El pensamiento de Jan Hus no se quemó en la hoguera
La lucha por reformar la moral de la Iglesia tuvo consecuencias fatales para el predicador checo Jan Hus. Calificado por los dignatarios de la Iglesia católica de hereje, el reformador religioso fue quemado en la hoguera el 6 de julio de 1415. Su legado protagonizó la historia durante un largo periodo de tiempo.
Bajo el reinado de Carlos IV en el siglo XIII, las Tierras Checas vivieron una época de florecimiento. Tras su muerte, la prosperidad empezó a desvanecerse, cuando el país empezó a notar el impacto de una crisis demográfica en el sur y oeste de Europa provocada por las epidemias de peste y seguidas de graves problemas económicos, como explicó el historiador Petr Čornej.
"Una sociedad acostumbrada a la prosperidad, no supo reaccionar adecuadamente. Para resolver sus problemas, la población recurrió a la reforma eclesiástica".
En aquel entonces, la Iglesia fue criticada por corrupción, acumulación de propiedades y venta de indulgencias. Inspirado en el pensamiento del protestante británico John Wyclif, el predicador Jan Hus divulgaba la necesidad de una reforma eclesiástica, prosigue Čornej.
"Dignatarios eclesiásticos se dejaban sobornar por quienes querían ocupar un alto cargo en la jerarquía de la Iglesia. Una dura crítica se debió asimismo a las numerosas intervenciones de la Iglesia en el poder secular".
Entre 1402 y 1412, Jan Hus predicaba en la Capilla de Belén. Sus sermones pronunciados con un gran talento oratorio contaban con un numeroso público de todas las capas sociales que escucharon sus ideas reformistas. En su obra más conocida, “De Eclessia”, advirtió a los creyentes que la cabeza de la Iglesia es Jesucristo y que no hay que obedecer al papa si sus órdenes contradicen la Biblia.
"Hus se ganó la simpatía de los habitantes de Praga cuando llegó a ser predicador en la Capilla de Belén, el único lugar de la capital donde se podían hacer sermones en checo y no en latín o alemán", apuntó Petr Čornej.
Al mismo tiempo, Jan Hus tuvo que enfrentarse a muchas voces contrarias que se quejaron en 1412 ante el papa Juan XXIII. El pleito acabó con la publicación de un interdicto sobre Praga que significó el fin de las celebraciones de oficios mientras Jan Hus estuviese en la ciudad.
Dos años después, se inició en la ciudad de Constanza, en la actual Alemania, un concilio ecuménico de la Iglesia Católica. El emperador romano-germánico Segismundo, hermano del rey checo Venceslao IV, insistió en que Hus asistiera al acontecimiento. El predicador se dirigió a Constanza decidido defender su doctrina ante el concilio. El adversario de Hus, Štěpán de Páleč, seleccionó 42 frases de la obra “De Eclessia” por las que el predicador fue acusado de herejía. Como Hus no estaba dispuesto a retractarse de sus enseñanzas, el 6 de julio de 1415 se llevó a cabo la sentencia y fue quemado en la hoguera.
Las luchas por su legado
Después de la muerte de Jan Hus, la situación en las Tierras Checas no se calmó y la doctrina no desapareció tal y como estimaba la Iglesia. Hus era conmemorado como un mártir. Las tensiones se acentuaron entre la población y desembocaron en el nacimiento del movimiento husita, que defendía a capa y espada las ideas del mártir.
Los defensores del pensamiento de Jan Hus marcaron por mucho tiempo la historia del país, pero también de buena parte de Europa. Entre los fundadores del movimiento destacó Jan Žižka de Trocnov, quien asistía a las predicas de Jan Hus en la Capilla de Belén. Después de la muerte del reformador, se reunió con los partidarios de la doctrina de Hus para fundar un movimiento que defendería su enseñanza.
En el emblema de los husitas figuraba el cáliz, que simbolizaba el utraquismo, la doctrina que sostiene que el pan y el vino deben ser repartidos entre todos los asistentes a la misa. En aquella época, el vino era privilegio de los sacerdotes. Los husitas ganaban cada vez más simpatizantes. El 30 de julio de 1419, después de una prédica husita, los seguidores se dirigieron al ayuntamiento de la Ciudad Nueva con el fin de liberar a los presos husitas y arrojaron por la ventana a once católicos, entre ellos, varios concejales. Este acontecimiento pasó a la historia como la primera defenestración y dio inicio a las Guerras Husitas, que se prolongaron durante 15 años.
Posteriormente, los husitas tomaron el control de la ciudad de Praga y nombraron a cuatro caudillos militares de sus filas. El rey Venceslao aceptó el nuevo gobierno municipal y poco después falleció, probablemente por un infarto cerebral.
Después de su muerte, su hermano Segismundo de Luxemburgo iba a ascender al trono. No obstante, los husitas le echaron la culpa por la muerte de Jan Hus y condicionaron su coronación con el reconocimiento del utraquismo. Los señores católicos en varias ciudades permanecieron con Segismundo y formaron unidades armadas. De 1420 y 1434, las guerras husitas devastaron Bohemia y Moravia. Contra los husitas se dirigieron en total cuatro cruzadas. Las sangrientas guerras terminaron oficialmente en 1433 con la Compactata de Basilea, que estableció el derecho de los utraquistas a la administración de la eucaristía en “ambas especies”, esto es, pan y vino. Por su parte, los checos aceptaron a Segismundo como su rey.
Las guerras dañaron fuertemente el país en materia política, económica y cultural. Por otra parte, el pensamiento husita y el hecho de ganar los Compactata crearon un estado único de doble fe en Europa donde convivían los católicos junto con los husitas.