La Paisanita y sus empanadas con puntaje perfecto, un tesoro escondido en el centro de Praga
La Paisanita, un emprendimiento de empanadas premium, es un éxito gracias al boca a boca de sus clientes. El local es una joya oculta dentro de un edificio municipal.
El día que su abuela la llamó a la cocina para enseñarle a hacer empanadas, Romina recibió, sin saberlo, la receta de un éxito. No fue solo un día, sino toda su niñez la que se pasaría aprendiendo los secretos de la maestra cocinera, en su pueblo natal de Villa del Rosario, en la provincia argentina de Córdoba. Por entonces, ninguna de las dos se imaginaba que cuando la nieta creciera, hornearía sus empanadas a 12 000 kilómetros de aquella casa, para felicidad de checos y expatriados en tierras eslavas.
Además de educarla en los sabores que debía reconocer su paladar, la abuela le hizo entender por qué los integrantes de su familia eran tan longevos: los ingredientes caseros, además de ser saludables, daban un sabor irremplazable a los platos. Al parecer, la familia hacía todo lo posible por quedarse más tiempo en esta vida, solo para seguir disfrutando de estas comidas.
Décadas más tarde, los habitantes de Praga y, eventualmente, otras regiones de República Checa y Eslovaquia, pueden probar estas típicas empanadas argentinas, en 14 versiones distintas. Todo gracias a que Romina, y su compañero Diego, decidieron montar La Paisanita en este suelo, un emprendimiento gastronómico que, en caso de no alargar la vida de sus clientes, al menos se propone mejorarla notablemente.
El restaurante tiene una sucursal escondida dentro del edificio municipal del distrito 3 de la capital, sin carteles ni ningún tipo de indicación que dé pistas sobre el local. Sólo llegan a él clientes que se enteran de su existencia por comentarios de algún conocido. Del mismo modo, todo aquel que utilice Google Maps por la zona y busque restaurantes en la aplicación notará que La Paisanita se destaca con cinco estrellas, el máximo puntaje posible. La sorprendente calificación no es ninguna casualidad, ya que los productos son pensados y elaborados con el más estricto rigor, y pueden llevar años en presentarse al público, según explicó Romina del Pino, creadora de la marca, en conversación con Radio Praga Internacional.
“Cada empanada yo la desarrollo, más o menos, en un año. La de jamón y queso estuve, por lo menos, dos años desarrollándola. Y todavía no es la empanada de jamón y queso que yo quiero”.
Romina trabaja casi exclusivamente con productos que ella misma prepara. Algunas excepciones que escapan a su control son los quesos, aunque los selecciona cuidadosamente y se toma el tiempo para darles su toque personal.
“Yo voy en contra de no darle mi impronta a las cosas. Si bien considero que menos es más, cuando el producto es sutil o ya está procesado y no tengo la posibilidad de hacerlo desde cero, como hago con la mayoría de las cosas que yo trabajo, tengo que darle una vueltita de tuerca, un valor agregado para que me convenza”.
Encontrar el restaurante puede ser tan desafiante que sus creadores decidieron publicar en redes sociales un video con instrucciones: una vez cruzada la puerta del edificio municipal, es necesario seguir los carteles que llevan al local, sin dejarse distraer por una pintoresca terraza interna. Conviene seguir avanzando, bajar las escaleras, llegar al mostrador para pedir las empanadas y regresar a las mesas al aire libre para disfrutar de un sabor típicamente argentino.
En caso de que el camino resulte demasiado desafiante, La Paisanita también se encuentra disponible en diversas aplicaciones de pedidos. Además, todos los jueves Romina entrega, personalmente, pedidos de empanadas congeladas, que los clientes le hacen a través de Whatsapp. Si a estas opciones se le suman las ventas en festivales, el total de piezas entregadas por semana ronda las 3.000 unidades.
Orígenes del emprendimiento
El secreto de este éxito 100% argentino se basa en dos pilares: calidad de los ingredientes utilizados y un gran esfuerzo de la pareja, especialmente de Romina, que trabaja 16 horas al día en su proyecto. Su mayor guía son los valores con los que se crio, según sus propias palabras.
“En el pueblo de mi abuelo, teníamos vacas lecheras y hacíamos nuestros quesos, hacíamos nuestros fiambres, nuestro vino y ese es el tipo de cocina que a mí me gusta: tener los ingredientes reales. Yo siempre le digo a la gente: mis abuelos fallecieron con casi cien años y, en salud, estaban 10 puntos”.
De los 14 sabores de empandas disponibles, 6 contienen carne, mientras que 4 son vegetarianas y, otras cuatro, veganas. Según Romina, para adaptar las recetas al público más diverso, se vio obligada a hacer importantes modificaciones en el proceso de producción.
“Yo cocino para mí. El único cambio que hice, en contra de mi voluntad, pero a favor de los veganos y vegetarianos, por respeto a ellos, es, para evitar la contaminación cruzada en las masas, dejé de utilizar la grasa de cerdo para las tapas de carne, porque también tenemos muchos clientes que son musulmanes o judíos, que no comen cerdo, entonces, a partir de ahora, las tapas son veganas”.
Veganas o no, las empanadas de Romina gustaron a los clientes desde los comienzos del proyecto, en 2017. La primera vez que las ofreció al público, fue durante un evento organizado por la Embajada de Portugal. Por entonces, un amigo español que vendía paella en festivales y que había sido contactado por los organizadores del evento, le pidió a la pareja argentina que ofreciera sus empanadas durante la actividad. De esta manera, descubrieron que las piezas se esfumaban en minutos de la mesa. Aquel día los alentó a participar en festivales de comida.
Así, comenzaron a llevar el típico plato argentino por distintos pueblos de Chequia, siempre con el mismo resultado: en unas pocas horas, 500 empanadas desaparecían entre las manos de checos curiosos, que desconocían por completo el producto.
Durante uno de estos eventos, que se desarrolló en Rakovník, dos jóvenes checas quisieron saber si era posible hacer pedidos de empanadas congeladas, porque notaron que era fácil cocinarlas al horno. La idea despertó un interrogante y Diego Acosta, pieza fundamental en el proyecto que lidera su pareja Romina, decidió probar suerte con un mensaje en Facebook. Así, preguntó en grupos de hispanohablantes si había interesados en hacer pedidos. Horas más tarde, los encargos “explotaron”.
Una vez que contaban con un producto establecido, abrieron su local en Žižkov en 2021. Este cambio significó un paso fundamental, pero también generó desafíos que la pareja no había conocido hasta entonces. De esta manera lo explica Romina.
“Empezamos pagando prácticamente nada de alquiler los primeros meses, todo ese dinero lo pusimos en publicidad. El día que abrimos, acá hubo 90 personas, fue una locura, no esperábamos eso, no sabíamos preparar un tipo de café, que es un café que tiene como tres colores. Fue un desastre, fue súper emocionante, yo terminé en las escaleras llorando cuando la gente se fue, porque nunca me lo imaginé y bueno, empezamos a crecer de a poco”.
Desde un comienzo, La Paisanita se las ingenió para replicar los sabores argentinos con ingredientes checos. Un ejemplo de ello es la carne.
“Trabajo con una granja familiar cerca de Brno que tienen la raza Aberdeen angus y con ellos empezamos a trabajar para que nos den los mismos cortes de carne que tenemos en Argentina, yo les tuve que enseñar cómo sacarlos y demás. Y calculo que en breve vamos a tener la misma calidad. Las vacas pasean, en verano comen pastura fresca, no están llenas de químicos ni de ese alimento balanceado”.
Planes a futuro
Con una marca ya establecida y una comunidad de seguidores fiel, el emprendimiento tiene planes de continuar expandiéndose, pero sin perder la calidad artesanal que caracteriza a sus productos. De esta manera lo explica su creadora.
“La idea es abrir otro local antes de diciembre, en otra punta de Praga, cruzando el río, para poder llegar a los dos lados. Y la cocina nueva, ya que nos hemos mudado el sábado pasado, nos va a dar la posibilidad de incrementar la producción y la posibilidad de agregar nuevos productos al menú, porque estábamos bastante limitados. Incluso ya hemos cruzado fronteras, estamos en Eslovaquia. Hace dos semanas, llevamos las primeras 500 empanadas, creyendo que no se iban a vender, que iban a demorar mucho y en menos de dos semanas nos llamaron para pedirnos 500 empanadas más porque habían sido un éxito”.
Sin embargo, los planes de expansión tienen un límite, demarcado por el público al que apunta La Paisanita. La empresa ha recibido ofertas de todo tipo y en la actualidad se encuentra “sobrevendido”: otros locales les hacen pedidos para revender los productos, pero debido a la gran demanda, la capacidad de producción está cubierta por los próximos tres meses. El carácter artesanal es, precisamente, el causante de este gran esfuerzo, que, según Romina, es innegociable.
“Quiero seguir manteniendo esto de algo auténtico, comida argentina, hecha por argentinos y hechas una por una. Nos han preguntado si queremos vender a supermercados o si queremos hacer grandes líneas de producción. La verdad es que me saldría muchísimo más económico, tendría muchísimos menos dolores de cabeza, pero no quiero perder la calidad del producto, es mi mínimo no negociable. Entonces voy a seguir contratando gente para hacerlas una por una, para mantener lo mismo que hacíamos con mi abuela todos los domingos para el almuerzo, que es cerrarlas nosotros”.
A la oferta de empanadas también se suman los típicos alfajores argentinos y chipá, un pan de queso que, en la versión de La Paisanita, desborda de relleno. Esta característica se aplica también al producto estrella: las empanadas parecen jugar con los límites de la física, puesto que contienen tal cantidad de jugoso relleno que cuesta comprender cómo una tapa de masa cerrada en un simple repulgue puede contener tanto sabor.
Los creadores del emprendimiento aseguran que su éxito no solo se debe a las enseñanzas de la abuela y al trabajo constante, sino también a las posibilidades que ofrece República Checa. Con una vida balanceada, que combina posibilidades de trabajo con bienestar personal, diversas actividades culturales, aire puro y espacios verdes en cada rincón, la estabilidad de las condiciones de vida logra vencer obstáculos difíciles, como el idioma local. Romina sintetiza su experiencia en una potente frase.
“Acá las cosas fluyen. Yo siempre digo que, en República Checa tenés que tener cuidado, porque todo lo que deseás, se hace realidad”.
La pareja llegó al país hace seis años por una oportunidad laboral. Rápidamente, se dieron cuenta de que Chequia era un país único y, a pesar de haber tenido posibilidades de emigrar a diversos destinos, siempre prefirieron estas tierras para desarrollar sus vidas y proyectos.
De esta manera, tanto en Argentina como en República Checa, las recetas de la abuela se encuentran a salvo y, en un bocado caliente, animan a seguir disfrutando de esta vida a las futuras generaciones.