La solidaridad artística entre Chequia y Chile
La Galería Nacional de Praga celebró el simposio Ningún Sentimiento Es Final: El Arte y La Solidaridad, vinculado a su exposición actual La Colección de Solidaridad de Skopie. Una de las invitadas fue la comisaria María Berríos, directora de Programas Curatoriales e Investigación en el MACBA, Barcelona, quien habló sobre la historia del Museo de la Solidaridad Salvador Allende.
Cuando Skopie fue sacudida por un terremoto devastador en el verano de 1963, la comunidad internacional expresó su solidaridad con la metrópoli macedonia, ayudando a reconstruirla. Checoslovaquia no dudó en enviar material escolar para los alumnos locales, como informó en su momento la Radio Checoslovaca.
“El presidente de la Cruz Roja Checoslovaca, František Janouch, entregó hoy en Praga al embajador de Yugoslavia, Nikola Vujanovič, otra donación para Skopie. Se trata de útiles para escolares por un valor de más de medio millón de coronas”.
Una parte de este proyecto fue la reconstrucción del museo de arte contemporáneo. Artistas de todo el mundo eligieron las piezas representativas de su obra, enviándolas a Skopie.
Una parte de esta colección, esta especie de cápsula del tiempo del modernismo tardío que atraviesa la Cortina de Hierro, se puede ver hasta finales de septiembre en la Galería Nacional de Praga y en la Galería Lidice. Expone donaciones de artistas checos como, por ejemplo, Václav Špála, Emil Filla, František Muzika o Jindřich Štyrský, pero también de artistas procedentes del mundo hispano como Pablo Picasso, Félix Beltrán o Roberto Matta.
Con motivo de la exposición, la Galería Nacional de Praga organizó el simposio internacional Ningún Sentimiento Es Final: El Arte y La Solidaridad, trayendo a Praga con el apoyo del Instituto Cervantes de Praga, la editora, conservadora y socióloga María Berríos, actual directora de Programas Curatoriales e Investigación en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona.
“Los artistas tienen un rol en momentos de emancipación política, de resistencia política y de contrucción política”.
María impartió en Praga una ponencia sobre la colección del Museo de la Solidaridad Salvador Allende en Santiago de Chile y también conversó con Radio Praga Internacional.
“Es una historia que me parece muy importante para este presente que estamos viviendo. Es una historia de solidaridad artística, de compromiso, de entender que el arte siempre es político, de entender que los artistas tienen un rol en momentos de emancipación política, de resistencia política y de contrucción política”.
El Museo de la Solidaridad Salvador Allende nace de la revolución de 1970 en Chile cuando el gobierno de la Unidad Popular quiere crear un museo para el pueblo chileno, pidiendo a los círculos artísticos de América y Europa hacer donaciones. Gracias al apoyo del presidente Salvador Allende, el museo tiene su primera inauguración en 1972, contando con unas 700 obras, por ejemplo, las donaciones de Joan Miró, Victor Vasarely, Lygia Clark o Frank Stella, y comisariado por el crítico de arte brasileño Mário Pedrosa.
“Creo que también es importante entender que la solidaridad es algo que no es caridad. La solidaridad no es ayudar el uno al otro porque te da lástima o por sentirte bien o de una superioridad moral. Sino que tiene que ver con que la liberación de los otros implica la de uno. Y creo que estos proyectos, estas historias, estas vivencias y estas experiencias son necesarias, urgentes y vitales”.
“La liberación de los otros implica la de uno”.
Con el golpe del Estado el 11 de septiembre de 1973, el museo se volvió invisible, una parte de la colección se perdió y los gestores ya no pudieron seguir en su trabajo, yéndose algunos al exilio. Sin embargo, fue precisamente la política de Pinochet lo que motivó a la comunidad internacional artística a seguir donando sus piezas a esta colección, posibilitando su preservación. Unas 1300 obras se sumaron entre los años 1975 y 1990.
“Creo que también es una historia muy relevante acerca de la resistencia contra el fascismo y de estrategias artísticas para ser frente a flagrantes violaciones a los Derechos Humanos que es algo que estamos viviendo ahora mismo. Y creo que existen herramientas, estas historias son herramientas de emancipación. Es muy importante conocer estas historias y saber que son historias nuestras, que nos pertenecen. Que no son historias de grandes hombres fetiches del pasado sino que le pertenecen a toda la población”.
“Hay una relación muy importante con la historia checa, la de María Teresa Toral que hizo un homenaje a Jiří Trnka en un reconocimiento de la historia de los titiriteros antifascistas”.
Una vez retornada la democracia a Chile, la colección formada y, posteriormente, dividida y escondida a lo largo de unas dos décadas, por ejemplo, en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago o el Museo Nacional de Bellas Artes, fue reunida y devuelta al Museo de la Solidaridad Salvador Allende que tiene su sede en el Palacio Heiremans en el barrio capitalino República. Se sigue ampliando constantemente, contando en ese último período con más de 1000 nuevas donaciones por parte de, por ejemplo, Alfredo Jaar, Yoko Ono o Gracia Berrios.
Como dice María Berríos, no es del todo fácil averiguar si se encuentran en la colección también obras de artistas checos o checoslovacos, ya que muchas de las donaciones del bloque soviético entraban por otros canales: Cuba u otras vías conectadas con el exilio latinoamericano en París. Sin embargo, una relación sí que se encuentra.
“Hay una relación muy importante con la historia checa, la de María Teresa Toral que hizo un homenaje a Jiří Trnka en un reconocimiento de la historia de los titiriteros antifascistas, de la importancia de la relación entre los artistas y los relatos de resistencia y la relación con el pueblo en ese sentido. O sea que los artistas también tienen ese rol de narradores, de constructores de nuestras micronarraciones y microhistorias”.
Ese homenaje se vinculaba con la exposición En la selva hay mucho por hacer que celebró los 50 años del Museo de la Solidaridad Salvador Allende y cuya curadora fue, precisamente, María Berríos. Según dijo en Praga, se inspiró para la muestra en el libro publicado en 1971 En la selva hay mucho por hacer, de Mauricio Gatti, que por medio de una metáfora con animales hace una fabulación anarquista de la prisión política y la solidaridad entre especies.