Un recorrido por las curiosas tradiciones navideñas de la nobleza checa
Radio Praga Internacional visitó una exposición en el castillo de Čechy pod Kosířem sobre las costumbres y tradiciones navideñas de la nobleza checa. Algunas continúan vigentes, otras sufrieron cambios importantes y están también las que no solo ya no existen, sino que, a los ojos de hoy, resultan muy extrañas.
Suele decirse que, al menos en República Checa, las tradiciones solo siguen vigentes en los pueblos y pequeñas ciudades, pero ya no se practican en los grandes centros urbanos. Por ese motivo decidimos ir hasta Čechy pod Kosířem, una localidad que pertenece a la región de Olomouc y en donde nos recibió la guía de turismo local Eva Maderová.
“Este pueblo fue fundado en el siglo XII, pero la primera residencia de los nobles apareció en el siglo XIV, fue una fortaleza, y después en el siglo XVI se construyó un castillo que, al principio, era de estilo renacentista y después tomó el estilo barroco”.
Precisamente, en ese hermoso y no muy conocido castillo que está abierto al público desde el año 2016 y tiene sus cuartos decorados como a finales del siglo XIX, se celebró, recientemente, un evento sobre las tradiciones y costumbres navideñas de la nobleza checa. Como para entrar rápidamente en clima navideño, los parques y bosques alrededor del castillo estaban completamente blancos por la temprana caída de la nieve. Eva Maderová se apura en aclarar que algunas tradiciones navideñas de la nobleza hoy pueden resultar muy raras y otras, simplemente, fueron cambiando, como es el caso de la corona navideña.
“La corona de navidad antes era más grande que hoy, cada corona tenía veintitrés velas: cuatro para cada domingo antes de navidad y las restantes para los otros días de la semana que eran rojas y pequeñas, mientras que las de los domingos eran blancas y más grandes, y luego, por razones prácticas, se empezaron a usar solo esas cuatro para cada domingo de adviento”.
De hecho, el adviento sigue siendo en esta parte del mundo un período fundamental de preparación para las navidades, pero antes, quizás, era aún más importante, teniendo en cuenta la gran cantidad de santos y ritos que se celebraban en ese período, no solo el de San Nicolás que hoy sigue muy vigente. El adviento, explica Eva Maderová, empieza con el día de San Andrés, el 13 de noviembre, y termina en Nochebuena. Pero en ese entonces, por ejemplo, las jóvenes de la nobleza celebraban el día de Santa Bárbara paseando por el pueblo para regalar frutas y nueces a los niños buenos y, a los otros, pegarles con una escoba. En el día de San Andrés, que es el patrono de las novias, las chicas les dejaban a los perros pedacitos de pan y la que había dejado el pan que primero comían los perros sería la que más pronto se iba a casar.
“El 13 de diciembre se celebra el día de Santa Lucía y las chicas, otra vez, pasean por el pueblo con un vestido blanco y para los niños buenos decían un rezo y a los malos les pegaban con la escoba y este día también se separaban varios leños y en la nochebuena se los prendía fuego para proteger la casa de las brujas y para atraer la buena suerte, y durante este día estaba prohibido lavar la ropa e hilar, lo cual era muy ventajoso para las chicas y mujeres”.
Aunque a diferencia de otros países del mundo, en Chequia las familias se reúnen a celebrar los tres días que van desde el 24 hasta el 26 de diciembre, Maderová aclara que, desde siempre, la Nochebuena tuvo, incluso para la nobleza, un valor especial.
“La Nochebuena es el día más mágico del año y, por eso, durante ese día se adivinaba el futuro, aunque después de la cena festiva y la tradición más conocida es con una manzana que se cortaba: si aparecía una estrella significaba que llegaría la suerte el año siguiente, si aparecía la cruz significaba muerte o alguna enfermedad muy grave, pero siempre aparecía una estrella”.
Cuenta Maderová que su familia aún sigue haciendo algo parecido. Y agrega que también las cáscaras de nueces se utilizaban para crear pequeños barcos a los que, luego de agregarles una vela encendida, se los llevaba al agua: si un barco se quedaba en la orilla quería decir que no habría grandes cambios en la familia, el hecho de que rodaran en círculo mostraba la indecisión de su dueño y que la vela se apagara era señal de que la persona en cuestión no estaba siendo sincera. Otra tradición similar era la de las tazas, debajo de las cuales se ponía un objeto distinto. Si, luego de mezclarlos, la chica encontraba barro, significaba muerte; el peine, enfermedades; el anillo, casamiento; y, el pan, riqueza. En cuanto al arbolito, Eva Maderová explica que empezó a utilizarse como una forma de proteger el hogar, aunque con una muy extraña particularidad.
“El árbol de navidad se colgaba siempre del techo, al revés: la punta del árbol llegaba cerca del suelo y siempre le ponían dulces, frutas, nueces, y debajo del árbol se dejaban los regalos, primero para la gente del pueblo, y después para los niños, y hasta hoy tenemos esta tradición”.
Maderová afirma que, si bien la nobleza ofrecía esos presentes a los pueblerinos que, por ejemplo, trabajaban en el castillo, no había casi ninguna persona totalmente ajena a él. Por otro lado, indica que, antes de los arbolitos, la tradición de los belenes o pesebres, era el símbolo más importante de la Navidad, tal como ocurre hoy en muchos países del mundo. Explica Maderová que, al principio, los belenes solían hacerse con modelos vivos y el primero de estas tierras apareció en el año 1560. Luego, fueron prohibidos por la iglesia y, entonces, se empezó a extender el uso de belenes en escala, aunque en este caso lo interesante es que se trata de una tradición que comienza en el pueblo y luego llega a la nobleza.
“La gente quería tener su propio belén en casa y empezaron a crear las miniaturas de esos belenes con madera de tilo, pero como era muy cara se empezaron a utilizar otros materiales como papel, masa, porcelana o barro y luego esa tradición se difundió a la nobleza que decoraba los belenes con piedras preciosas, telas muy caras y. muchas veces, se regalaban esos belenes a la familia”.
En cuanto a la comida, cuenta Maderová que la tradición de los dulces (antes solían utilizarse frutas) llegó a estas tierras recién en el siglo XIX, aunque por sus costosos ingredientes eran un bien de lujo de las clases altas. Y, en otra clara muestra de superstición, existía también la costumbre de no hablar mientras se los preparaba para no atraer la mala suerte.
“Existen muchas tradiciones sobre la comida y hasta sobre la mesa: se debía poner un poco de paja para atraer la riqueza a la familia y el mantel debía ser blanco como símbolo de luz y buen futuro, y no podía faltar el pan y la sal entre otros alimentos, y cada comensal debía tener su propio salero”.
Históricamente, las comidas de navidad más usuales eran, por ejemplo, la sopa de hongos y la salsa de ciruelas que se comía con pan, mientras que los nobles tenían hasta nueve platos, casi todos con carne, aunque no existía, por ese entonces, la costumbre de consumir carpa. Otra tradición, agrega Maderová, era atar las patas de la mesa con una cadena para que la familia se mantuviera unida al año siguiente. Por otro lado, en Nochebuena, estaba prohibido comer hasta que, a la tarde, el padre encendía una vela y, desde ese momento, quedaba prohibido levantarse de la mesa. Actualmente, aclara Maderová, algunas familias mantienen la costumbre de no comer antes de la Nochebuena porque eso significaría no poder ver el famoso cerdo dorado.
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