Éxitos de música clásica: Humoresca de Antonín Dvořák

Hay una caricatura que muestra a un hombre checo que se dirige a Antonín Dvořák diciéndole: “¡Oiga, maestro, si usted lo llamó Humoresca, yo esperaba más cachondeo!”. El autor de este chiste acertó. En la música podemos encontrarnos con una sonrisa liviana, un humor intelectual sútil, pero la música no sabe hacer humor en el sentido de bromas.

Aunque supiera, Antonín Dvořák no habría podido permitírselo, porque su ciclo de ocho humorescas lo escribió desempeñando el prestigioso cargo de director del Primer Conservatorio Nacional de Nueva York.

En mayo de 1894 el director Dvořák pasó unas semanas en Bohemia. El viaje a casa en un vapor transatlántico y las vacaciones le hacían mucha ilusión, los boletos los había comprado con mucha antelación, porque quería en tranquilidad y al aire fresco componer lo que llevaba a casa en su cabeza. Ya en Nueva York comenzó a esbozar sus humorescas, aunque entonces las llamaba Nuevas danzas escocesas.

Dvořák antes había escrito el ciclo Danzas escocesas. Las respectivas partes de este ciclo se desarrollaban en el compás de dos por cuatro, tuvieron una forma regular y estaban llenos de vida. Dvořák al final optó por el nombre de Humoresca. Tal vez le parecían entonces más alegres a diferencia de a nosotros hoy día.

La obra humorística más conocida es la número siete. Es interesante que siga siendo tan popular. Las demás piezas de este ciclo son casi desconnocidas, aunque todas son muy bonitas. Sin embargo, el tema musical de esta séptima pieza es tan original y peculiar que es fácil de memorizar. Prácticamente era imposible que no se hubiera convertido en un éxito. En un gran éxito se convirtió con Dvořák en vida.

Antonín Dvořák | Foto: Atelier Jan Langhans

Con esta humoresca está relacionada una leyenda, al igual que en el caso de otras melodías de Dvořák. Es que el compás punteado de la séptima pieza se parece al sonido emitido por un tren viajando por los raíles. A lo mejor es así de verdad. Por lo menos así lo decían todas las generaciones que escuchaban y tocaban la Humoresca desde finales del siglo XIX.

Aunque carecemos de una grabación y no tenemos ninguna nota de Dvořák que diga que realmente era así. Los trenes antes iban a una velocidad más lenta que hoy, como lo podemos escuchar en la obra del compositor. Hacían un sonido bonito y vaya a saber si ese compás no habría inspirado a Dvořák para componer esa pieza.

La Humoresca de Dvořák, en concreto la séptima pieza del ciclo es un ejemplo estupendo del trabajo con el contraste. Pese a que el inicio y el final difieren mucho de la parte central, toda la obra cuadra perfectamente. No da una impresión de una división de la composición. Muchos expertos en música dicen que esta parte central es encantadora y que suele subestimarse bastante. Por eso el público prefiere las partes de inicio y de fin a expensas de esta parte central.

Jan Kubelík,  foto: FORTEPAN / SK,  CC BY-SA 3.0

En cuanto a la Humoresca, Dvořák se sacó un as sorprendente: la tonalidad en la que la compuso. Esta pieza está en sol bemol mayor, lo que impide a los músicos ambulantes tocarla en las fiestas de baile nocturnas, según dicen los expertos. Así el tocar se desliza por las teclas negras.

Para un músico ambulante la tonalidad de sol bemol mayor es un castigo de Dios, o mejor dicho, de Dvořák. Aun así, muchos pianistas, y no solo en las cafeterías y salas de baile, tratan de mostrar que saben tocar la Humoresca. La pieza original no serían capaces de tocarla, así que la transportan a sol mayor. Como la mayoría de la gente no tiene oído musical, no lo reconoce.

Por supuesto, existen también arreglos más sensibles. Hemos hablado de la pieza original para piano y una versión popular para violín. Una de las versiones más conocidas, que respeta plenamente la pieza original de Dvořák, es una para orquesta que también les ofreceremos en este espacio. Pero la versión más conocida y más viva es una para violín y piano.

Se trata de una versión del famoso violinista checo Jan Kubelík. Este hizo con la Humoresca de Dvořák lo mismo que con la melodía Poema de Fibich, como pudieron escuchar en uno de los episodios anteriores. A partir de aquel entonces tienen una pieza magnífica que a menudo ofrecen al público como bis. Nosotros lo escucharemos en interpretación de Josef Suk, el biesnieto de Antonín Dvořák.

La película de Otakar Vávra

Además de los arreglos de Humoresca existen también citas de esta obra en otras composiciones, hasta en la época moderna. En la banda sonora de Alexander Piños para el filme El Proceso, basado en la novela de Franz Kafka, podemos escuchar los tonos de la Humoresca una vez terminada la última escena que profundizan aún más la imagen de la ejecución de un hombre inocente. Esta cita resulta sarcástica y cruel, y cómo uno nunca está preparado para la muerte. Es increíble cómo puede conmover al espectador en este contexto la inocente y amena Humoresca de Dvořák.

La Humoresca de Antonín Dvořák figura entre las obras más conocidas a nivel mundial. Como hemos dicho existe en varias versiones y arreglos. De haber existido listas de éxito en aquella época, la Humoresca las habría encabezado durante mucho tiempo seguramente. La podemos escuchar en la película de Otakar Vávra que lleva por título, como no, Humoreca. La toca de manera amorosa y muy sentida Rudolf Hrušínský, que protagoniza a un violinista virtuoso en el filme.

Dvořák compuso solo la pieza original para piano. Pero la obra seduce a los violinistas virtuosos hasta hoy día. En su repertorio lo tiene también el violinista David Garrett. El músico de ascendencia alemana y estadounidense ha tocado también en Praga. Su actuación en un programa de la Televisión Die Erste cuenta con la mayor audiencia en internet. No obstante, nosotros nos despediremos con la Humoresca con arreglos del director de orquesta checo Václav Smetáček.

El ciclo Éxitos de música clásica surgió en base al proyecto de Lukáš Hurník y Bohuslav Vítek titulado Éxitos del milenio transmitido por la Radio Checa Vltava.

Autor: Roman Casado
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