Un niño de nueve años fue la última víctima del telón de acero checoslovaco
Todo el mundo conoce la historia del muro de Berlín cuya caída en otoño de 1989 fue celebrada como símbolo del desmoronamiento del sistema totalitario en Europa del Este. Sin embargo, un espeluznante “muro de la muerte” existió durante 40 años también en las fronteras de Checoslovaquia comunista con Alemania Occidental y Austria.
En el tramo checoslovaco del telón de acero fallecieron unas 390 personas de las que 204 murieron acribilladas por balas de los guardafronteras; 90 víctimas perecieron en las alambradas electrificadas y el mismo número perdió la vida durante la persecución por los guardafronteras. Seis fueron víctimas de las minas antipersonales.
La última víctima fue un muchacho de nueve años de Alemania Oriental. El niño Kevin Strecker falleció en mayo de 1989 cuando su madre intentó romper con su automóvil la cancela de un paso fronterizo y huir de Checoslovaquia a Alemania Occidental.
Las personas fallecidas en el “muro de la muerte”, en las fronteras occidentales de Checoslovaquia, fueron víctimas de la división del mundo en esferas de influencia entre Occidente y la Unión Soviética.
En marzo de 1946, el primer ministro británico, Winston Churchill, pronunció un discurso en Fulton, Estados Unidos, en el que advirtió de la expansión del bloque soviético y utilizó un término que entró en la historia: el TELÓN DE ACERO.
Según Churchill, el continente europeo acababa de ser dividido por un telón de acero que se extendía desde el puerto polaco de Sczecyn, al norte, hasta la ciudad italiana de Trieste, al sur.
En 1946 la advertencia de Churchill podía parecer prematura, pero pasarían unos pocos años y los Estados comunistas se rodearían de un telón de acero que los separaría de sus vecinos democráticos.
La Checoslovaquia comunista empezó a edificar el telón de acero en las fronteras con Alemania y Austria tras el golpe de Estado de 1948 que encumbró al poder al Partido Comunista. La prohibición de viajar a los países occidentales fue una de las primeras medidas adoptadas por el régimen totalitario.
En 1951 fueron fundadas las unidades guardafronteras. La frontera checoslovaca con Alemania y Austria estaba custodiada por 16 mil hombres. El tramo de 365 kilómetros que lindaba con el estado alemán federal de Baviera fue el más fuertemente vigilado.
Los guardafronteras vigilaban una franja de dos kilómetros de ancho a lo largo de la frontera. Era la zona prohibida de la cual habían sido desalojados todos los habitantes y demolidas las casas de sesenta aldeas. Además de los guardafronteras, nadie podía entrar en dicha zona prohibida.
Seguía una zona de entre 12 y 15 kilómetros de ancho en la que podían residir sólo ciudadanos considerados leales al régimen comunista. Los demás fueron trasladados al interior del país.
Las personas fieles al régimen- hoy los llamaríanos soplones- colaboraban con los guardafronteras y denunciaban entre el 60 y el 70 por ciento de los intentos de cruzar ilegalmente la frontera.
Mientras de la radio sonaban canciones optimistas de que “todos somos jóvenes, joven es cada comunista”, en 1952 se inició la construcción de alambradas electrificadas en las fronteras.
La instalación de alambradas electrificadas de alto voltaje fue ordenada por el comandante en jefe de las unidades guardafronteras, Ludvík Hlavacka, un ex torturador de opositores al régimen comunista.
Cuando se desempeñaba después de 1948 como jefe de los investigadores de la policía secreta en la ciudad de Uherské Hradiste, en Moravia del Sur, mandó fabricar un aparato eléctrico de tortura.
”Todo mi cuerpo se retorcía y yo gritaba de dolor”, recuerda los efectos del aparato inventado por Ludvík Hlavacka uno de los presos torturados
La extraordinaria brutalidad de Hlavacka fue considerada excesiva hasta por uno de sus colegas que lo denunció. A Uherské Hradiste llegó en 1949 una inspección del Ministerio del Interior. Hlavacka tuvo que abandonar su puesto, pero sus superiores lo enviaron a estudiar en la Unión Soviética. Después del regreso a Checoslovaquia fue nombrado comandante en jefe de las unidades guardafronteras.
En 1952 Hlavacka inició la instalación de las alambradas fronterizas. Entre dos vallas de alambre espinoso estaba instalada una alambrada electrificada cuyo voltaje oscilaba entre los seis y los ocho mil voltios. A lo largo de las vallas fronterizas fueron colocadas minas antipersonales.
Se estima en 90 el número de personas muertas por electricidad al intentar superar las alambradas y huir del territorio checoslovaco a Occidente. Entre las víctimas hubo checos, eslovacos, polacos y alemanes orientales.
Las alambradas electrificadas, instaladas por orden de Ludvík Hlavacka, causaron numerosos accidentes mortales a los propios soldados encargados de guardar las fronteras. Ocurría que al ser declarada la alarma, los guardafronteras se olvidaban de desconectar la electricidad y así estaban expuestos a accidentes fatales.
Debido a su peligrosidad y también a la presión de Occidente, en 1965 dejaron de utilizarse las alambradas fronterizas de alto voltaje. En las fronteras se instaló un sistema de señalización que consistía en un hilo de 774 kilómetros de largo, de baja tensión. Cuando una persona intentaba cruzar las alambradas, se producía un cortocircuito. Se disparaban las alarmas y los guardafronteras se presentaban al lugar de los hechos en dos minutos, acompañados por perros adiestrados.
En numerosos casos, los guardafronteras penetraron en el territorio austríaco o alemán al perseguir a las personas que habían superado las alambradas fronterizas. Últimamente, algunos de los ex guardas fronterizos fueron juzgados, pero las penas que les fueron impuestas, parecen muy leves.
Por ejemplo, recibieron una sentencia de prisión de 3 años con pena suspensa dos ex guardafronteras que en los años 70 hirieron de bala al emigrante Jaroslav Masarík y después trasladaron por la fuerza al herido del territorio austríaco a la Checoslovaquia comunista.
A lo largo de los 40 años de su existencia, el régimen comunista fue perfeccionando incesantemente el telón de acero checoslovaco que se extendía desde la ciudad de As, al oeste, hasta la capital eslovaca Bratislava, al sudeste, a orillas del río Danubio. En los años 80 fue una obra técnica casi perfecta que utilizaba sofisticados sistemas electrónicos.
Sin embargo, la voluntad de algunas personas de vivir bajo un régimen más libre que el comunista fue tan fuerte que llegaron a inventar vías originales y hasta extravagantes para superar el telón de acero. Lo sobrevolaron en aviones, globos aerostáticos, alas delta y autogiros de construcción propia.
Rompieron las cancelas de pasos fronterizos con camiones grúas o convertidos en buzos cruzaron los ríos fronterizos Dyje y Danubio. Arriesgaron la vida para salir de un país comunista donde su vida no tenía perspectivas. Hasta la Revolución de Terciopelo de 1989 Checoslovaquia fue un país “sordomudo”, como lo llama el cantautor Pavel Dobes en una de sus canciones de protesta.