Además de ser el escritor más famoso de su país, Milan Kundera logró traducir al mundo la esencia de la identidad checa, aun en momentos de suma amenaza. Ya en su primera novela, publicada en 1967, aparece el peso del malentendido o la crítica a lo solemne, temas muy abordados en una carrera excepcional que lo llevó no solo a mudarse de nación sino también a cambiar de idioma.
A pesar de no dejarse ver ni en fotos y de que no haya habido más libros suyos desde que, en 2014, publicó La fiesta de la insignificancia que interrumpió, de hecho, catorce años de silencio, Milan Kundera se las arregla para estar siempre presente. Quizás porque aun desde un aislamiento que nada tiene que ver con pandemias Kundera es, en algún punto, el último escritor que queda, el último gran sobreviviente de una forma de concebir la literatura y, por ende, el mundo.
El poeta y organizador cultural francés Guillaume Basset que, en un movimiento inverso al de Kundera, lleva varios años viviendo en República Checa, ofrece algunas claves para entender su trascendencia.
“Pienso que Kundera es muy importante para la literatura checa en primer lugar porque es un gran escritor y, por otro lado, porque logró un balance exitoso en ser checo o escribir sobre República Checa, eso que en Francia derivó en la bohemia, pero con un alcance internacional”.
Basset especifica que ese aspecto puede verse claramente en la activa participación de Kundera a la hora de traducir sus libros, realizando modificaciones pequeñas, incluso detalles, como en un pasaje de La broma que transcurre en una sede del Sokol, algo que casi nadie conoce fuera de Chequia y, por lo tanto, hubiera requerido una nota aclaratoria. Aunque, según Basset, a ningún traductor se le hubiera ocurrido hacerlo, cuenta que Kundera decidió borrar esa palabra y fue gracias a decisiones de ese tipo que logró volver sus textos mucho más comprensibles para el público internacional.
En otras palabras, lo que afirma Basset es que, sin dejar de ser muy checo, Kundera logra transmitir a un plano mundial la esencia de esa identidad muchas veces compleja.
Eso, en su opinión, identifica casi toda la obra de Kundera aun cuando puedan existir marcadas diferencias entre sus libros. Porque si bien La broma, su primera novela publicada en Checoslovaquia en 1967, aborda algunos temas que luego se volverán recurrentes, también es cierto que tiene algunas particularidades.
“El de La broma no es el Kundera que uno asocia a La insoportable levedad del ser, La vida está en otra parte o El libro de la risa y el olvido. En primer lugar porque está muy anclado en un contexto histórico del pasado que no se ve tanto en sus otros libros y también porque se trata de una novela bastante más extensa”.
Es decir que, a diferencia de otras obras de Kundera, La broma transcurre en un período y en un lugar bien precisos, de hecho se mencionan lugares concretos de Brno, la ciudad natal del escritor, y hasta hay numerosas referencias a una antigua celebración folclórica de Moravia conocida como la Cabalgata de los Reyes.
Luego de expresar con una sonrisa que no entiende en qué aspecto puede resultar divertida esa polémica frase que Ludvík le escribe a una chica, y que termina desencadenando su expulsión del partido, Basset destaca lo que él considera uno de los temas centrales de esta novela: la idea de que alguien pueda ser lentamente excluido de todo por algo que ni siquiera él mismo termina de entender por qué se convierte en algo tan grande. Lo cual no habla solo del comunismo, aclara, sino de casi cualquier totalitarismo. Por cierto, en la entrevista que concedió al mítico programa español A fondo (disponible en Youtube) Kundera cuenta que, como Ludvík, él mismo fue expulsado del partido y de la universidad en 1949. Sin embargo, convertirse en un joven paria le brindó experiencias muy interesantes como trabajar de obrero o tocar música de jazz porque, tal como él mismo explica en esa entrevista, uno suele encontrar su libertad justo cuando buscan privarte de ella.
Basset destaca también otro tema fundamental de La broma que Kundera retomaría en muchos de sus siguientes libros.
“Hay algo que también amo de Kundera y es la idea del malentendido: todos los personajes de Kundera tienen una única lectura de la realidad y se juntan por equivocación, acuerdan con el malentendido, piensan que se entienden pero en realidad malinterpretan al otro, y eso tiene que ver con el kitsch, con la ironía, no existe el entendimiento milagroso entre dos seres, la idea es que hay gente idealista que se une a los demás solo por un malentendido”.
Basset calcula que ese poder que Kundera le asignaba al malentendido, unido al concepto de muerte del autor formulado por el teórico francés Roland Barthes, tal vez explique por qué en las solapas de sus libros solo se dice que nació en República Checa y en 1975 emigró a Francia. Agrega Basset que, en uno de sus ensayos, Kundera recomienda a los autores escribir con seudónimo. Él, por lo tanto, desearía descubrir algún día que Kundera dejara publicados muchos libros en checo bajo un seudónimo que nadie conoce, lo cual, en su opinión, sería un modo perfecto de llevar a fondo esa idea.
También en sus ensayos, asegura Basset, Kundera disemina algunas ideas sobre la literatura que él mismo fue poniendo en práctica en sus libros.
“En El arte de la novela indica que la novela es como un lugar en el que pueden usarse estilos muy diversos, y eso es precisamente lo que hace Kundera: esa unión entre narrativa y las afirmaciones filosóficas es algo muy específico de él y no creo que otro escritor utilice esa estructura o método. Es decir, que en ese aspecto Kundera es muy único”.
Por supuesto, el otro punto que convierte a Kundera en un autor realmente singular es el cambio de idioma que efectuó ya de adulto, una vez que se instaló en Francia en 1975. Por supuesto no es el único caso y, de hecho, Basset menciona otros ejemplos como los de Petr Král y Patrik Ouředník, aunque con la aclaración de que ellos se habían dedicado mucho tiempo a la traducción de esa otra lengua.
Basset afirma que, en lo estrictamente formal, el cambio de idioma de Kundera volvió su estilo de escritura quizás un poco más simple y conciso aunque, en su opinión, ya mostraba cierta simpleza en checo. En otras palabras, lo que afirma Basset es que Kundera no es un típico escritor de estilo como sí pueden serlo el español Javier Marías o la checa Radka Denemarková, sino más bien un narrador con oficio que suele trabajar mucho con digresiones.
“Lo que es interesante es que el cambio de idioma produjo que en algún punto dejara de ser un escritor checo viviendo en Francia para transformarse en un escritor francés con raíces checas. Es decir, que algunos aspectos de República Checa pueden permanecer en sus libros pero ya adoptando ciertas obsesiones y perspectivas francesas, como sucede especialmente en sus libros La lentitud y La identidad”.
Asegura Basset que la trascendencia de Kundera en Francia tiene aún más valor si se tiene en cuenta que la literatura francesa siempre se caracterizó por moverse en grandes grupos en los que, por obvios motivos, Kundera nunca ha participado.
Pero, aun así, algunos de los temas abordados por él tuvieron gran resonancia en la cultura gala: por ejemplo, su tendencia a pensar lo sexual no solo como mero intercambio sino más bien como un juego de seducción. Basset recuerda, de hecho, un pasaje de La insoportable levedad del ser donde Tomáš explica que no desea tener sexo con muchas mujeres sino encontrar a una sola que tenga lo que ninguna otra, y esa búsqueda cualitativa dialoga, en su opinión, con la tradición francesa del libertinaje en tanto no deja de constituir un acto de libertad ante la iglesia, la sociedad y, por supuesto, la política.
Lo mismo dice Basset que ocurre con el tema del kitsch, su desacralización sarcástica y, por lo tanto, muy checa que sacudió bastante la mentalidad francesa siempre atenta a valores como el lujo y la elegancia.
Incluso ese aire de dandi intelectual que cultivó Kundera se adecuó también a la idiosincrasia francesa que Basset no duda en decir que probablemente no habría tenido tanto éxito si hubiera emigrado a otro país como, por ejemplo, Alemania.
Para concluir la idea, Basset afirma que Kundera es tan conocido en Francia como los últimos dos ganadores del Premio Nobel de Literatura que tuvo ese país: J.M.G. Le Clézio y Patrick Modiano.
Sin ir más lejos, Kundera cuenta con el privilegio de integrar una de las colecciones literarias más prestigiosas del mundo.
“La Pléiade, para la gente que no lo sepa es una edición especial de Gallimard, una verdadera leyenda dentro del mundo editorial. En Francia La Pléiade es algo así como el santo grial de la literatura, en general está compuesta de autores ya fallecidos porque se publica toda una obra con ediciones críticas muy profundas y la verdad que muy lindas. Kundera fue publicado ahí no solo antes de su muerte sino también antes de finalizar su obra porque luego aparecería su última novela, La fiesta de la insignificancia”.
Basset recalca que parte de esa fama quizás se deba al hecho de que Louis Aragon –destacado autor francés y un ferviente comunista- escribió el prefacio a la traducción al francés de La broma a fines de 1968, es decir, justo cuando las tropas del Pacto de Varsovia invadían Checoslovaquia poniendo fin a la Primavera de Praga. Ese prefacio en el que Aragon define La broma como una de las novelas más importantes del siglo, vuelve conocido a Kundera en Francia pero también en el mundo dándole estatus de gran escritor justo cuando empezaba a estar prohibido en su propio país.
Sin embargo, también es cierto que cuando la novela se publicó en Checoslovaquia en 1967 le fue muy bien: agotó rápidamente tres ediciones y recibió el premio de la Unión de Escritores.
De hecho, Basset recuerda que aun siendo la de Kundera una figura bastante controvertida en su país natal, un escritor actual como David Zábranský reconoce abiertamente su influencia y, al mismo tiempo, la extensa biografía de Jan Novák, por más crítica que sea, no deja de evidenciar también la importancia que se le da al escritor dentro de Chequia.
Pero más allá del bronce y las broncas, Guillaume Basset asegura que el gran mérito de Kundera es haber entendido algo que muy pocos contemporáneos suyos lograron entender.
“Mientras muchas personas confunden profundidad con aparentar ser serios, y por lo tanto se conducen de una forma tan seria como superficial, él sabe cómo evitar la seriedad y, al mismo tiempo, ser profundo, eso es algo poco frecuente en un escritor y, diría, en el ser humano en general. Ahí donde otros confunden ser serios con ser profundos, y eso mismo los vuelve superficiales, Kundera sabe cómo ser divertido y liviano pero, al mismo tiempo, profundo”.
Como director de programación de Svět knihy, la feria internacional del libro de Praga, Guillaume Basset intentó convocar a Kundera en varias oportunidades. Aclara que no se trató de invitaciones directas sino a través de conocidos checos que están muy en contacto con él. Basset no cree que Kundera vaya a tener alguna aparición pública, ni siquiera en su ciudad natal, a la que donó recientemente su biblioteca y su archivo.
Y para expresar su grado de esperanza al respecto, Basset afirma que tiene más chances de tener como invitado a Franz Kafka.