Adiós Checoslovaquia, bienvenidas Chequia y Eslovaquia

Foto: CC-BY-3.0

Consumada la Revolución de Terciopelo, que en 1989 acabó con el régimen comunista, los checos y eslovacos tenían por delante el fin de Checoslovaquia. La partición pacífica del país llegó el 1 de enero de 1993 y se conoció como el Divorcio de Terciopelo.

Foto: CC-BY-3.0
Después de la derrota de los regímenes comunistas en Europa del Este, a fínales de los años 80, quedaban tres países multinacionales en esa parte del Viejo Continente: Rusia, Yugoslavia y Checoslovaquia.

A diferencia de las graves dificultades y grandes conflictos registrados en los dos primeros, los checoslovacos volvieron a sorprender de manera agradable. Al igual que durante la derrota del régimen comunista, la partición del país se llevó a cabo de manera totalmente pacífica.

Claro está que antes de llegar a ese momento se registró gran tensión entre los representantes políticos de Praga y Bratislava, pero la sangre nunca llegó al río, es más no se derramó ni una sola gota.

Václav Klaus y Vladimír Mečiar los artífices de la partición

Václav Klaus y Vladimír Mečiar | Foto: Česká televize,  ČT24
Los artífices de la partición fueron los primeros ministros de la República Checa, Václav Klaus, y de la República Eslovaca, Vladimír Mečiar. Este último recordó ante los micrófonos de la Radiodifusión Checa que entonces nadie quería hacer el anuncio y cargar con aquella responsabilidad.

“Václav Klaus me dijo que él no daría la noticia. Acordamos entonces que lo harían los vice primeros ministros. Le pedí a Milan Kñazko que informara a la opinión pública que el 1 de enero surgiría la República Eslovaca independiente, pero él lo rechazó”.

Por su parte, Václav Klaus se limitó a decir que por entonces se trató de una movida de ficha que determinaría quién cargaría con la responsabilidad histórica.

“Fue como una partida de ajedrez. A alguien le quedaría una pieza en la mano y de acuerdo a eso en el futuro se señalaría al responsable”.

El referéndum resultaba peligroso

Jan Stráský,  foto: Hugo Charvát,  Ekolist,  Creative Commons 3.0
Otro político que desempeñó un papel importante fue el primer ministro federal, Jan Stráský, que aunque políticamente estaba por encima de Klaus y Mečiar en la práctica sus competencias se habían visto reducidas.

Stráský recordó a la Radiodifusión Checa que se había avanzado muchísimo por el camino de la partición checoslovaca como para convocar un referéndum.

“Podía haber ocurrido que una de las partes dijera que sí y la otra no. Llegaríamos a un callejón sin salida similar al registrado en otros países. Una nación no aceptaría lo impuesto por la otra, y es por eso que el referéndum se convirtió en un instrumento peligroso en dirección a una guerra civil”.

Los diputados pusieron obstáculos

Faltaban cuatro meses para hacer público el anuncio histórico sobre la partición de Checoslovaquia cuando surgió una gran dificultad. Los diputados del Parlamento Federal no acogieron de manera unánime el acuerdo Klaus-Mečiar y en su lugar promovieron la creación de una unión. La cabeza visible de aquella iniciativa fue el diputado Miloš Zeman, hoy presidente de Chequia.

Los diputados del movimiento popular por una Eslovaquia Democrática (HZDS) de Vladimír Mečiar echaron atrás y empezaron a coquetear con la idea de la Unión Checo-Eslovaca.

Václav Klaus,  foto: Khalil Baalbaki
Para Klaus y Mečiar aquello representaba algo insólito que tenía que terminar. Praga anunció que en caso de que Bratislava no cumpliera con lo acordado iniciaría pasos unilaterales con el fin de hacer realidad la partición del país, anotó Klaus.

“En caso de que Eslovaquia no cambie completamente de actitud, me temo que cualquier acuerdo resulta imposible”.

Para Mečiar aquello tampoco resultaba cómodo ni respondía a sus intereses, sintió que los checos ya habían echado a andar la maquinaria de la partición según el acuerdo previo de ambas partes, recordó Mečiar.

“Fue la primera vez que la delegación eslovaca se vino abajo. Los representantes checos nos dieron un ultimato, al principio, conscientes de su ventaja y de la situación dramática que se vivía”.

Después de un dramático tire y afloje y una segunda votación en el Parlamento Federal, los diputados votaron por la partición del país a partir del 1 de enero de 1993. Tras 74 años de convivencia conjunta de checos y eslovacos, Checoslovaquia dejó de existir para ceder su sitio a la República Checa y a la República Eslovaca.

La partición del país es ya un asunto del pasado. Praga y Bratislava mantienen relaciones extraordinarias. Son aliados en el Grupo de Visegrád, así como en la OTAN y la Unión Europea.

El 53% de los checos y el 51% de los eslovacos consideran positivo el surgimiento de dos países independientes, y realzan el buen nivel de las relaciones de dos naciones que comparten muchos capítulos de una misma historia.