Un documental checo retrata el fenómeno de los niños prodigio del flamenco
‘Los Niños del Flamenco’ es un sorprendente documental que, aún siendo una producción checa, logra introducirse con naturalidad y conocimiento allí donde surgen las nuevas estrellas del género, en los barrios gitanos y los locales y escuelas flamencas de ciudades como Almería o Madrid. La directora Kateřina Hager se centra en el proceso de formación de dos prodigios de poco más de diez años, el cantaor Abraham Motos y el guitarrista Amos Lora, que se unen a la larga tradición de estrellas infantiles que ha dado siempre el flamenco.
Lejos de conservatorios, solfeo y reglas sobre armonía y ritmo, en las familias de tradición flamenca, los niños nacen rodeados de cantaores, bailaores y guitarristas. De sus padres y abuelos aprenden el arte como una parte más de la vida diaria. Kateřina Hager se ha distanciado de la imagen que en la propia España se ha vendido del flamenco al turista extranjero, explica.
“Quería contar una historia sobre el flamenco desde una perspectiva nueva, diferente, en particular sobre cómo se reproduce esa cultura. Para los checos, y para los extranjeros en general, el flamenco está asociado con el folclore. Lo conectan más con el baile, con chicas guapas con vestidos bonitos, pero esto no es flamenco. Quería contar cómo se aprende está música tan compleja, que es muy difícil de aprender. Quería mostrar que es una música que se aprende desde pequeño”.En ‘Los Niños del Flamenco’ viaja Hager al barrio de Pescadería, en Almería, de donde procede por ejemplo el guitarrista Tomatito. También va a Madrid, al barrio de Caño Roto, de donde procede Abraham Motos, torrente de voz y talento escolar de primaria que, vestido con su chándal del Barcelona, ataca con naturalidad y aplomo en cualquier momento la rama del flamenco que haga falta.
Un caso distinto al de Abraham es el de Amos Lora, a quien ya se pudo ver en concierto en Praga en 2012. Este joven guitarrista con algún disco ya y giras internacionales a sus espaldas es un caso sorprendente, explica la directora.“Pensé que iba a encontrar a estos niños en Andalucía, en comunidades gitanas. Fue una gran sorpresa encontrar a Amos, es cosa del destino porque por él el documental es más interesante. Él es de Salamanca, no es gitano, y se puede ver cómo aprendió ese arte suyo increíble”.
Si bien el cante surge de una forma más natural en los niños, acostumbrados a las largas fiestas y juergas familiares, la guitarra exige de una disciplina mayor como se puede ver en el documental.
“No soy flamencóloga ni nada, pero hay mucha diferencia entre el estudio del cante y el de la guitarra. Los cantaores niños no pueden practicar muchas horas. Tienen que estudiar y aprender un montón de ‘palos’, pero no es lo mismo que con la guitarra. Como hablé con el padre de Amos, con la guitarra hay que estudiar bastante y echar muchas horas para llegar a ser un maestro de la guitarra”, cuenta Hager.Viendo a Amos Lora practicar una media de cuatro horas diarias y perder dos días a la semana de escuela, surge la duda de si niños de esa edad están hechos para esa vida de disciplina y dedicación. Kateřina Hager reflexiona sobre esa cuestión.
“Muchos pueden preguntarse si Amos está perdiendo una parte de su niñez o que es muy difícil para él llevar esta disciplina. Esto es muy difícil de medir. Pero tengo que decir también que cuando conocimos a Amos nos impresionó mucho su pasión increíble y su enorme capacidad para aprender. Cuando ves los vídeos que tienen desde cuando era un niño de cinco años, ves que es un niño muy dotado, con un talento que hay que cultivar y que sería un daño para él no hacerlo. Es una gran responsabilidad para los padres también. ¿Qué haces con un niño que tiene este talento?”.Además del barrio almeriense de Pescadería y Salamanca, el documental viaja a locales míticos como la Casa Patas de Madrid, donde Abraham Motos y Amos Lora ya saben lo que es triunfar ante ese público. Un público al que se han acostumbrado con la misma naturalidad que lo hacen todo, cuenta la directora checa pensando en una anécdota de Amos Lora.
“La historia que me contaron él y su papá es que una vez se puso a llorar antes de un concierto, pero no por la presión porque hubiera mucho público, sino al contrario, porque no había demasiada gente en la sala, y él quería tocar para mucha gente. Estaba muy decepcionado”.La directora reconoce que nunca pensó que la música pudiera suponer una parte tan importante de la vida, en referencia tanto a la tradición familiar a la que pertenece Abraham, como a la dedicación sin límite de Amos. Una pasión de la que habla por sí misma otra anécdota.
“Cuando Amos vino a dar su concierto a Praga, que duró más de una hora, después tuvimos una gran fiesta en mi casa. Yo no me podía creer que Amos quisiera seguir tocando durante toda la noche, estuvo hasta las 3 de la mañana y no quería dejar la guitarra a nadie. Esto dice mucho más de lo que pueda contar él mismo sobre su pasión. Se puede ver que él obtiene mucho de su arte, que ese es su amor”.
Como suele suceder también en España, la juerga flamenca terminó cuando un vecino ajeno al tremendo espectáculo que se estaba produciendo, acudió para pedir que se acabara de una vez so pena de llamar a la Policía. Es una frecuente forma de comprobar cuan diferentes son las vidas de las personas que viven en el flamenco y que retrata este documental, con las de quienes viven dependientes de su horario de oficina.‘Los Niños del Flamenco’ ha sido ya estrenado en Praga durante el verano pasado, además de en Olomouc en el festival Colores Flamencos. También ha estado ya en un festival en China y espera llegar en breve a España. Por ahora, la próxima oportunidad de verlo será en el cine Bio Central de Hradec Králové el lunes 13 de enero.