Los altibajos del último presidente comunista de Checoslovaquia
Político fanático, oportunista, pero también intelectual y excelente orador son algunas de las características que la sociedad atribuía a Gustav Husák, el último presidente de la Checoslovaquia comunista, que ascendió al máximo cargo político pese a haber sido expulsado del Partido Comunista. Con motivo de los 30 años de su muerte este 18 de noviembre, hablaremos de los bruscos vuelcos de su carrera política.
Graduado en la Facultad del Derecho, el eslovaco Gustav Husák formaba parte de la élite intelectual del país, ya que terminar con éxito unos estudios superiores en la primera mitad del siglo XX era algo de prestigio, como señaló para Radio Praga Internacional el historiador Michal Macháček, autor de una biografía dedicada a Gustav Husák.
“Tenía cultura y hablaba idiomas. Aunque no lo pareciera en los últimos años de su carrera, era un buen orador, capaz de ofrecer discursos largos sin un papel delante, sabía captar la atención, vocalizar y jugar con su audiencia, lo que le ayudó en su carrera política”.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, Gustav Husák se perfilaba como uno de los principales intelectuales de la izquierda eslovaca. En 1933, se unió al Partido Comunista y poco después llegó a formar parte de su dirección.
Su lealtad no le sirvió durante las purgas políticas a principios de los años cincuenta y en 1954 fue acusado de "nacionalismo burgués eslovaco" y condenado a cadena perpetua. El historiador Macháček resalta la extraordinaria resistencia de Husák en aquella dura situación.
“Aguantó en la cárcel y fue uno de los pocos que no confesaron acusaciones falsas. Lo que pasaba en la cárcel era horrible, me refiero a las torturas. Se mantuvo firme en el juicio y dijo lo que pensaba. Fueron pocos los que perseveraron”.
De la cárcel a la cumbre
En 1960, Gustav Husák fue puesto en libertad gracias a una amnistía y tres años después fue completamente rehabilitado. Desde entonces, su estrella política fue ascendiendo y en abril de 1968, en plena Primavera de Praga, se convirtió en vicepresidente del Gobierno checoslovaco. Hasta agosto de 1968, se presentó como partidario de la corriente reformista en el Partido Comunista, apoyando a Alexander Dubček, uno de los protagonistas de ese ilusionante periodo de liberalización del duro régimen comunista.
Un brusco giro en su actuación política llegó tras la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia el 21 de agosto de 1968 y de la mano de la ‘normalización’, el periodo de restauración de los valores comunistas anteriores a la Primavera de Praga. Con el apoyo de la Unión Soviética, Husák subía poco a poco a la cumbre política hasta ser nombrado en 1975 secretario general del Comité Central del Partido Comunista y, cuatro años después, presidente de Checoslovaquia. No obstante, su auténtico poder sigue siendo una incógnita, señala el historiador.
“Las cuestiones estratégicas importantes estaban bajo control de Moscú. La cuestión es hasta qué medida Moscú dictaba directamente y hasta qué medida se autorregulaban nuestros protagonistas políticos. Hasta las cuestiones marginales se consultaban con Moscú. La posición de Husák era más bien centrista, era flexible y trató de mantener su cargo. Su posición no era tan fuerte como la de Leonid Ilich Brézhnev, János Kádár, Erich Honecker y otros líderes así. Nunca llegó a ser un líder de poder ilimitado”.
En los años setenta, las relaciones entre Checoslovaquia y Alemania Occidental mejoraron notoriamente. Husák realizó una visita estatal a ese país capitalista como primer alto representante de la Checoslovaquia comunista. Como reconocimiento por su contribución a la mejora de las relaciones, los representantes de Alemania Occidental quisieron otorgar a Husák la máxima condecoración nacional. No obstante, había que consultarlo con Moscú, prosigue el historiador.
“Esta información llegó a Moscú y la respuesta fue que Brézhnev también había visitado Alemania Occidental y no obtuvo ninguna condecoración. Con esto dijeron que no sería apropiado que un estadista checoslovaco aceptara esa condecoración estatal”.
El fin de la carrera se acercaba antes de la Revolución de Terciopelo
En 1987, Husák dimitió de su cargo de secretario general del Comité Central del Partido Comunista, pero permaneció ocupando la función de presidente de la República. El fin de su carrera política llegó de la mano de la Revolución de Terciopelo.
“No obstante, estos cargos los iba a perder en el siguiente congreso en mayo de 1990, así que el fin de su carrera política se adelantó solamente unos meses. De hecho, Husák ya estaba haciendo las maletas en el Castillo de Praga, sin saber que el 17 de noviembre marcaría un hito social”.
Conociendo la situación geopolítica, Husák era consciente de que las caídas de los regímenes comunistas en otros países socialistas provocarían el efecto dominó y que su derrumbe se desarrollaba bajo el consentimiento silencioso de la dirección de la Unión Soviética, apunta Macháček.
“Según mi opinión, Husák sabía que esto ocurría también con el consentimiento de Mijaíl Gorbachov, que gobernaba en la Unión Soviética. Sabía que la URSS había adoptado una estrategia de negociación con la oposición. Lo mismo pasó antes en Hungría, Polonia y la República Democrática Alemana, así que por qué Checoslovaquia debería ser una excepción. Solamente se plantearon si Checoslovaquia se dirigiría por el camino de la negociación o por el radical de la violencia, que se dio en Rumanía”.
El último acto político de Gustav Husák fue el nombramiento del "Gobierno de Entendimiento Nacional" encabezado por Marián Čalfa el 10 de diciembre de 1989. Después, presentó su dimisión del cargo del presidente. Fue una fecha simbólica, explica el historiador.
“El 10 de diciembre es el Día de los Derechos Humanos y no fue elegido por casualidad. Lo escogió Václav Havel, uno de los principales líderes de la oposición. Era un símbolo que se fuera de su cargo el Día de los Derechos Humanos. Husák entendió la simbología y no le gustó”.
El Partido Comunista intentó negociar con la oposición sobre la posible prolongación hasta enero o mayo, ya que para entonces estaban programadas las elecciones presidenciales regulares. No obstante, la oposición insistió y Husák cedió. Entre los candidatos a nuevo presidente se encontraban Václav Havel y Alexander Dubček, prosigue el historiador.
“El nombramiento de Marián Čalfa como presidente del Gobierno anticipó la elección presidencial, dado que en Checoslovaquia se cuidaba el hecho de que los cargos más altos debían ser ocupados de forma paritaria, es decir, por checos y eslovacos proporcionalmente. El nombramiento de un eslovaco al cargo del presidente del Gobierno excluyó la posibilidad de que un eslovaco ocupara la presidencia. Así que la candidatura de Alexander Dubček fue retirada. Gracias a los testigos de entonces, sabemos que Husák no quería que Dubček lo reemplazara en su cargo. Lo relacionaba con su actividad semiopositora, cuando Dubček se posicionó contra Husák de una forma bastante radical. Husák le reprochaba los acontecimientos de 1968, sosteniendo que su política había causado la intervención de las tropas del Pacto de Varsovia”.
En febrero de 1990, Husák fue excluido del Partido Comunista que había encabezado durante varios años. Murió el 18 de noviembre de 1991 a la edad de 78 años, dos años después de la caída del régimen que ayudó a construir.