Asistentas y niñeras explotadas y en negro

Foto: Vasyl Tsitsey

Cada vez más familias checas cuentan con la ayuda de una empleada doméstica o una niñera, normalmente ucraniana o filipina. Según un estudio de la Universidad Carolina, estas asistentas a menudo trabajan en negro y en condiciones de explotación laboral.

Foto: Vasyl Tsitsey
“No podía tomarme ningún día libre, no respetaban el contrato de trabajo. Cuando me quise quejar me espetaron que como ucraniana podía estar contesta de vivir en la civilización”, así narra su experiencia como empleada doméstica una de las personas entrevistadas por el grupo de trabajo del Centro para Investigaciones Económicas (CERGE) y la Universidad Carolina que recientemente ha sacado a la luz las duras condiciones de trabajo que sufren asistentas y niñeras en la República Checa.

Los empleadores son en la gran mayoría de los casos familias acomodadas de las principales ciudades checas que desean una mano en las labores del hogar o el cuidado de los niños. Para ello recurren a la ayuda de mujeres inmigrantes que suelen ser ucranianas, filipinas, moldavas o de los países de Asia central. El problema es que no siempre ofrecen garantías legales adecuadas, comenta Magda Faltová, de la Asociación para la Integración y la Migración.

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“Se trata sobre todo de trabajo en negro. Las mujeres tienen por ejemplo permiso de residencia, pero no permiso de trabajo para esa tarea concreta con ese empleador en particular. En el caso de las niñeras filipinas nos encontramos a menudo con que trabajan seis días a la semana”.

De acuerdo con los datos recabados, la mitad de estas empleadas domésticas trabajan en negro, un tercio como trabajadoras autónomas y el resto con contrato de trabajo.

La frecuente situación de debilidad social y legal de estas inmigrantes suele llevar a incumplimientos de contrato, horas extras no retribuidas, falta de vacaciones y a veces incluso de intimidad, si se alojan con la familia empleadora. Temen perder la fuente de ingresos con la que mantienen a sus familias en su país de origen, y raramente denuncian los abusos.

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Esto complica mucho la situación, según explica la ministra de Trabajo y Asuntos Sociales, Michaela Marksová.

“Nosotros podemos reaccionar si alguien se queja y pone en marcha a la inspección. Entiendo que en el caso de las inmigrantes de terceros países sea muy complicado contactar con la inspección de Trabajo, porque se arriesgan a perder el empleo y ser expulsadas del país”.

Por eso Marksová intentará que el Gobierno considere firmar algunos tratados internacionales en este sentido, especialmente el Acerdo sobre Trabajadores en Hogares Ajenos, que comprometería al país a tomar medidas para que se respeten los derechos de los empleados domésticos.

Autor: Carlos Ferrer
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