Grig, la start-up con la que los checos han empezado a comer insectos

Grig

Galletitas de grillo, gusanos secos o palitos de saltamontes, entre otros muchos productos, se están abriendo paso por la República Checa gracias a la start-up Grig. Su fundador, Adam Dostál, contó a Radio Praga Internacional cómo se elaboran estos innovadores snacks, con los que muchos cuentan para sustituir en un futuro próximo la proteína animal de la carne, y así reducir su enorme impacto medioambiental.

Desde hace unos meses, los snacks de Grig se pueden encontrar incluso en los trenes de Ferrocarriles Checos o Leo Express. En un principio puede parecer una marca más, pero en realidad se trata de algo muy distinto: crujientes insectos salados, galletitas de grillo con sabor a tomate y albahaca o incluso barras de proteínas hechas de harina de insecto. Algo impensable hace pocos años para los conservadores paladares checos.

Adam Dostál | Foto: Zdeňka Kuchyňová,  Radio Prague International

Adam Dostál contó a Radio Praga Internacional cómo llegó a fundar la primera empresa checa que ofrece insectos para comer.           

“La idea surgió en un campamento deportivo de verano en 2016. Un compañero me planteó una especie de reto a ver si era capaz de comerme un saltamontes vivo. Le dije que no, me pareció repugnante, pero la idea se quedó en mi cabeza: ¿por qué no comemos insectos en esta parte del mundo? Averigüé que era ilegal, que en Chequia no se podía hacer un negocio de eso. Y así empecé a buscar la forma de legalizarlo. Pasé dos años negociando con el Ministerio de Agricultura, pero ayudó mucho la Unión Europea, y ahora los insectos son ya oficialmente un alimento”.

En muchos países asiáticos, latinoamericanos o africanos comer insectos no es ninguna novedad, sino todo lo contrario, hay una larga tradición. Pero en Europa estamos en una fase completamente distinta. Dostál reconoce que la primera reacción a la idea de comer insectos es siempre negativa en la gente, pero que todo es superar ese impulso inicial de la mente, ya que se trata de un producto sano, sabroso y ecológico. Y también muy controlado por normas de seguridad, cuenta.

Foto: SadiaK123,  Pixabay,  Pixabay License

“No se asusten, no cogemos los insectos del campo o el bosque. Hay granjas especializadas en las que se crían bajo estrictas normas higiénicas, exactamente igual que una granja de cerdos o aves”.

Sin embargo, Grig aún no cuenta con granja propia, pero ese es uno de sus objetivos principales, explica Dostál.

“Nosotros, de momento, como start-up, no tenemos granja propia, pero es una de nuestras visiones de futuro. Ahora los insectos los compramos de varias granjas europeas. Los grillos los importamos de Lituania y aquí en Chequia son procesados. Los gusanos de la harina los compramos de una granja en Jaroměřice nad Rokytnou y los saltamontes los importamos de Alemania. Pero mi sueño, y el de todo Grig, es construir nuestra propia granja que produzca decenas de toneladas de insectos al mes”.

Adam Dostál también contó cómo es el proceso de elaboración de sus productos desde que llegan los insectos a la planta.

“Los grillos llegan vivos y se matan con frío, que es el método más humano que hay, aunque muchos veganos y vegetarianos puede que digan que eso no es así, pero se trata de un método natural, ya que, queramos o no, en la naturaleza, cada mañana mueren de frío cientos de toneladas de insectos en todo el mundo. Se duermen y ya no se despiertan. Después, los sacamos del congelador y se pasan por agua hirviendo, donde se matan todos los microrganismos y todo lo que pudiera ser peligroso para nosotros. Luego se meten en un horno de vapor combi, donde se condimentan y se secan durante 35 o 40 minutos hasta quedarse los gusanos y los grillos crujientes. Cuando se prueban, recuerdan mucho a frutos secos o palomitas de maíz”.

La Unión Europea quiere que para 2050 el consumo de insectos sea ya algo generalizado y completamente normalizado, lo que ayudaría de manera notable a reducir todos los efectos negativos que la ganadería provoca en el medio ambiente, como son las emisiones de dióxido de carbono y su elevado consumo de agua, pero sin olvidar la gran cantidad de tierra fértil que hay que emplear solo para alimentar al ganado. Por todo ello, cuenta Dostál, la mayor parte de los empleados de Grig son entusiastas convencidos de que están trabajando en mejorar el futuro del planeta y la humanidad.

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