Hijas de presos políticos checos de los años 50 cuentan (III): A nadie le duele y se vota por los comunistas

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¿Cómo se sienten los niños a cuyos padres encarcelaron injustamente? Quizá nadie les haya preguntado. Quedan las lágrimas, un sentido de amargura y ganas de compartir su experiencia con los demás para aliviar un alma herida que no se curará nunca por completo. "Mi yerno es norteamericano", narra Eva Vláhová. "Al contarle de los años 50 en Checoslovaquia, de mi infancia, me dice: That is interesting. Es interesante. Es interesante, pero ya es agua pasada. Al tenor de estas palabras también se comporta con nosotros la generación de los checos de hoy. A nadie le duele y se vota por los comunistas", continúa una de las hijas de los presos políticos del régimen comunista checoslovaco de los años 50 del siglo pasado. Hoy les ofrecemos la tercera historia. Habla Eva Vláhová, de Ostrava, Moravia del Norte.

25 de febrero de 1948
"Cuando era niña, le pregunté a mi mamá: Explícame, ¿cómo es posible que en el 48 ganaran los comunistas? Y mi madre me contestó: Los demás partidos políticos se peleaban mutuamente, mientras los comunistas iban a las bodegas y tabernas, compraban a la gente gulasch y cerveza, haciendo promesas, y así al final todos votaron por ellos".

¿Cómo es vivir con la sensación permanente de que uno es observado, vigilado y que puede ser detenido en cualquier momento? El padre de Eva Vláhová era jurista y había trabajado como secretario en las minas de Karviná, en Moravia del Norte, hasta el año 1948, cuando los comunistas tomaron el poder en el país. "Ese año irrumpió en nuestra casa un grupo de extraños gritando que iban a ahorcar a mi padre", recuerda Eva Vláhová.

"Eran, en su mayoría, polacos. Es que en la comarca de Karviná se trataba, además de política, de un asunto de nacionalidades. Mi padre era un patriota, mi abuelo contribuyó al tesoro de oro de la República, era miembro de la asociación gimnástica Sokol... Nos obligaron a abandonar la villa que habitábamos y que pertenecía a la empresa minera. Nos trasladamos a otra villa, que también era propiedad de las minas, pero allí ya no vivíamos solos. En la planta de arriba se había instalado un comunista, que constantemente y sin prejuicios atravesaba nuestro hall pudiendo usar otra salida. Mi madre me contó después que tras el 48 mi padre tenía los ánimos tan decaídos que en Ostrava no era capaz de cruzar un puente".

El padre de Eva Vláhová fue encarcelado en el año 1954 con otros socialdemócratas en el marco del caso Lausman.

Bohumil Lausman había sido elegido en 1947, a sus 44 años, presidente de la Socialdemocracia checoslovaca. Después de febrero de 1948, hasta junio del mismo año, permaneció en el gabinete comunista de Klement Gottwald como secretario del presidente del Gobierno. En 1949 Lausman emigró, primero a Yugoslavia y luego a Austria. A finales del año 1953 un agente provocador llamado Vojta Erban visitó a los antiguos altos cargos socialdemócratas informándoles de que Lausman volvería del exilio y restauraría el Partido Socialdemócrata. A pesar de que nadie le hizo caso, su visita sirvió a la policía política como pretexto para detener a más de 200 ex socialdemócratas.

Volvamos al destino del padre de Eva Vláhová. Por reunirse con otros socialdemócratas y criticar al régimen, fue acusado de traición a la patria en un proceso escenificado y condenado a 11 años de prisión.

El juicio contra su padre se celebró durante la época de las Navidades, recuerda Eva Vláhová, que entonces había cumplido los 11 años de edad.

"Pudimos hacerle una visita el día de Nochebuena. Pues, mi madre preparó la comida, fuimos a la cárcel y ... nos dijeron: Hoy no es día de visita. Regresamos al día siguiente, mi madre preparó comida fresca y ... nos dijeron: Hoy no es día de visita. Llegamos el tercer día, otra vez comida fresca, y nos dijeron: Ha sido trasladado. Con el frío cruel que hacía lo llevaron a Príbram, él llevaba ropa de verano".

Para viajar en los años 50 del siglo pasado de Ostrava a Príbram, Bohemia Central, hacía falta pernoctar en Praga. Y como el dinero en la familia escaseaba, sólo la madre podía realizar las visitas. De quince minutos, después de recorrer casi cuatrocientos kilómetros a través de todo el país. Los paquetes de comida no estaban permitidos. Durante el encarcelamiento Eva Vláhová vio a su padre sólo una vez. A sus 11 años la había abandonado. Volvieron a encontrarse cuatro años más tarde.

"El mayor choque para mí fue llegar y ver los alambres de púa a lo largo de los cuales paseaban los guardias en botas de goma con pastores alemanes. En los años 50 proyectaban en los cines numerosas películas sobre los campos de concentración nazis, y de repente vi que mi padre estaba en uno igual. Reconocí a mi padre enseguida. El a mí no, porque yo ya era una señorita. Me eché hacia sus brazos, pero ellos gritaron: Sepárense inmediatamente o se acaba la visita. Intercambiamos un par de palabras insignificativas y después de quince minutos nos fuimos de vuelta a casa".

Para sobrevivir en la cárcel comunista los prisioneros crearon células en cuyas reuniones nocturnas, cada uno, según su profesión, presentaba una conferencia: sobre pintura, música, derecho, religión ... Se educaban juntos para sobrevivir. Sin embargo, también en las cárceles había denunciantes. Las células fueron dispersadas y el padre de Eva Vláhová fue trasladado primero a la cárcel de Pankrác, en Praga, y luego a Leopoldov, en Eslovaquia.

"Leopoldov era una chirona horrible. Mi padre no era muy hábil y tenía que pelar cebollas, zanahorias ... Perdió 20 kilos y mi madre pensó al verlo que se iba a morir. Parecía absurdo, pero mi madre pidió a un conocido de la policía política que volvieran a trasladar a mi padre a las minas de uranio en Príbram, donde se trabajaba sin utensilios de protección. Allí podía ganar algo para comer, en Leopoldov se moriría".

El padre de Eva Vláhová regresó a Príbram. Fue puesto en libertad después de casi seis años de prisión.

"Mi madre nos inculcó a mí y a mi hermana que nuestro padre era una persona honesta. Creo que como mujer lo quería mucho, y mi padre a mi madre también, por eso lo esperó durante todo aquel tiempo. Sin embargo, al consituirse en 1968 el movimiento político demócrata KAN, y al anunciar mi padre que podía presentarse como candidato a las elecciones, mi madre se lo prohibió diciendo que no volvería a enviarle paquetes a la cárcel".

En el año 1968 el padre de Eva Vláhová fue plenamente rehabilitado. En el año 1972 los comunistas cancelaron su rehabilitación y en 1974 volvieron a condenarlo a cinco años de prisión por disturbios del orden.

"Después de rehabilitarlo tuvieron que pagarle una indemnización. Recibió una parte y, para no tener que pagarle el resto, los comunistas lo condenaron al período que le quedaba de la pena original diciendo que era justa. Mi madre entonces ya no vivía. No pueden imaginarse el horror que sufríamos mi hermana y yo de que volvieran a mandar a este señor viejo a la cárcel. Eso era la normalización comunista".

"Yo pensaba que alguien debía preguntar, por lo menos simbólicamente: ¿Y quién pagó la pensión de manutención a los hijos de los padres ausentes? Nadie nos dio nada. Los hijos fueron gravemente perjudicados. Mi abuela cobraba una pensión de jubilación de 180 coronas al mes, serían unos 8 dólares. Mi madre tenía que encargarse de todo, no es de extrañar que muriera a sus 59 años de un infarto. ¡Y cómo se comportó la gente de nuestro contorno! No entendía que la madre de mi padre no le hubiera escrito una carta ni le hubiera visitado a la cárcel. Tenía dos hermanos que tampoco se habían interesado por él. Querían hacer carrera y tenían miedo".

Aquí concluye su narración Eva Vláhová, hija de uno de los miles de presos políticos del régimen comunista en Checoslovaquia en los años 50 del siglo 20. Muchas de sus preguntas quedan sin respuesta. Quizá sea demasiado difícil mirar al pasado. Quizá sea demasiado difícil reparar una injusticia de la que uno no se siente culpable. ¿Quién tiene la culpa?