Tecnología checa vigila Machu Picchu desde hace más de 20 años
Vít Vilímek de la Universidad Carolina de Praga y Jan Klimeš, de la Academia de Ciencias, recibieron recientemente el Premio Hiroshi Fukuoka, otorgado por el Consorcio Internacional sobre Deslizamientos de Tierra. El galardón se debió a su investigación de los deslizamientos en Perú, que se remonta a más de 20 años y cuyos resultados protegen monumentos de inmenso valor para la humanidad, así como vidas humanas.
La historia empezó en los años 90, cuando Vít Vilímek viajó al Perú por primera vez como alpinista. Gracias a los contactos con la Embajada Checa en el país, pudo asistir en 1996 a una conferencia internacional e inaugurar la colaboración formal entre científicos checos, que desde 2003 cuentan también con Jan Klimeš, y sus colegas peruanos.
Machu Picchu
“Los compañeros peruanos adoptaron el sistema de medición y ahora funciona sin nosotros. Esto me parece el resultado más importante”.
Jan Klimeš
El Santuario histórico de Machu Picchu se convirtió en el centro de atención de los científicos checos debido a una investigación japonesa que había llegado a la conclusión de que el sitio corría peligro de desaparecer por los deslizamientos o derrumbes. Cuenta Vilímek que aquellos resultados le parecían “exagerados” y por eso decidió comenzar con sus propias investigaciones en el terreno, que derivaron en conclusiones muy distintas. Mientras que los japoneses medían en superficie, dando noticias alarmistas, los checos midieron en profundidad, desactivando la alarma.
“En Machu Picchu instalamos un simple pero preciso y eficaz sistema de seguimiento de las grietas. Éstas tendrían que abrirse paulatinamente para que luego sucediera un derrumbe de bloques o un deslizamiento. Y esto lo podemos controlar con una medición precisa. El asunto es bastante simple, se trata de una, digamos, barra que mide con una exactitud de la décima parte de un milímetro la velocidad de apertura en los puntos de separación”.
Explica Vilímek que había que elegir un sistema simple y efectivo para que su uso no implicara complicaciones para los científicos peruanos mientras los checos no estuviesen en el lugar. Por eso, las medidas inventadas por los checos se impusieron a las soluciones complicadas de otros equipos internacionales. A su vez, puesto que se trata de un monumento arqueológico tan único y Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, no era posible instalar aparatos de manera fija.
Afortunadamente, las mediciones checas no han reportado, hasta el momento, datos preocupantes y el mayor aporte del sistema, prosigue Klimeš, es que en el presente el control se efectúa sin ninguna clase de intervención por parte de los checos.
“En una parte de Machu Picchu, Intihuatana, que es uno de los lugares sagrados más visitados, se midieron en la cuesta rocosa los movimientos más grandes. Para saber si no era resultado de la gran cantidad de turistas, prohibieron o restringieron temporalmente la entrada. Entonces, las mediciones también se utilizan de esta forma. Quiero subrayar que esto se efectuó sin nuestra presencia. Los compañeros peruanos adoptaron el sistema de medición y ahora funciona sin nosotros. Esto me parece el resultado más importante”.
Cordillera Negra
Después de Machu Picchu, Vilímek y Klimeš comenzaron una investigación en la localidad de la Cordillera Blanca, no obstante, en 2009 cambiaron de planes debido a un gran deslizamiento de tierra en la Cordillera Negra que había dejado víctimas mortales.
Durante dos años, recopilaron material sobre el deslizamiento en colaboración con los colegas de la ciudad de Huaraz. Cuando decidieron viajar al lugar de la tragedia, no obstante, se encontraron con una dificultad que no habían experimentado antes, dice Klimeš.
“Aunque trajimos con nosotros a un estudiante que hablaba quechua, los habitantes no querían hablar con nosotros. Una mujer, incluso, nos tiraba piedras. Mucho después lo entendimos cuando en 2016 obtuvimos el apoyo de la Embajada Checa para trabajar ahí con mayor intensidad. Gracias a los compañeros peruanos supimos que el deslizamiento había afectado mucho a los habitantes, acostumbrados a unos deslizamientos de máximo dos metros. Pero este deslizamiento se aceleró, se transformó en una corriente torrencial, es decir, una ola de barro de 3 metros de altura y de gran velocidad. Casi toda una familia murió”.
Prosigue Klimeš que ningún equipo científico peruano era capaz de explicar los sucesos a los habitantes de la localidad. Por eso, crearon su propia interpretación, que vincularon a la búsqueda de metales preciosos y la explosión de dinamita. Así, no querían dejar entrar en su pueblo a personas ajenas. A partir de entonces, explica Klimeš, pudo entablar poco a poco una comunicación con los habitantes cuyo objetivo era buscar medidas de prevención contra deslizamientos futuros.
“Lo crucial era evitar más víctimas mortales. Así, con el compañero Vilímek preparamos una información en español, incluidas fotos de las casas, en la que mostrábamos dónde era mejor no vivir. También los habitantes necesitaban saber qué puntos de la aldea eran seguros. Hicimos un mapa de cuatro colores que muestra el grado de peligro de deslizamientos. Un año después, los habitantes pudieron obtener una subvención para construir dos nuevos tanques de agua. Hasta entonces, las autoridades no querían conceder esta ayuda porque de forma general consideraban peligrosa toda la localidad y no querían malgastar recursos”.
Además, en el pueblo se instalaron carteles que advierten de una zona de peligro que es recomendable cruzar lo más rápido posible, así como unas flechas de evacuación. Estas indican, por ejemplo, no descender corriendo. La última medida, dice Klimeš, fue la medición preventiva de la situación que efectuaban los especialistas peruanos. No obstante, esta actividad se vio interrumpida por el COVID-19, cuando no solo los checos no pudieron viajar a Perú sino que tampoco los científicos peruanos tenían acceso al pueblo.
Písac, Chavín
“Así que, de vez en cuando, pasan cosas de forma natural, uno tiene que agarrar la oportunidad. No siempre se puede predecir”.
Vít Vilímek
Desde hace un año, Vilímek y Klimeš monitorean también un deslizamiento cercano a otro sitio arqueológico de mucha importancia, Písac, donde se producen deslizamientos crónicos. En colaboración con la Universidad de Ostrava, también hicieron una lista de deslizamientos en toda la Cordillera Blanca que tiene mucho potencial científico para el futuro, destaca Klimeš. Esta localidad comprende otros monumentos arqueológicos de importancia, por ejemplo, el complejo de Chavín de Huántar, también Patrimonio de la Humanidad, amenazado por los procesos naturales.
Por su parte, Vilímek sostiene que, igual que se demostró en la Cordillera Negra, la investigación no se puede planear siempre y depende mucho de los sucesos en curso.
“Las investigaciones surgieron de forma espontánea. En la Cordillera Blanca queríamos investigar lagos glaciales pero cuando nos enteramos del gran deslizamiento en la Cordillera Negra, partimos hacia allá. O cuando habíamos estado ya una vez en Huascarán, viajamos también a Machu Picchu. Ya estábamos en el país y nos parecía que tenía sentido hacer algo nuevo, así que dedicamos una semana a Machu Picchu que desembocó en un gran proyecto. Así que, de vez en cuando, pasan cosas de forma natural, uno tiene que agarrar la oportunidad. No siempre se puede predecir”.
Convencido de la futura presencia de los investigadores checos en Perú, Klimeš concluye que “hay muchísimos lugares interesantes en Perú y demasiadas cuestiones que examinar”.
Los científicos checos colaboran en Perú con:
- El Parque Arqueológico Nacional de Machu Picchu - Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco - Ministerio de Cultura
- INAIGEM (Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña)
- INGEMMET (Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico)