí. Pero la cuestión es que aunque uno esté solo, no es solo. Kafka fue una prueba de ello gracias a sus excelentes amigos. Y uno de los más cercanos o el más cercano se encargó de que supiéramos de la existencia de Kafka y que sus obras se publiquen hasta el día de hoy”.
Disputas por la obra de Kafka
Max Brod murió en 1968 en Tel Aviv. Su legado y, por lo tanto, también los manuscritos de Kafka los heredó la secretaria de Brod Ester Hoffe, quien se los regaló a sus dos hijas. Ellas, como explica David Stecher, supuestamente iban vendiendo la obra de Kafka, por ejemplo, a un coleccionista que, posteriormente, vendió un manuscrito de Kafka al archivo literario de Marbach, Alemania.
“Ninguno de los testigos o los participantes en la disputa sigue vivo. Se decía que alguien de la familia, no la de Max Brod, sino de la secretaria, iba vendiendo los manuscritos de Kafka. Después, por supuesto, había una pelea sobre a quién le pertenecía Kafka. Hubo un pleito muy largo entre la Biblioteca Nacional de Jerusalén y el archivo literario de Marbach. Al final, ganó la biblioteca de Jerusalén”.
No obstante, un original de Kafka se quedó en Marbach, otro está guardado en Oxford y el resto en la Biblioteca Nacional de Israel. De acuerdo con David Stecher, el movimiento de los manuscritos no está del todo estudiado, pero un manuscrito de Kafka desconocido, probablemente, ya no se llegue a encontrar.
Kafka sigue vivo
A pesar de que se cumpla este año un siglo desde la muerte de Kafka, el escritor no deja de inspirar con su vida y obra a otros artistas de todo el planeta. La reflexión de la obra de Kafka en el arte contemporáneo es el tema de la exposición KAFKAesque que se puede visitar hasta el 22 de septiembre de 2024 en el Centro del arte contemporáneo DOX en Praga. La exposición muestra obras de más de 30 artistas, entre ellos al guionista estadounidense David Lynch, al director de cine checo Jan Švankmajer o al escultor y pintor Jaroslav Róna, quien, como dice, está en un contacto interno permanente con Franz Kafka.
“Yo sigo leyéndolo y soy su gran admirador ya solo por el hecho de tener mi estudio en el cementerio en el que está enterrado. Se encuentra a unos 300 metros de mi estudio, así que yo lo visito a menudo, porque la tumba de mi padre está en la misma zona del cementerio que la tumba de Franz Kafka”.
Jaroslav Róna expone en el Centro DOX una serie de dibujos inspirados en los relatos de Kafka y también dos cuadros en los que representa al propio escritor: Franz Kafka visitando a Gregorio Samsa, que reacciona al cuento Metamorfosis, y Kafka en Trieste que muestra al escritor perseguido por un ángel metálico con una espada; la idea parte de los diarios de Kafka.
Jaroslav Róna se interesaba de manera intensiva por la obra de Kafka cuando trabajaba en la parte visual de la película Amerika, inspirada en una novela de Kafka. Como dice, también tiene una relación muy estrecha con los autores que se vinculan abiertamente a Kafka como, por ejemplo, Jorge Luis Borges o Haruki Murakami.
“Él busca lo que está detrás de las palabras. Entiende la escritura como un bastón imperfecto para expresar lo que quiere decir. Una muestra de ello son las notas en sus diarios donde aparecen, por ejemplo, diez versiones de una misma frase. Creo que a todos les llama tanto la atención por el método peculiar de buscar la composición de las palabras para expresar cierto significado. Y esto es lo que hace cada artista. No es solo lo que está escrito. Detrás hay un mundo o un espacio increíblemente peculiar o amplio que permite la interpretación”.
Memorial de Franz Kafka
La obra más importante de Róna que se vincula a Franz Kafka es, sin lugar a dudas, el memorial del escritor situado al lado de la Sinagoga Española de Praga. Se trata de una escultura de bronce y de casi cuatro metros de altura que demuestra dos cuerpos, donde el cuerpo más grande, el inferior, es solo un traje vacío que lleva en sus hombros a Franz Kafka. Jaroslav Róna se inspiró en el cuento de Kafka La descripción de una lucha en el que uno de los personajes (el alter ego de Kafka) se sube a los hombros de su amigo.
Las dos figuras, sin embargo, también apuntan a las reflexiones de Kafka en sus diarios donde escribe que no tiene tiempo para la creación literaria y que le gustaría desdoblarse. También puede hacer referencia a la relación complicada de Kafka con su padre. “Mi interés era crear una estatua que tuviera muchas interpretaciones, igual que la obra de Franz Kafka”, concluye el autor y describe lo que le supuso más dificultad a la hora de crear la escultura.
“Yo sufría muchísimo por el hecho de no conocer su cara de perfil. Todas las fotos están tomadas por delante o un poco de lado pero no era posible averiguar cómo tenía la nariz. De algunos dibujos de sus coetáneos deduje que tenía nariz aguileña pero no hay prueba de ello. Luchaba con la idea de desenterrar su cráneo para poder reconstruir su cara, para ser exacto. Pero, por supuesto, nunca me atrevería a hacerlo”.
Una miniatura de dicha estatua de Jaroslav Róna la reciben los laureados del Premio Internacional Franz Kafka que entrega desde 2001 la Sociedad Franz Kafka. Entre ellos figuran, por ejemplo, el mencionado Haruki Murakami, Václav Havel, Margaret Atwood o Milan Kundera.
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