La historia sin fin: el legendario film sobre el Gólem que lleva casi tres décadas de realización
Notable creador del cine de animación checo, el director Jiří Barta nos revela en esta entrevista las novedades y la intrincada historia de su película sobre el Gólem que, de concluirse algún día, promete ser su obra maestra.
No es exageración ni tampoco novedad decir que República Checa es uno de los países con mayor fama en cine de animación del mundo. Pero además, esa gran tradición que se remonta a las primeras décadas del siglo XX cuenta también con una actualidad destacada y, como si eso fuera poco, muchos de sus principales referentes aún siguen activos. Uno de ellos es el notable creador Jiří Barta que, además de haber realizado películas de altísima calidad, también es un testigo privilegiado de la época dorada del cine de animación checo.
“Cada autor era un poco diferente, entonces éramos en realidad como un conjunto de individualidades y cada uno tenía su propio estilo, su tema y podíamos hacer películas o series originales de autor, y así fue cómo surgió todo. Mis colegas fueron creando su propio estilo, por ejemplo, Jan Švankmajer, que es muy original y en la República Checa encontró la oportunidad de desarrollarse”.
Además del mencionado Švankmajer, muchos de los trabajos de Barta también cruzaron las fronteras de Chequia para circular en algunos festivales especializados de Europa, Estados Unidos y hasta Latinoamérica. Con humildad y grandeza, Barta solo dice al respecto que se alegra de que sus trabajos sean conocidos tan lejos y agrega que estuvo en dos oportunidades en aquella parte del mundo: una semana en Brasil, donde presentó una de sus películas, y unos catorce días en Perú para dar un taller sobre ese lenguaje tan especial en el que encontró su principal medio de expresión.
“La animación es, en realidad, otro tipo de lenguaje, un lenguaje específico para expresarse que está un poco entre el teatro y las bellas artes, un lenguaje ágil que cuenta con la metáfora como llave que abre puertas y así como algunas películas trabajan con la psicología, en el cine de animación trabajamos con la alusión y la metáfora, es como poesía, es como hacer poesía”.
Pero además de esas metáforas e imágenes bellas tan características del cine de animación también es necesaria, según Barta, una buena dramaturgia, una trama, una buena historia que, al mismo tiempo, debe contar con cierta estilización. Eso es precisamente lo que define a muchas de sus producciones, entre las cuales las más conocidas son, por ejemplo, El flautista de Hamelín y Juguetes en el ático, una película que algunos críticos consideran la Toy Story checa.
“Nuestra intención la verdad que era muy distinta, la escribimos con mi colega Edgar Dutka y queríamos regresar a nuestra infancia, a esa época en la que no teníamos los hermosos juguetes de hoy y la imaginación era lo importante. Entonces pensábamos que un ladrillo ordinario era una estufa, o que detrás del armario había una montaña alta, o que en el maletero podía haber una habitación en la que vivían pequeños títeres, queríamos trabajar con eso, con ese tipo de fantasía”.
Barta considera, en efecto, que una de las claves de sus películas es combinar la realidad con la imaginación. Pero de todas las fantasías, la que sin lugar a dudas más lo atrajo como creador fue la leyenda del Gólem, uno de los grandes hitos culturales de Praga que contó con innumerables adaptaciones tanto en el cine como en la literatura. La versión animada del Gólem de Barta es casi tan mítica como la mismísima leyenda en la que se inspira, ya que la empezó a trabajar en el año 1993 y, desde entonces, la película viene atravesando varios cambios de guion, distintas técnicas narrativas y hasta algunos problemas de financiación. Sin embargo, lo que aun tiene en claro Barta es que la película estará basada en El Gólem de Gustav Meyrink, aquella exitosa novela en la que la extraña criatura aparecía solo en algunas páginas y más que un personaje en sí mismo tenía que ver más bien con la atmósfera asfixiante y laberíntica del antiguo barrio judío.
“Lo que me gusta es que ese toque del Gólem es tan sutil como breve, pero al mismo tiempo muy intenso, así que queríamos ir por ese camino. Primero, hablamos de dónde y en qué momento íbamos a ubicar esta historia. Así que decidimos que probablemente sería entre el siglo XIX y XX, tal como Meyrink utilizó esa época”.
Luego hubo algunos debates con los productores del film que tenían sus dudas y rescribieron ese primer guion unas tres o cuatro veces. Una de las grandes dificultades de este proyecto, explica Barta, es que, en su opinión, lo que espera la mayoría de la gente es una obra comercial que transcurra durante el exótico reinado de Rodolfo II que, además de incluir en su corte tanto a los alquimistas como a los más grandes científicos, tenía una impresionante colección de arte y curiosidades.
“Al final nos decidimos por una versión que no es como la leyenda clásica tradicional, sino que se trata más bien de la búsqueda del Gólem, en realidad es la historia de un estudiante que realmente encuentra al Gólem en el ático de la Sinagoga Vieja-Nueva, y lo despierta mediante un shem que encuentra en algún lado y copia de libros antiguos”.
Al día de hoy, el tan postergado proyecto de Barta sobre el Gólem cuenta con una coproducción entre Chequia, Francia y Holanda y hasta tuvo una exitosa presentación en Cartoon Forum, el prestigioso fondo europeo para cine de animación. Barta revela, además, que una de las últimas ideas que aplicaron a ese guion tan cambiante fue la de dar cuenta, además, de un período político muy tumultuoso de la historia checa.
“Es un estudiante de ciencias exactas cuyo hobby es la animación, y a partir de que encuentra al Gólem se despliega una historia muy extraña que lo llevará a un mundo tan mágico como esa arcilla que mezcla todo un poco... incluso la realidad que corresponde a la época en que transcurre la historia que es Praga alrededor de 1956, cuando gobernaba el régimen anterior, el totalitarismo, y el personaje principal, el estudiante, parece estar luchando también contra esa situación, es su oponente”.
Por supuesto, aclara Barta, la historia no se reduce a esa parte más política, sino que, sobre todo, ofrece tanta imaginación como magia. Y a pesar de los años y obstáculos que pasaron bajo el puente, Barta asegura que está dispuesto a seguir trabajando, aun cuando, por momentos, siente cansancio y mucha incertidumbre. Sin embargo, cuenta con una especie de mapa que lo mantiene orientado en los momentos más difíciles y es el objetivo de que su película llegue a convertirse en una combinación entre un relato de Franz Kafka, una historia de Praga y una película de Roman Polanski.
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