Éxitos de música clásica: Danza eslava N° 8 de Antonín Dvořák
La música clásica checa forma parte de la cultura e historia del país y pertenece literalmente al alma de la nación. Este año les ofrecemos a ustedes una serie de los éxitos checos más conocidos de este género. Muchos de ellos seguramente los conocen, ya que los tocan reguralmente las orquestas en las salas de concierto de todo el mundo. ¿Cómo surgieron y en qué arreglos fueron grabados? Sobre todo eso les contaremos durante las próximas semanas.
Antonín Dvořák: Danza eslava N° 8
Esta vez les presentaremos una muestra de la obra de Antonín Dvořák. Además de los monumentos musicales, como la Sinfonía del Nuevo Mundo y muchas otras sinfonías y óperas famosas, se inscribieron en la historia musical también las Danzas eslavas de Dvořák. Inspiradas por la música popular, se convirtieron en la obra que, gracias a su originalidad y concepto, abrió a Dvořák las puertas al mundo.
La parte rítmica de las obras de música clásica mundiales más renombradas funcionan siempre que son creativas y encantadoras. Un tema musical repetitivo vuelve a reiterarse hasta entrar bajo la piel del escucha. Sin embargo, las Danzas eslavas de Dvořák están compuestas de una manera diferente. Su ritmo es variable, alternan los compases y requieren una gran atención tanto a los intérpretes como a los escuchas más exigentes. Estos siempre deben estar atentos para no perderse en los cambios. En las Danzas eslavas los cambios abundan. Una muestra de esta variabilidad de compases la podemos escuchar precisamente en la Danza eslava N° 8.
En esta muestra pudieron escuchar los compases variables: uno de tres por cuatro y otro de tres por ocho. O sea un-dos-tres, un-dos-tres, un-dos-tres, aunque en la partitura todo está inscrito de otra forma... Al escuchar la Danza eslava N° 8 de Dvořák uno no puede pasar por alto la entrada repetitiva de los platillos siempre en el segundo compás. Hasta nos puede parece deteriorado, que no cuadra bien. Pero en ello consiste precisamente la broma musical del autor que al principio nos enreda la cabeza un poco.
Dicen que las Danzas eslavas sirvieron a Dvořák de trampolín para su carrera mundial. Aunque después de ellas vinieron otras obras fenomenales, el compositor checo ya entonces llamó la atención del público y de algunos expertos.
En concreto, se trató del dueño de una importante editorial, Fritz Simrock, que antes ya había publicado los Duetos Moravos de Dvořák. A propósito a Simrock se los recomendó el famoso compositor Johannes Brahms.
Fritz Simrock pasó a ser sucesivamente el editor principal de Dvořák. De su extensa obra editó en primer lugar más de sesenta títulos suyos. Con el tiempo, el autor y el editor entablaron una amistad que duró hasta la muerte de Simrock en 1901.
Las Danzas eslavas de Dvořák tuvieron éxito ya en su versión original. Poco se sabe que la misma fue escrita para piano a cuatro manos: es decir un piano y dos pianistas. En la época cuando no había tocadiscos, toda la producción musical debió realizarse en vivo y las piezas interpretadas a cuatro manos figuraban entre las más populares.
Las Danzas eslavas merecidamente figuraron en esta comunidad musical, aunque estas piezas resultaban para los músicos muy difíciles para interpretar. No todos lo lograron así como los esposos Ardaš en otra muestra de la Danza eslava N° 8 de Dvořák.
Es interesante escuchar cómo algunas partes de esta famosa obra de Dvořák, o sea de la Danza eslava N° 8, resultan más interesantes en la versión original, la que es para piano, que a lo mejor nos pueden parecer más precisas y “limpias”. Pero otras partituras se desarrollan de manera más interesante en el arreglo para orquesta.
La historia musical prefiere seguramente la versión orquestal. Así lo decidió el célebre ingenio instrumental tan típico para Dvořák: creativo y genial a la vez. Esta música debió cautivar a los escuchas de su época. Hoy diríamos que se convirtió en un éxito.
La versión instrumental de las Danzas eslavas allanó a esta obra el camino hacia los escuchas. En la versión original para piano no habría conseguido tanta fama. Al parecer eso confirma lo que se sabe de Antonín Dvořák: que era mejor insturmentista que pianista.
Las Danzas eslavas de Antonín Dvořák son un ciclo de composiciones musicales inspiradas por la música popular. El compositor incorporó en sus melodías las pautas armónicas y rítmicas de la cultura de las naciones eslavas. Existen en dos tipos de interpretación, para orquesta y para piano. La forma orquestal de las Danzas eslavas se convirtió en una obra musical que, gracias a su originalidad y concepto, abrió a Dvořák la puerta al mundo e inició su deslumbrante carrera.
El ciclo Éxitos de música clásica surgió en base al proyecto de Lukáš Hurník y Bohuslav Vítek titulado Éxitos del milenio transmitido por la Radio Checa Vltava.