¿Es este el ritual navideño checo más difícil de entender para latinos y españoles?
Hispanohablantes que viven en Chequia compartieron con RPI sus opiniones y experiencias sobre la tradición checa navideña que incluye criaturas tan fantásticas como desconcertantes y que despierta el interés de niños y adultos por igual.
Ligera pero incesante, la nieve continúa su caída y se acumula silenciosamente en el asfalto. Las calles están vacías, incluso de sonidos. En el interior de las casas, por el contrario, ya han sonado algunas canciones, acompañadas por una guitarra. Platos de pescado, preferentemente carpa, y ensalada de papa han pasado por la mesa. Llega el momento de vivir una de las tradiciones checas más esperadas: el televisor se enciende y en él aparecen príncipes y princesas, demonios, criaturas fantásticas, héroes; personajes de cuentos de hadas que, en esta parte del mundo, son una parte esencial de la Navidad. Sin embargo, para gente de otros países, resultan tan exóticos como la nieve para un cubano.
Las películas sobre fábulas checas, como Tres nueces para Cenicienta (Tři oříšky pro Popelku) o No se juega con el diablo (S čerty nejsou žerty), entre tantas otras, son clásicos de la Navidad en estas tierras y tanto niños como adultos se reúnen alrededor de una pantalla para verlas cada año con gran entusiasmo. Esta particularidad hace que la festividad se viva de forma atípica para latinos y españoles que han adoptado a Chequia como su nueva casa. Según Ramsés, que ha cambiado La Habana por Praga, las diferencias entre Cuba y Chequia, en esta época del año, son radicales por múltiples motivos.
“Si les soy sincero, para nosotros, los cubanos, el tema de la Navidad no es algo muy significativo debido a que nosotros solamente tenemos quizás 20 años celebrando Navidades. Antes, en nuestro país, estaba prohibido festejar la Navidad. Esto quiere decir que, para personas como yo, la Navidad no es algo muy significativo. Puedo decir que aquí en la República Checa, mi primera Navidad, y casi todas, fueron algo impactante, debido a que fue todo diferente: las decoraciones, las luces, la nieve, todo el ambiente navideño, el cual no se vive aún tan fuerte en mi país. Entonces, para mí es casi que algo nuevo, esta sensación navideña, y eso que no la siento como la sienten los nativos aquí. Pero, poco a poco, ya se va haciendo parte de mi vida, como le sucede a alguien que vive aquí en la República Checa”.
A pesar de los cambios, Ramsés considera que estas fechas representan una experiencia “bonita” y “muy interesante”. Sin embargo, las fábulas checas suponen un desafío de comprensión más complejo y no solo desde el punto de vista del idioma. Estéticamente, estas películas aparecen extrañas a los ojos desacostumbrados: ¿cuentos de hadas de los años 50 y 70 representados por actores de carne y hueso? ¿Podría ser esta experiencia aún más incomprensible que el idioma checo para un latino? Probablemente, no. Pero, de todos modos, Ramsés asegura que la experiencia no resulta nada familiar.
“Me resulta un poco extraño. Aunque sé que es normal que mientras dura el ambiente navideño, todas las películas, todos los programas están relacionados con el tema de la Navidad. Pero la realidad es que he visto ciertas cosas que son raras para mí, como, por ejemplo, cada Navidad aquí se ponen cuentos para niños, que lo mismo lo ven los adultos que los niños, pero para ser sinceros, no los veo muy adecuados o que tengan mucha relación esos cuentos con los niños, porque me parece que no son tan, tan para niños. A veces los personajes son un poco terroríficos, por llamarlo de alguna manera, y no veo que sean para niños. Algunos sí, pero otros realmente… hay algunos en especial, por ejemplo, uno en el que sale un diablo, algo así, que ni siquiera puedo pronunciar el nombre”.
Mientras algunas costumbres parecen sencillamente imposibles de asimilar por otros países, otras tendencias se establecen de forma gradual y atienden, también, a cambios de época.
“Realmente para nosotros, los cubanos, siempre lo más importante ha sido celebrar el Año Nuevo, las Navidades no eran así, de hecho, hasta hace 20 años atrás, los días 24 y 25, mientras que el mundo entero estaba detenido, nosotros, en Cuba, teníamos que trabajar”.
Si Cuba resulta demasiado lejana como para compararla con Chequia y sus tradiciones, España se suma al juego de las diferencias. Raúl, oriundo de Extremadura, recuerda haber visto Nebojsa, otro clásico de 1989, en compañía de su familia checa. En sintonía con Ramsés, este joven español califica la película de “estrambótica”, pero intuye que la pieza encierra un valor especial para la cultura de este país, puesto que cuenta una historia alojada en el imaginario colectivo de los checos.
“Es muy raro que la ven en Navidad, pero si te pones a pensar, nosotros en España en Navidad también vemos Solo en casa y otras películas que no tienen tampoco mucho que ver con lo que estamos viviendo. Y son tradicionales porque las suelen poner en Navidad; entonces, me imagino que para ellos es algo parecido. Y como se trata de una fábula, pues por lo menos quizás tiene más sentido, porque sacan algo de esa película, ¿no? Y yo creo que la disfrutan por eso, por el sentido que le da la fábula a este momento y me imagino que porque tendrá su historia detrás de ello, aunque yo no la conozca tan bien. Aquí todo el mundo la conoce”.
Clásicos de aquí y de allá
Latinoamericanos y españoles también conocen, a fuerza de repetición cuasi religiosa, la música inequívoca de la Navidad, el tema, en ocasiones, puede mezclarse con la imagen de un niño gritando frente a un espejo tras aplicarse loción para después de afeitarse.
A pesar de que Kevin McCallister no es un desconocido para los checos, la Navidad, para ellos, suena en la voz de Karel Gott, el cantante más famoso de la historia del país, que interpretó el tema principal de la fábula más emblemática de todas, La cenicienta y el príncipe.
Sin embargo, este clásico no solo es apreciado por los checos. La película, basada en un relato de la escritora checa Božena Němcová y estrenada en 1973, puede no ser perfectamente comprendida por latinos o españoles, pero para alemanes y noruegos el film representa una pieza fundamental de los ritos navideños. De hecho, la realización de la película fue posible gracias a una coproducción checo-alemana y algunas de sus escenas más icónicas fueron grabadas en el país teutón. Actualmente, el castillo de Moritzburg se ha convertido en la meca de los fanáticos de Popelka, ya que en él se desarrollan escenas en las que la protagonista asiste al baile del príncipe.
La historia es una versión alternativa del clásico infantil La Cenicienta. Popelka, es decir, Cenicienta, lleva una vida miserable a causa del destrato que recibe por parte de su madrastra y de su hermanastra. La diferencia principal de esta versión se encuentra en las tres nueces mágicas, de allí el nombre original del film, de las que salen tres vestidos muy especiales. Gracias a estos atuendos, y a su audaz personalidad, Popelka enamora al príncipe del reinado, que, como no puede ser de otra manera en este mundo de fantasía, la rescatará de su cruel realidad y le dará una nueva vida de princesa.
A diferencia de otras fábulas checas, gran parte de las escenas de esta película se desarrollan en un paisaje bucólico donde la nieve es casi tan protagonista como la propia Libuše Šafránková, quien interpreta a Popelka. Este detalle hace que la producción se conecte con la Navidad checa, al menos desde el punto de vista climático, a diferencia de lo que sucede con otros cuentos de este tipo, que parecen no tener mucho que ver con estas festividades en ningún aspecto.
Pero lo cierto es que, en el caso de Popelka, la nieve es, quizás, la única coincidencia que se puede encontrar entre el cuento y la Navidad.
Pero, por supuesto, esta película no es la única que los checos disfrutan durante esta época del año. Otras decenas de producciones que incluyen las palabras “príncipe” o “princesa” son harto populares, además de cuentos protagonizados por criaturas fantásticas como las que sorprendieron tanto a Ramsés.
Matías, proveniente de Chile, también se ha encontrado algo perplejo frente a este ritual.
“La que más recuerdo yo, porque creo que la he visto todos los años, trata sobre una especie de duende verde que esta con otro muchacho vestido de negro, que es como el diablo del pantano. No entiendo muy bien cómo es la historia, pero sé que la ven porque es como el Mi pobre angelito (Solo en Casa, Home alone) nuestro para la Navidad, creo que es algo parecido aquí con esa misma película. Y sí es verdad que la ve hasta la abuelita de la familia y disfrutan desde chicos hasta los viejitos, eso es verdad, para mí. No sé si será por una cosa de que no entendemos quizás la película en sí que a lo mejor la encontramos un poco extraña e incluso como que nos parece hasta raro que lo vea gente adulta, porque a lo mejor el contenido no es tan malo”.
A pesar de no comprender por completo estas obras, especialmente por el idioma, Matías entiende que estas fábulas televisadas se han convertido en parte de los clásicos, a fuerza de repetición. Su observación encuentra asidero en el hecho de que algunas de estas producciones datan de los años 50, como Pyšná princezna (La princesa orgullosa), que también se encuentra entre las más aclamadas. A lo largo de más de 70 años, los checos han sabido incorporar estos títulos a sus actividades navideñas favoritas, especialmente porque el clima los invita a permanecer en casa, en la comodidad del sofá y, por supuesto, de la calefacción.
Matías, más acostumbrado a las aventuras de Kevin MacCallister que a las de los monstruos del pantano, reconoce el valor que tienen estas piezas para niños y adultos por igual y destaca que hay un sentimiento que no hace caso a límites geográficos: la nostalgia.
“Yo creo que son clásicos. Yo creo que por eso la gente las sigue viendo. Hay mucha gente a la que le gusta Elvis Presley y aunque viene sonando desde hace mucho, cuando lo escuchas tú igual vas a mover la pierna, porque ya es parte de los clásicos, de la música, de canciones que vienen sonando hace mucho tiempo y se pegan y aunque no quieras, te sabes las letras, y yo creo que en este caso las películas checas ya terminan siendo una tradición. Tanto tiempo que los checos llevan haciendo lo mismo, son películas que terminan convirtiéndose en parte de un repertorio que tienes que cumplir, dentro del protocolo navideño, por así decirlo. Así que, dentro de todo, me parece interesante; extraño, pero le encuentro que tiene como un sentido lógico, le encuentro la lógica al tema. Si toda la vida viste la misma película durante toda tu infancia y tu adolescencia y tu vida adulta, obviamente que trae recuerdos, así como de repente uno se acuerda de olores que te recuerdan a tu familia, cuando no estás en Chile, por ejemplo, en mi caso. Me imagino que estas películas también llevan a todos los checos a momentos felices que vivieron cuando eran más chicos, al menos eso creo yo en mi experiencia”.
Bienvenido lo desconocido
Aunque esta tradición resulta ajena a quienes no la han experimentado desde pequeños, en ocasiones puede servir de vehículo para sortear otros obstáculos culturales. Ya que estas fábulas se ven en familia, no comprender el idioma o las historias en sí, resulta menos importante que el hecho de encontrar una excusa para que los integrantes del círculo familiar pasen tiempo juntos.
Tal es el caso de Sara, oriunda de Colombia, para quien estas fábulas tienen un valor muy especial. Gracias a esta tradición, pudo acumular momentos de calidad en compañía de la familia de su esposo checo, en momentos en que el idioma se había erigido como un obstáculo infranqueable para conectarse con ellos.
“El recuerdo más bonito para mí, lo más importante para mí es haberlas visto en Navidad con la familia de mi esposo. Yo estoy casada con un checo, entonces para mí han sido importantes en el sentido que me ayudaron a acercarme a la familia durante las primeras Navidades, pues el idioma fue una barrera muy grande, entonces el hecho de podernos sentarnos todos enfrente del televisor a mirar algo, más o menos universal, porque si te pones a pensar, Popelka es Cenicienta y me recuerda a lo que yo veía en Colombia, o a los cuentos que yo leía de niña. Entonces, aunque no entendiera el idioma, era fácil asociarlo con algo que yo ya conocía. Entonces, yo tengo sentimientos bonitos hacia estas películas. Me ayudaron a conectar, me ayudaron a acercarme a la familia de mi esposo. También tiene que ver el tema del clima, que no es como en Colombia, por ejemplo. No sales a sentarte a la calle con los vecinos para hablar, sino que estás en la casa con la calefacción y es cómodo estar frente al televisor viendo este tipo de cosas”.
A su favor, Sara contaba con un interés previo por este tipo de historias y estaba más acostumbrada que Ramsés, Matías o Raúl a consumir productos culturales que se suponen pensados para niños. De esta manera, volver a ver historias que no le resultaban del todo ajenas, pero reversionadas bajo la óptica checa, le resultó una experiencia enriquecedora. El hecho de acostumbrarse desde la infancia a este tipo de historias parece ser la clave de poder valorarlas. En el caso de Sara, “distinto” también significa “interesante”.
“También fue bonito ver la adaptación a la vida checa: cómo se ven las montañas llenas de nieve, el vestuario que usan; ese cambio es bonito. Es interesante culturalmente, así que tengo sentimientos bonitos hacia las fábulas. Soy bastante atípica, en ese sentido, a mí me gusta ese tipo de películas, me gusta ver cuentos de Disney. Yo solía ver dibujitos animados con mi abuelo en la mañana. Entonces estoy acostumbrada a eso, en Colombia también es un tema que te sientas en familia, en frente del televisor y compartes algún programa o incluso tienes el programa de Navidad o de Año Nuevo, que te cuenta hasta medianoche. Entonces a mí esta tradición me trae recuerdos como de casa. Además, me ayudó a adaptarme. Sobre todo por el tema del idioma”.
Una síntesis checa
Las fábulas checas parecen haber encontrado la fórmula secreta para generar recuerdos invaluables. Este fenómeno explica por qué una familia entera, con ancianos y niños igualmente entusiasmados, decide cada año sentarse frente al televisor y disfrutar de las imágenes, a veces en blanco y negro, que representan, junto al árbol navideño y los platos típicos, la esencia de la festividad.
Petra, nacida en la ciudad de Hodonín, fronteriza con Eslovaquia, ha pasado la mayor parte de sus navidades en Chequia, pero no le ha faltado oportunidad para disfrutar de esta festividad en otros países, entre ellos, Argentina. Al ser consultada acerca de su punto de vista sobre las fábulas checas, sus conclusiones parecen sintetizar los comentarios de los latinos que han vivido la misma experiencia. Llamativamente, al hablar sobre este ritual, también descubre que la magia de las películas de Navidad va un poco más allá de su entendimiento, y logra que la gente de su país las incorpore sin necesidad de reflexionar acerca de las historias en sí o de si tienen o no que ver con la Navidad.
De forma casi natural, y a pesar de que los personajes de estas historias no están vinculados al relato de la festividad religiosa en sí, los checos las asimilan como un sinónimo de estas fechas.
“Yo creo que las miramos porque nos traen recuerdos de la niñez, de cuando uno es chico y está esperando los regalos. Siempre miras estas películas, estas fábulas, así que ahora te traen recuerdos de eso.
Yo diría que es una parte importante del ritual navideño: te sentás con unas galletas navideñas, tenés ahí el arbolito y estás mirando la tele, entonces siempre fue así y así se repite. Es parte de un ritual, no se trata de calificar las películas y decir ‘me parece que son buenos actores’ u otra cosa, no tiene nada que ver con la calidad de la producción, diría yo; no es importante. El contenido es muy simple, vos sabes que es una fábula y sabes que al final los buenos van a ganar, así que cuando lo miras como chico es algo muy tranquilizador, que ves que a los malos siempre terminan castigados y como adulto, entonces, ya es algo que viste desde hace siempre, y bueno, así que querés verlo de nuevo y eso es la Navidad”.
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A pesar de que algunas películas están claramente establecidas como clásicos, la televisión checa se encarga de, cada año, presentar una nueva versión de las fábulas o nuevas historias con actores de la actualidad. Estos lanzamientos son un verdadero suceso acompañado por el interés de la audiencia. El clásico, a estas alturas, ya no se limita a una serie de films, sino al hecho en sí mismo de ver películas de este tipo a fin de año.
Mientras que la nieve puede ausentarse en alguna Navidad checa, las fábulas televisivas parecen inmunes a toda circunstancia. Mientras haya Navidades, habrá películas para ver en familia, aunque algunos de sus integrantes, importados de otros países, las observen entre la perplejidad y el interés, pero sobre todo, agradecidos por la cálida bienvenida que reciben en estas tierras, a pesar de que el clima sugiera otras ideas.