Jan Patočka, el filósofo que plantó cara al régimen comunista, murió hace 40 años
Este lunes se cumplen 40 años de la muerte del filósofo checo Jan Patočka, sucedida tras un largo interrogatorio policial. Patočka fue uno de los portavoces del movimiento Carta 77, que pedía el respeto a los derechos humanos en la Checoslovaquia comunista.
Filosóficamente, Patočka era un seguidor de la escuela fenomenológica, concretamente de Husserl y Heidegger. En la práctica su defensa del estudio del ser en oposición al nihilismo y la aproximación positivista al conocimiento lo convirtió en adversario de los totalitarismos políticos.
Siempre incómodo al régimen, en la distensión de los años 60 fue sin embargo nombrado profesor en la Universidad Carolina. Durante la Primavera de Praga, en 1968, alcanzó notoriedad pública al ser el encargado de reformar la Academia de Ciencias. Así se expresaba Patočka entonces sobre este tema en la Radiodifusión Checa.
“Lo que yo pienso es que los académicos como tales son un cosa terriblemente antidemocrática. Es en realidad algo que hace que aumente la arrogancia pero que no hace aumentar demasiado el esfuerzo por tener un buen rendimiento científico”.
Tras la invasión soviética y el retorno a la ortodoxia comunista, Patočka fue relegado a un segundo plano. Se forzó su jubilación en la universidad y dificultó su carrera académica, por ejemplo prohibiéndole ir a recoger un doctorado honorario en la universidad de Aachen o cancelando su intervención en una conferencia en Varna, Bulgaria. A partir de 1973 tuvo prohibida su salida del país.
De esta forma Patočka pasó a ser un profesor universitario clandestino, dando clases en el comedor de su casa. En 1976 volvió al escenario público al defender a la banda de rock The Plastic People of the Universe, cuyas actuaciones fueron prohibidas por el régimen comunista. Así explica esta decisión su yerno, el profesor Jan Sokol.“Patočka no se apasionaba para nada por el rock. Tenía un gusto muy clásico. Lo que le indignó es que incluso una pequeñez como esa le molestaba al poder, y que fueran capaces de verter tanto odio sobre unos buenos chicos que simplemente querían hacer música”.
Este posicionamiento le valió el escarnio público en los medios de comunicación. El régimen lo tachaba de pertenecer a los círculos anticomunistas y trabajar en contra del país.
Su disidencia se confirmó al iniciar junto a Václav Havel y Jiří Hájek el movimiento Carta 77. Se trataba de un documento en el que numerosos intelectuales checoslovacos pedían al Gobierno el respeto a los derechos humanos en el país, tal como se había comprometido al firmar la Declaración de la ONU sobre Derechos Humanos.La policía política del régimen, la StB, comenzó entonces a detener repetidamente a Patočka para interrogarlo, prosigue Sokol.
“No lo golpeaban o torturaban. Patočka intentaba explicarles qué hacía. Ellos hacían como que escuchaban y cuando terminaba la declaración comenzaban de nuevo. Eso se lo hacían varias veces al día. Y esto fue, creo, lo que más lo deprimía. El momento decisivo fue cuando llegó el ministro holandés de Relaciones Exteriores y quiso reunirse con Patočka”.
En la reunión, de la que se conservan grabaciones, el filósofo explico al diplomático en alemán que la Carta 77 no trataba de provocar cambios constitucionales, sino hacer que el régimen respetara sus mismas leyes. La resonancia de Carta 77, el primer intento serio de oposición desde 1968, enfureció a los altos cargos comunistas, que ordenaron una mayor represión sobre los signatarios. Después de un largo interrogatorio, el 13 de marzo de 1977 Patočka sufrió un derrame cerebral que le provocó la muerte.El régimen trató de sabotear el entierro. Agentes de la StB vigilaban a los presentes y helicópteros de la policía sobrevolaban la ceremonia para que no pudiese oírse ningún discurso. Se cambió la fecha y la hora para tratar de que asistiera menos gente. Aun así la despedida de Jan Patočka puede ser considerada como una manifestación anticomunista.
Cinco libros de Patočka han sido traducidos al castellano, entre ellos piedras angulares de su pensamiento como ‘Ensayos heréticos: sobre la filosofía de la historia’ y ‘Platón y Europa’.