El fascinante mundo de los intérpretes de checo y español
Jana Pokojová y Markéta Cubrová son dos intérpretes checas especializadas en el idioma español que, en esta entrevista, nos revelan las principales características, dificultades y anécdotas de un trabajo tan estresante como aventurero.
Si bien podría decirse lo mismo de muchas otras profesiones, da la sensación de que, en el ámbito de las humanidades, el de intérprete es uno de los trabajos más estresantes que hay. Las checas Jana Pokojová y Markéta Cubrová no lo niegan y añaden que suelen utilizarse varias técnicas de relajación antes de poner manos en la obra. De todos modos, también lo consideran una fuente inagotable de adrenalina y aventuras. De hecho, las dos coinciden en que cada evento en el que participan tiene algo de viaje. Aunque ya hace tiempo que está trabajando, Markéta es una de las estudiantes más avanzadas de Jana en el Instituto de interpretación y traducción de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Carolina de Praga, una carrera de cinco años que, en su momento, ella eligió, en realidad, para traducir.
“Entré a la carrera para hacer traducción, pero como no se podía hacer solo eso tenía que ir también por la interpretación. Sin embargo, no me veía como intérprete hasta el año pasado cuando empecé con las prácticas, se convirtió en algo divertido y decidí que incluso es mejor que la traducción, porque al traducir estás en casa, no te ves con nadie y cuando interpretas conoces a mucha gente interesante, sus historias, aprendes algo nuevo. Así que yo, al principio, no quería dedicarme a esto, de hecho tenía miedo de hablar delante de la gente, incluso en la universidad me ponía a llorar delante de la gente cuando tenía que hablar”.
“Una vez me pasó que, en una interpretación, confundí las palabras ‘desenredar’ y ‘desnudarse’. Entonces, dije ‘y ahora a desnudarse’. Y, bueno, los asistentes empezaron a desnudarse”.
Jana Pokojová
Además de tener mucha experiencia como intérprete, Jana realiza también traducciones literarias, sobre todo de poesía. De hecho, está terminando de trasladar al checo 20 poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda que, según cuenta, solo había sido traducido por Lumír Čivrný allá por 1964. Pero la relación de Jana con Latinoamérica es aún más profunda porque, por ejemplo, vivió cuatro años en Perú.
“Mi padre trabajó varios años como diplomático en países hispanohablantes: Cuba, España y Perú. Y mi padre nos llevaba a toda la familia y nos metía en los colegios de cada país. En Perú empecé a estudiar primero en un colegio de monjas, el colegio de Santa Úrsula y después quise pasar a otro colegio normal, mixto, que era un colegio peruano-alemán, se llamaba Alexander Von Humboldt y tenías que aprender alemán y entonces me apuntaron a clases de alemán para los exámenes de ingreso y una peruana me enseñó a hablar alemán. Entonces asistí a ese colegio y, al volver, me metieron en un instituto austríaco porque ya sabía hablar bastante bien español y por eso tengo la combinación lingüística de checo, que es mi lengua materna, alemán y español”.
En checo, las palabras también se encargan de distinguir muy bien las dos profesiones: traductor es překladatel e intérprete tlumočník. Jana considera que la carrera ha cambiado mucho en el período en el que ella pasó de ser estudiante a profesora: cuenta que, al principio, casi no se enseñaba el lado práctico de ser intérprete o traductor, como si la formación estuviera mucho más desconectada de la realidad. Por otro lado, cuenta que existía un poco la fantasía de que ser intérprete era más fácil que traducir, cuando, en realidad, cada encargo requiere una gran preparación y sumergirse en cada tema: desde leer textos teóricos hasta elaborar glosarios técnicos porque, por supuesto, no se puede ser experto en todo.
Simultáneas versus sucesivas
Mientras que Jana se dedica, sobre todo, a la interpretación simultánea (trasladando lo que dice un conferencista al mismo tiempo que habla), Markéta está más habituada a la consecutiva (la interpretación que consiste en ir trasladando por tandas temporales lo que viene de decir quien expone). Sin embargo, es probable que, dentro de poco, empiece a trabajar más en la simultánea porque, en algún punto, la prefiere.
“Yo, al principio, no quería dedicarme a esto, de hecho tenía miedo de hablar en público, incluso en la Universidad me puse a llorar delante de la gente cuando tenía que hablar”.
Markéta Cubrová
“Porque no se habla delante de la gente, pero sí tienes que dividirte un poco: escuchar el discurso y hablar a la vez y también escucharte a ti mismo lo que estás diciendo, como si fueras tres personas. Sin embargo, es muy útil también para la vida, por ejemplo, estoy en la cafetería y escucho a todos a mi alrededor y, a la vez, al compañero con el que estoy”.
Jana explica que, si bien los intérpretes simultáneos no suelen ser el centro de atención, sí es aconsejable que se expresen bien, tengan una voz agradable y sepan trabajar con ella. Además, deben ser capaces de tomar varias decisiones al mismo tiempo: interpretar, analizar, buscar términos en el ordenador y encender y apagar el micrófono. Por otro lado, aclara que, a diferencia de los consecutivos, se aconseja que los intérpretes simultáneos trabajen siempre con un colega.
“Debería siempre haber dos porque lo que eres capaz de hacer con una calidad del cien por ciento se dice que son unos quince o veinte minutos y después te cansas. Entonces, interpreta tu colega y, luego de otros veinte minutos, ya estás descansado y puedes seguir haciéndolo bien. Además, pueden pasar cosas: puede darte un ataque de tos, puedes desmayarte, no sé… y si estás solo en la cabina ¿quién interpreta? Por eso se suele hacer”.
Markéta afirma que, al empezar la carrera, no tenía idea de cómo sería la enseñanza, pero le gustó, sobre todo, el hecho de ir paso a paso: primero, los estudiantes debían repetir algunos discursos en checo para entrenar la memoria y el habla, lo cual tampoco era fácil porque cuenta que, en general, los ingresantes a la carrera no saben expresarse en público. También agradece a sus docentes haberle enseñado a tomar notas, algo extremadamente útil que, en su opinión, se parece bastante a aprender otra lengua, aunque la diferencia es que, tal como explica Jana, no se trata de un lenguaje universal porque cada intérprete puede crear su propio sistema.
“Lo clave es que no apuntas palabras sino ideas, las puedes dibujar si quieres, puedes utilizar siglas, abreviaciones, dibujos, incluso símbolos de otros lenguajes como la matemática o la química, matrículas de coches para los países, por ejemplo, y no se trata de apuntar palabras o frases sino de apuntar ideas”.
Por supuesto que sí pueden anotarse algunas palabras sueltas, pero no frases enteras porque, al hacerlo, el intérprete corre el riesgo de quedar atrapado en la materialidad de su propio lenguaje, lo cual dificulta mucho el pasaje a otro idioma. En efecto, Jana suele recomendar a sus estudiantes dibujar ya que uno de los grandes objetivos de las notas es, de acuerdo a la jerga de los intérpretes, “desverbalizar”.
Intérpretes al desnudo
Tanto Jana como Markéta coinciden en que, aunque se prepare muy bien y tenga un enorme poder de concentración, ningún intérprete es perfecto y nadie está exento de equivocarse. En todo caso, el desafío puede llegar a ser intentar disimularlo con la mayor elegancia posible para que no se note tanto o que incluso el error pueda pasar por un chiste. Cuenta Jana que eso es algo que suele repetir mucho en sus clases porque, contra lo que suele pensarse, el destinatario tampoco busca la perfección sino sentirse bien y que el mensaje le llegue de un modo agradable.
“Una vez me pasó que estaba interpretando una consecutiva para una organización no gubernamental checa destinada a un grupo de latinoamericanos: una serie de charlas y un taller de cooperación en grupos. La tutora intentaba explicarles que lo que hace cada miembro del grupo influye en los demás y les dio una cuerda y tenían que sujetarla y formar con ella una red o una especie de telaraña. Les hacía jalar de un lado y del otro y los demás tenían que ajustarse a la dinámica del grupo. Y al final había que desenredar esa telaraña, esa red, y yo confundí las palabras ‘desenredar’ y ‘desnudarse’. Entonces, dije ‘y ahora a desnudarse’. Y, bueno, empezaron a desnudarse, no del todo pero sí que empezaban a hacerlo y la tutora me miraba como diciendo qué es lo que están haciendo, y yo ni idea de por qué lo hacían”.
A pesar de tener claras diferencias también hay algunos puntos en común entre los intérpretes y los traductores. En primer lugar que, en ambos procesos, siempre se pierde algo en el camino. En segundo lugar que, al traducir o interpretar, no solo se trasladan significados sino también códigos culturales. En ese sentido, Jana entiende que una de las diferencias más importantes entre el checo y el español es que los hispanoparlantes suelen tutearse incluso entre desconocidos, mientras que, en Chequia, se emplea mucho más el tratamiento de usted, y no tener eso en cuenta puede originar verdaderas ofensas. De la misma forma, Markéta tiene la impresión de que, en general, el checo suele ir un poco más al grano que los hispanos.
“Los españoles siempre hablan muchísimo, van repitiendo ideas una y otra vez y tú estás... ‘pero si ya lo has dicho, dime otra cosa, no puedo repetirles a los checos lo mismo cuatro veces porque ellos no quieren escucharlo cuatro veces’”.
A propósito de los conferencistas, una verdadera pesadilla para los intérpretes consecutivos son tanto los expositores que tardan una eternidad en hacer un punto como los que hacen la pausa cada sesenta segundos. Para contribuir a la salud mental del gremio, ellas aprovechan la ocasión y explican que lo esperable es que el expositor hable entre cuatro y cinco minutos, pero sobre todo que termine una unidad de sentido antes de la interpretación.
También existe lo que se conoce como interpretación susurrada, una especie de simultánea dirigida solo a una persona o dos que tiene la dificultad de que el intérprete no está aislado en una cabina sino expuesto a todo tipo de ruidos e interrupciones. A pesar de los matices y las diferencias, suele pensarse que un requisito casi imprescindible para realizar este tipo de trabajos es tener buena memoria. Y aunque no deja de confirmarlo, Jana aporta al respecto una reflexión muy interesante.
“Sí, es fundamental pero también es fundamental saber olvidar, tienes que vaciar tu mente para dejar entrar nueva información, si no, te vuelves loco. Si vas almacenándolo todo tienes que saber olvidar activamente porque la capacidad de la mente humana es limitada, creo yo”.
En ese saber olvidar ella incluye no solo las temáticas específicas de cada evento sino también los errores cometidos durante el trabajo. De hecho, dice que es necesario perdonarse a uno mismo ya que, una vez que termina el encuentro, no se puede hacer nada porque, a diferencia de lo que sucede con las traducciones, no hay ningún texto o libro para releer o corregir. En ese sentido, un problema recurrente de los intérpretes es que suelen trasladar, como si se tratara de un karma, sus impresiones negativas de un evento a otro. Y eso hay que evitarlo porque, tal como explica Jana, en algún punto siempre se empieza de cero.