Adiós, señor príncipe
Chequia se despidió de Karel Schwarzenberg, antiguo jefe de la diplomacia checa y canciller del presidente Václav Havel, fallecido el 12 de noviembre a la edad de 85 años en Viena.
El Funeral del Estado tuvo lugar este sábado al mediodía en la Catedral de San Vito en el Castillo de Praga. Las honras fúnebres fueron celebradas por el arzobispo de Praga, Jan Graubner. De la prédica se encargó el sacerdote Tomáš Halík y un breve discurso final se debió también al presidente de la República, Petr Pavel.
Al funeral asistieron, además del círculo familiar, cientos de invitados, entre ellos la presidenta eslovaca Zuzana Čaputová, los miembros de ambas Cámaras del Parlamento checo, el antiguo presidente Miloš Zeman, representantes de la nobleza checa y europea, diplomáticos, personas de la comunidad cultural, representantes de instituciones renombradas y otras personas destacas de la vida pública.
Karel Schwarzenberg era miembro de una de las familias nobles más antiguas de Europa por lo que se despidieron de él en Praga el príncipe de Mónaco Alberto II, el gran duque Enrique de Luxemburgo y el príncipe Luis de Liechtenstein. La familia real británica fue representada por el embajador del Reino Unido en Chequia, Matt Field. Cientos de personas veían la ceremonia de la Catedral en la pantalla situada en la Plaza de Hradčany.
La ceremonia siguió los deseos del propio Karel Schwarzenberg por lo que se pudo escuchar el himno nacional checoslovaco, el himno de San Venceslao o el villancico Nació el Señor Cristo. Al final de la ceremonia sonaron 34 campanadas de Segismundo, la campana más grande de la Catedral de San Vito, una campanada por cada año de la restaurada democracia en Checoslovaquia y Chequia.
Después de la ceremonia, los restos del político Schwarzenberg se dirigieron del Castillo de Praga al Ministerio de RR.EE., acompañados por un aplauso del público y, posteriormente, fueron llevados a Orlík, donde permanecerán en la tumba familiar de los Schwarzenberg.
Según se pudo escuchar en la Catedral de San Vito, la sociedad checa recordará al príncipe Schwarzenberg como un luchador por los Derechos Humanos, una persona que servía a su patria, sabía unir a la gente de distintas opiniones y nunca perdía el sentido de humor.