Los presos políticos plantan al presidente
La Confederación de Presos Políticos (KPV) de Chequia ha decidido no presentar nominaciones para las condecoraciones estatales que entregará pronto el presidente de la República, Miloš Zeman. Los antiguos disidentes consideran que Zeman no se ha distanciado lo suficiente del régimen comunista y se sienten molestos por su posición a la izquierda del espectro político.
En su comunicado oficial, los antiguos disidentes acusan a Zeman de no haberse enfrentado al régimen comunista que ellos combatieron. En entrevista a la Televisión Checa, el vicepresidente de la organización, Leo Žídek, admitió que el rechazo se debe más bien a la actual postura política del mandatario.
“Precisamente en la época en la que trabajaba para el Instituto de Pronósticos Económicos, Zeman escribía para la Revista Técnica, y recuerdo su atrevido y crítico artículo sobre la economía socialista que me encantó. Sin embargo su desarrollo posterior después de 1989, desde la socialdemocracia hasta el partido de los zemanitas, no es tan tajante al respecto, y no nos es tan simpático”.Sea como sea, Žídek declaró que si alguna otra institución, como el Senado por ejemplo, nomina a un ex preso político para una condecoración estatal, y esta le fuera concedida, el homenajeado iría a recoger el galardón.
De entre los condecorados de este año que ya se encuentran confirmados destacan el cirujano Pavel Pafko, que operó en 1996 a Václav Havel, salvándole la vida, o el músico Jiří Suchý, uno de los fundadores del teatro Semafor. También serán homenajeados la presentadora de televisión Kamila Moučková, uno de los símbolos de la resistencia a la invasión soviética de 1968, y František Čuba, el presidente de la legendaria cooperativa agrícola de Slušovice, que introdujo con gran éxito elementos de mercado en pleno comunismo.El desplante de los ex presos políticos no es el único reto que ha recibido Miloš Zeman en los últimos días. Este lunes el artista David Černý puso en una barca en medio del río Moldava una estatua de diez metros de alto mirando hacia el castillo de Praga, la sede del presidente. Se trataba de una desafiante mano de color púrpura con el dedo corazón extendido, un gesto que valía más que mil palabras.