Chequia cumple su primer año con COVID en el peor momento de la epidemia
El 1 de marzo de 2020 se confirmó la presencia del coronavirus en Chequia. Exactamente un año después comienza un confinamiento perimetral de distritos por tres semanas y se cierran por completo escuelas y guarderías para intentar evitar el colapso del sistema de salud.
“Señoras y señores, buenos días. Tenemos que anunciar que en la República Checa tenemos los tres primeros casos de la enfermedad del COVID-19”.
El entonces ministro de Salud, Adam Vojtěch, anunció así la aparición del coronavirus en la República Checa. Por aquel entonces, pocos en Europa podían imaginarse las consecuencias que acarrearía la enfermedad, convertida poco después en pandemia. Mientras el mundo empezó a detenerse, la inquietud y la incredulidad inicial dieron paso a un curso acelerado general en virología y epidemiología, así como vaticinios de todo tipo, entre los que también se abrieron paso con gran fuerza noticias falsas, que han divido en gran parte a la sociedad también en esta cuestión.
Un año después de aquel 1 de marzo, el conocimiento de la enfermedad es mucho mayor, se cuenta con medicamentos más efectivos y hasta con vacunas que, a pesar de la lentitud con la que aún se aplican, ya están evitando muertes y contagios. Gracias a ellas, medio mundo ya empieza a pensar en cómo empezar a relajar las medidas y, por fin, volver a la (tantas veces nombrada) normalidad.
Por el contrario, Chequia se encuentra este 1 de marzo en el peor de los momentos. Se acaban de superar los 20 000 muertos por la enfermedad, casi todos durante los últimos cinco meses, con uno de los índices de mortandad más nefastos de todo el mundo. También 20 000 son los contagios al día predichos por el ministro de Salud, Jan Blatný, para esta misma semana y el sistema sanitario checo, por primera vez desde el inicio de la pandemia, corre el riesgo de colapsarse. En este momento, los casos activos se acercan a los 150 000, el máximo histórico en el país con diferencia.
El propio primer ministro, Andrej Babiš, viajó a marzo de 2020 el pasado viernes para justificar la prolongación del estado de emergencia y el cierre perimetral de los distritos de todo el país.
“El 12 de marzo de 2020 declaramos el estado de emergencia cuando la cantidad de contagiados era de 22 y en los hospitales había 3 personas. Ninguna de ellas murió. Ahora tenemos en los hospitales a 7100 personas, casi 1400 en las unidades de cuidados intensivos y, por desgracia, todos los días mueren personas”.
Chequia superó bien la primera ola. Reaccionó rápido y de forma tajante en primavera. Fue de los pocos países europeos en obligar al uso de mascarillas y hasta lograron fama internacional sus mascarillas de tela hechas en casa.
Seis meses buenos y seis meses catastróficos
Probablemente aquel éxito sea una de las razones que propiciaron el rotundo fracaso posterior, opinan muchos expertos. La sociedad dejó de temer a la enfermedad, que se superó con poco más 400 muertes en seis meses. El Gobierno, desoyendo el consejo de los expertos, retiró la obligación de llevar mascarillas incluso en el transporte urbano superficial durante el verano, y en septiembre la situación comenzó a dar un vuelco radical.
Las medidas del Gobierno no fueron entonces ni tan rápidas ni tan tajantes. Comenzó a escribirse entonces la larga lista de dimisiones, destituciones y cambios en el Ministerio de Salud, y, casualidad o no, no fue hasta pasadas las elecciones regionales y al Senado de principios de octubre que se volvió a declarar el estado de emergencia.
Roman Prymula, ministro de Salud desde septiembre, tuvo que dimitir poco después tras ser descubierto en un restaurante supuestamente cerrado por las normas que él mismo había dictado días antes. Así llegó el tercer ministro de Salud de la epidemia, un pediatra y profesor universitario de Brno, Jan Blatný.
Con la presión de todo tipo de gremios profesionales y la sociedad sumida ya en la fatiga pandémica, el Gobierno decidió relajar las restricciones en diciembre, antes de Navidades, pese a que no había datos sanitarios que dieran pie al optimismo. Tras las fiestas y las reuniones familiares, 2021 comenzó en Chequia batiendo todas sus peores marcas, alcanzando, por ejemplo, el 6 de enero, los 17 766 nuevos contagios confirmados en solo 24 horas.
Mientras en otros países europeos se adoptaban restricciones duras con índices no tan alarmantes por cada 100 000 habitantes como en Chequia, con la mutación británica establecida ya como predominante y la sospecha más tarde confirmada de la presencia también de la temida cepa sudafricana, hasta inicios de la semana pasada la cuestión a debate y rifirrafe político era la vuelta a los colegios desde marzo o la reapertura de muchos comercios.
Confinamiento perimetral de distritos y cierre de guarderías y escuelas
Sin embargo, el 1 de marzo lo que ha traído finalmente han sido mayores restricciones. El coronavirus ha impuesto nuevamente su ley, y a pesar de la alta capacidad hospitalaria con la que cuenta la República Checa, esta se encuentra al límite del colapso. Esa es la razón por la que el Gobierno se decidió finalmente a endurecer las restricciones, explicó el ministro del Interior, Jan Hamáček, el pasado viernes.
“Todos confiamos en nuestros sanitarios, que hacen un trabajo sensacional, pero una sanidad sobrecargada y colapsada no puede cuidar de todos, y esto es algo que no queremos y que no podemos hacer a unas personas que han pasado los últimos meses trabajando a destajo. Ahora, que estamos ya en la recta de meta, ya que tenemos las vacunas, no podemos permitir que la sanidad colapse y no podamos atender, no ya solo a los enfermos de COVID, sino a las víctimas de un accidente de tráfico o de un ataque al corazón”.
Desde este 1 de marzo y por tres semanas, los ciudadanos tendrán que permanecer dentro de su distrito para hacer compras. De tener que desplazarse a otro por motivos de trabajo, médicos o atender a un familiar que lo precise, entre otros, deberán llevar una declaración y documentos que demuestren que el desplazamiento está justificado y se atiene a alguna de las excepciones. Para pasar el tiempo libre se puede salir a la calle, pero siempre con mascarilla quirúrgica por lo menos, y siempre dentro del mismo municipio en el que se reside o se ha elegido para pasar este periodo de 21 días. Para todo el resto de espacios públicos cerrados, desde la semana pasada es obligatorio el uso de mascarillas de alta protección, como mínimo FFP2 o nanomascarillas.
Por otra parte, se cierran los pocos cursos que aún tenían clases presenciales en las escuelas y las guarderías salvo para los hijos de los sanitarios. También se reduce la cantidad de comercios abiertos.
“El virus seguirá contagiándose en las fábricas”
La comunidad científica de forma muy mayoritaria critica que el Gobierno no haya escuchado sus opiniones y recomendaciones y que por eso se ha llegado a esta situación. El matemático René Levinský, director del Centro de Modelos de Procesos Biológicos, explicó en la Radio Checa que tampoco las nuevas medidas serán suficientes.
“El Gobierno dice, según las palabras de Andrej Babiš, que es necesario que todos nos comportemos como hace un año. Pero, por supuesto, no es solo la ciudadanía la que se tiene que comportar como el año pasado, todos tienen que hacerlo. Me gustaría destacar que, por ejemplo, hace un año Škoda Auto tuvo que cerrar sus factorías seis semanas y ahora tiene 700 infectados. Así que, aunque la gente se encierre en la despensa de su casa, el virus se va a seguir propagando en las fábricas y no se va a conseguir combatir la epidemia de forma efectiva”.
Otra de las críticas habituales ha sido durante este año, especialmente en los últimos meses, para gran parte de la sociedad, por no respetar las restricciones impuestas. En realidad, estas personas tampoco se han encontrado grandes impedimentos, por ejemplo, para violar el toque de queda. La Policía quiere cambiar esto desde este lunes, y con la ayuda de agentes de aduanas y militares, se controlará por todo el país de forma aleatoria coches, trenes y autobuses que se muevan entre distritos.