Descendientes checos en el país del tereré
Miles de familias eslavas se fueron a buscar en la época de entreguerras una vida mejor a Paraguay. Hoy día numerosos descendientes checos viven en el país donde la sopa tradicional tiene una consistencia sólida, donde las mujeres bailan la polca con botellas en la cabeza y donde la gente siempre lleva consigo un termo con el tereré, bebida típica basada en una mezcla de agua fría y yerba mate. Radio Praga conversó con algunos de los descendientes checos radicados en la ciudad de Coronel Bogado, situada al sur de ese país.
“Las primeras familias vinieron en 1928, pero eran familias de checos radicados en Rusia, precisamente de la región de Volyn. Mis padres vinieron en el año 1936 con otros numerosos inmigrantes que vinieron en el mismo barco y la mayor parte de ellos se radicó en esta zona, Carmen del Paraná y Coronel Bogado”, dice.
Debido a la crisis económica y la amenaza bélica, muchos europeos decidieron buscar un horizonte mejor para el futuro de sus familias en América Latina, pero el nuevo comienzo de su trayectoria fue duro.“La tierra era buena pero las condiciones no eran muy adecuadas en esa época, porque era una selva totalmente inhóspita, lo que no se pudo descubrir desde allá, de Europa, pero llegando aquí la gente se encontró con muchas cosas inesperadas”, alega el presidente de la Asociación Cultural Checo-Eslovaca.
La región paraguaya de Itapúa acogió a muchas familias checas, polacas, eslovacas, ucranianas y bielorrusas. Los descendientes eslavos decidieron crear una asociación para reunir a todos los que no quería olvidar sus raíces. La colectividad checa se estableció originalmente en Carmen del Paraná y Fram. Hoy tiene su centro en Coronel Bogado.
“Hoy día aproximadamente tenemos aquí alrededor de 35 familias que están integrándose a nuestra asociación checo-eslovaca. Hay muchísimas más, pero están alejadas, por lo tanto no nos estamos acercando mucho, pero a través de nuestra asociación queremos atraer a todos para hacerla más amplia”, explica Jaroslao Mašek.Los descendientes checos siguen reuniéndose varias veces al año. Por ejemplo celebran anualmente el Día de la Independencia de Checoslovaquia el 28 de octubre, para mantener vivas las tradiciones de sus antepasados. En esas reuniones escuchan música checa y comen los platos típicos, que generalmente suele ser acompañados con el ‘knedlík’.
“El knedlík lo hacemos a base de levadura, le agregamos un poco de harina y huevo, amasamos bien y después hacemos unos bollitos y los hervimos en el agua. Una vez hervidos, partimos los bollos con un hilo para que no se aplaste. La verdad que en todas las fiestas de octubre que hacemos presentamos esa comida y a todos les gusta muchísimo”, indica la esposa del señor Mašek, Ludmila.Los descendientes intentan también mantener vivo el idioma de sus antepasados, aunque es una tarea difícil.
“Hablo checo, pero poco. Cuando estuve con mis abuelos sí aprendía a hablar pero ya se me olvidó. Mis hijos entienden, pero no quieren hablar y te contestan en castellano”, señala Gustavo Luis Muller, cuyo abuelo llegó a Paraguay en 1928
En 2009, un profesor de checo llegó a Coronel Bogado para dar clases tanto a los adultos como a los niños, lo que aplaudieron todos.
“Tengo dos hijos y en realidad gracias al profesor que estuvo acá enseñándonos, ellos están aprendiendo un poco. Yo también trato de decirles por lo menos las cosas básicas de la casa. Si me piden, yo les vuelvo a repetir en checo, entonces algunas palabritas van aprendiendo de a poco. Ellos quieren aprender, les interesa bastante, la verdad que les gusta mucho”, destaca la hija de Jaroslao Mašek, Marta.Su prima Mirta, incluso envió a su hija a la República Checa para que perfeccionara el idioma.
“Mi mamá es bielorrusa. Mi papá y mamá poco hablaban. Mi hija aprendió algo por el profesor checo que estuvo enseñando acá. Entonces tenía una base y ahora está perfeccionando el idioma en la República Checa. Tiene 18 años, terminó la secundaria y se fue. Justamente me gustó que se haya ido para que compare y vea lo que es el otro mundo”, indica.Tanto la República Checa como Paraguay sufrieron en el siglo XX una dictadura. Mientras los checos fueron dominados por un régimen comunista, los paraguayos tuvieron que aguantar una dictadura militar derechista, la de Alfredo Stroessner. Aunque ambos países se deshicieron de las dictaduras en 1989, el proceso de la transición a la democracia aún no ha terminado del todo en Paraguay.
“El problema es que no escapamos de la corrupción constante que hemos vivido bajo los sucesivos gobiernos. En cierto sentido, un poco se está detectando y rebajando con el gobierno actual. Pero queda mucho que transitar para llegar a esclarecer todos los hechos y para que el país se administre económicamente y pueda salir adelante”, sostiene Jaroslao Mašek.Por otro lado, Juan Navrátil, nacido en 1942, seis años después de la llegada de su padre a Paraguay, destaca que la fértil tierra posibilita a la gente llevar en ese país una vida muy fácil.
“Bien se vive acá. Yo le dije una vez a un señor: vos vas a trabajar en Paraguay dos horas por día y en tu chacra vas a tener comida suficiente, no te va a faltar nada. Eso en otra parte del mundo no existe. El techo para tu casa te crece. Portas paja y haces techo. Los postes para tu casa te crecen en el monte, si no tienes tu propio, puedes sacar del vecino, porque le va a dar, acá la madera es gratis. Este es un paraíso terrenal. Acá te crece todo. Vos agarrás una rama de mandioca y en seis meses tenés cinco kilos de mandioca. La vida acá es muy fácil”, afirma.
Sin embargo, Jaroslao Mašek agrega que a los paraguayos les faltan tecnologías para aprovechar de manera exhaustiva la riqueza de la tierra.
“Lo que aquí falta son tecnologías. Aquí hay muchos recursos que explotar. Y cada año va mejorando la situación gracias a las nuevas tecnologías que vienen de otros países, estamos copiando por ejemplo muchas cosas de la tecnología brasileña”.
Por lo general, los descendientes checos, radicados en Paraguay, no cambiarían de hogar y están satisfechos con su vida en ese país.
“Estoy contento con la vida aquí, porque nací acá, y acá me crié y mal crié, como decimos”, menciona Gustavo Luis Muller.
Pero hay quienes siguen sintiendo la nostalgia por la patria de sus padres, aunque nunca han visitado el país de sus antepasados.
“Paraguayo paraguayo, no me siento. Siempre está el checo adentro. Siempre quise volver, pero me fue imposible”, subraya Juan Navrátil.
Foto: Roman Casado