La disolución de Checoslovaquia, ¿una separación ejemplar?

Sin apenas tensiones étnicas, una Federación que funcionaba razonablemente bien y que, tras la caída del comunismo, miraba al futuro con esperanza de prosperidad, decidió poner fin a su convivencia exitosa de siete décadas. Lo hizo, además, sin referéndum previo y con una población que habría votado en contra de la disolución. Dos historiadores, uno checo y otro eslovaco, relataron a Radio Praga Internacional cómo y por qué se produjo el fin de Checoslovaquia hace ahora 30 años.

Mientras en el espacio de la Unión Soviética pero, sobre todo, en el de la antigua Yugoslavia se redibujaba a sangre y fuego el mapa de Europa a finales del siglo XX, Checoslovaquia sorprendía al mundo poniendo fin a su Estado común de forma consensuada y pacífica. Igual que en 1989 se acabó con el comunismo en un proceso relativamente tranquilo que ya hubieran querido para sí otros países del Pacto de Varsovia –de ahí lo de Revolución de Terciopelo–, en 1993 llegó el Divorcio de Terciopelo.

Miloslav Bahna | Foto: Academia Scientarium Slovaca

Aparte de la falta de la (desgraciadamente extraña) paz que acompañó al proceso, el otro punto clave de la separación de Checoslovaquia que llamó poderosamente la atención es que esta se realizó sin preguntar a checos y eslovacos si querían vivir en Estados distintos, como explicó para Radio Praga Internacional el historiador Miloslav Bahna, director del Instituto de Sociología de la Academia de Ciencias de Eslovaquia.

“Lo primero que hay que destacar es que la decisión de la separación fue política, tomada básicamente por las élites políticas de ambos países. Estas élites no se ponían de acuerdo en cómo tenían que acometer la necesaria transformación del mercado tras el comunismo. La perspectiva checa era que cuanto más rápido, mejor, mientras que la eslovaca era mucho más cautelosa y se prefería ir más despacio. Esto llevó a un choque entre los representantes, que en cada república se elegían de forma independiente”.

De haberse celebrado un referendo, la historia sería muy distinta, prosigue Bahna.

“La opinión pública a ambos lados de la antigua Checoslovaquia no era mayoritaria en favor de la separación. Si hubiera habido un referendo, lo más probable es que tanto en Chequia como en Eslovaquia se hubiera votado en contra de la separación”.

¿Un fracaso o un éxito?

Michal Kopeček, del Instituto de Historia Contemporánea de la Academia de Ciencias checa, destaca lo extraordinario de la separación checoslovaca, ampliamente estudiada por expertos en todo el mundo, dijo a Radio Praga Internacional.

Michal Kopeček | Foto: Academia Scientarium Slovaca

“¿Cómo pudo pasar que un país que funcionaba bastante bien, un Estado próspero, sin tensiones étnicas reales, como sucedía entonces en Yugoslavia o en el espacio postsoviético, terminara separándose? Hay mucha literatura interesante al respecto, especialmente de investigadores extranjeros, centrados en explicar qué pudo pasar, cuál fue el fallo, la razón de ese fallo del Estado”.

Pero quizá el error es precisamente considerar la separación un fallo, prosigue Kopeček.

“Si fue un fallo, en cierto sentido también fue un éxito. Más que un fallo, yo plantearía esta cuestión simplemente como un divorcio. Los historiadores, en política comparada, estamos siempre comparando la ruptura de Checoslovaquia con la de otros Estados postcomunistas como Yugoslavia, que fue un mal divorcio. Mientras que la ruptura de Chequia y Eslovaquia fue un divorcio bueno”.

El momento adecuado

Paradójicamente, Checoslovaquia salió unida de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial y, después, de la Guerra Fría, recuerda Kopeček. Y tras superar momentos tan críticos, se separaron cuando la situación era favorable. Normalmente, en otras disoluciones sucede justo al revés: esta se produce como resultado de circunstancias desfavorables. De hecho, checos y eslovacos, apunta Kopeček, de haber tenido que enfrentarse en los 90 a cualquier otra amenaza, probablemente no se habrían separado y se habrían unido aún más, pero no era ese el caso. Seguramente haber elegido el momento adecuado fue lo que propició el éxito de la disolución, dice el historiador.

Praga y Bratislava en 1993 | Foto: Infrogmation,  Smiley.toerist,  Radio Prague Int./Wikimedia Commons,  CC BY-SA 4.0,  CC BY-SA 3.0

“Era más fácil porque había una buena situación internacional, había buenas perspectivas de entrar a formar parte de las estructuras occidentales, había buenas perspectivas de una transformación económica exitosa, buenas perspectivas de que no íbamos a luchar entre nosotros… Lo que quiere decir que con la ruptura del Estado, que no es que estuviera bien vista por muchos políticos occidentales, pero que tampoco iba a destruir nuestro estatus en la política internacional y, en cierto modo, podríamos ir como socios de cara a la comunidad de estados europeos democráticos, que es algo que realmente sucedió muy poco tiempo después. Así que es esa situación favorable y ese ambiente tan esperanzador de principios de los 90 lo que llevó a las élites políticas checas y eslovacas a decir: ‘De acuerdo, si vamos a romper, hagámoslo ahora porque es un buen momento’”.

Con una población que de haberse realizado un referendo, habría votado por mantener el Estado conjunto, ‘Checoslovaquia’ es una palabra que sigue evocando nostalgia en muchos checos y eslovacos. Lo que no quiere decir que se eche de menos, opina Kopeček.

“Es un divorcio que mucha gente lamentó entonces. Pero yo diría que a día de hoy muchos pueden pensar que la disolución del Estado fue una lástima, una pena, pero también que fue muy exitosa. Son dos países a los que les ha ido bien, son miembros de la UE, así que hay tanto una buena memoria del Estado de Checoslovaquia como de su disolución”.

Hilari Ruiz de Gauna | Foto: LinkedIn de Hilari Ruiz de Gauna

Hilari Ruiz de Gauna, periodista de la emisión en español de Radio Eslovaquia Internacional, ilustra muy bien con un ejemplo personal concreto cómo evolucionó esa percepción de la separación de Checoslovaquia y la creación de la República Checa y la República Eslovaca. 

“A mí, como catalán, el hecho de una separación en el corazón de Europa de forma amistosa, era algo que hacía que lo siguiera con interés, y recuerdo que aquel fin de semana de agosto de 1992, cuando Mečiar y Klaus decidieron separar la Federación, yo tenía invitados en casa, en concreto, una chica eslovaca. Cuando le traduje la noticia que daba la radio catalana, se puso a llorar. Decía que no quería la separación, que se sentía eslovaca, pero también checoslovaca. Lo curioso es que cuando la volví a ver como un año después, ya como ciudadana solo de la República Eslovaca, ella estaba muy contenta de la separación y de que ya en el mundo a los eslovacos se les conociera como eslovacos y que nadie les confundiese con los checos… A pesar de que fue en aquella época cuando se les empezó a confundir con los eslovenos. Pero, bueno, ella estaba muy contenta”.

En cualquier caso, la división de Checoslovaquia sigue provocando diversidad de opiniones. Según un sondeo de la agencia Median para la Televisión Checa y la Radio Televisión Eslovaca y publicado en la última semana de 2022, el 47% de los checos y el 62% de los eslovacos consideran la separación una decisión adecuada. Eso sí, a ambos lados de la frontera se piensa de manera claramente mayoritaria que se tenía que haber realizado un referendo.

No formaba parte del sondeo, pero de lo que podemos estar seguros es de que todos están contentos, ante todo, de que la separación fuera tan tranquila.

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