"Señorita, ¿me da permiso para azotarla?": así viven las latinas la tradicional Pascua checa
Huevos pintados a mano, un dulce con forma de cordero y azotes que se agradecen. Tres latinas nos cuentan sus experiencias con las tradiciones de la Pascua checa.
¿Qué tan distinta puede ser una celebración cristiana como la Pascua en un país como Chequia? Tras escuchar las experiencias de Gabriela, Verónica y Alejandra, tres latinas que viven desde hace años en estas tierras, queda claro que nunca es acertado subestimar a esta nación amante de la cerveza, bebida que, durante el Jueves Santo, se vuelve verde.
Esto último no se debe a un milagro sino a una de las tantas y coloridas tradiciones de la Pascua checa, que incluyen, entre otras: mercadillos especiales en las plazas más importantes del país, la decoración a mano de huevos de gallina, el consumo de algunos dulces como el beránek, un bizcocho en forma realista de cordero; y un particular ritual en el que hombres deben azotar sutilmente a las mujeres con unas varitas de sauce para asegurarles buena salud. Explicada de esta manera, la actividad puede prestarse a confusión y sonar peor de lo que realmente es. Por suerte, contamos con los testimonios de tres mujeres que han pasado por la experiencia. Si bien resulta imposible confirmar si el ritual las ha mantenido lejos de la enfermedad, al menos podemos afirmar que han salido ilesas y que sí se han divertido con este llamativo juego.
Tal es el caso de Alejandra, oriunda de México, quien no dudó en aprender cada detalle de la tradición de la mano de su pareja. En la actualidad, hasta sabe confeccionar la famosa varita de los azotes, llamada pomlázka, una tarea, en general, reservada para los hombres.
“Mi esposo es checo y él viene de Sezemice, un pueblo de Pardubice, donde me tocó ya vivir de cerca cómo es la tradición de las Pascuas. Todo empezó en un paseo en los bosques de Sezemice para ir a recoger las ramas de los árboles (proutky) y él me enseñó qué árboles tengo que escoger y qué ramas son las adecuadas para tejer la pomlázka, incluso aprendí a tejerla. Juntamos varias ramas y fuimos a casa junto con los demás hombres y ellos empezaron a tejerla. Aunque sé que es un trabajo para hombres, yo quise incluirme para aprender cómo se elabora la pomlázka. Y, mientras, junto con mis amigas, un grupo también de mexicanas, pintamos los huevos, los decoramos, los servimos y escogimos colores que fueran muy bonitos. Al día siguiente, por la mañana, los hombres despertaron y nos fueron a cantar: '¡Hody, hody, doprovody!' y golpeaban nuestros traseros. Mi esposo me enseñó que esto es para hacerte más joven (“omlazení”, en checo), y de ahí viene el nombre de pomlázka. Para mí fue una tradición muy divertida y me gustó mucho la parte de pintar los huevos, porque en México yo estaba muy acostumbrada al color, a decorar. A mí me hace sentir contenta y feliz, disfruté mucho las Pascuas. Estoy segura de que este año será igual”.
Una tradición que llega hasta la oficina
Ni colores ni sabores escasean durante estas fechas. A Gabriela, una médica proveniente de Bolivia que vive en Chequia desde hace 15 años, le gustan mucho los dulces que se sirven durante la Pascua. Entre ellos se destaca el jidáše, una masa dulce de forma espiralada que representa la soga con la que se ahorcó Judas; el mazanec y el infaltable beránek, un budín en forma de cordero.
Según Gabriela, el jidáše es cada vez más difícil de encontrar, ya que no es tan comercial como el beránek, disponible en cualquier cadena de supermercados en estos días incluso bañado en chocolate.
Convencida desde la perspectiva gastronómica, Gabriela también tuvo su experiencia con los azotes y llegó a comprender otros aspectos de la tradición, que incluye cintas de colores y podrían funcionar incluso mejor que las aplicaciones de citas.
“Sí, incluso me han azotado en el trabajo. Es una tradición. Generalmente, al tercer día de la celebración, para cortejar a una chica, si el chico que te azotaba te gustaba, tú le dabas una cinta roja y así le decías que sentías amor o afinidad por esta persona. Por el contrario, le dabas una cinta amarilla cuando el hombre era rechazado, es una muestra de que no te interesa, una cinta verde, creo que representaba esperanza. Así eran las cintas de colores que le dabas al chico para decirle si te interesaba o no”.
Gabriela también presenció el intercambio de azotes por el típico licor checo de ciruelas slivovice y los tradicionales huevos pintados a mano. Según la versión que le contaron sus amigos, en año bisiesto, las chicas son las que pueden azotar a los hombres, pero, lamentablemente, Gabriela no tuvo la suerte de comprobar esta teoría.
Según Gabriela, estas tradiciones se viven de forma distinta en la capital checa.
“A mí me pareció muy raro, muy diferente, al comparar con lo que sucede en Praga, en donde estas tradiciones no se siguen tanto. Pero en Moravia es una tradición y les gusta hacerlo, incluso me invitaron a participar”.
Gabriela admite que, al principio, la tradición de los azotes la impactó, sobre todo porque no estaba al tanto del significado de la actividad y nunca había participado de un juego similar.
“Para mí fue un poco chocante, porque recién había llegado. Me encontraba en Hradec Králové y de la noche a la mañana apareció este hombre que venía a jugar o azotar con esta varita con colores, y yo le pregunté qué estaba pasando, porque no entendía nada. Entonces me explicaron que era la tradición y que toda mujer que estaba en edad fértil tenía que ser azotada para poder tener hijos y seguir siendo fértil”.
Para sorpresa de pocos, el colega que se animó a llevar la tradición al laboratorio en donde Gabriela trabajaba por entonces no era ningún praguense.
“Él era de Moravia, entonces se escudó en que para él ‘la traición era la tradición’ y entonces teníamos que seguir el juego. Fue muy interesante, fue muy divertido porque yo nunca la había experimentado y para mí fue como algo diferente”.
Tras experimentar la situación, cabe preguntarse si en la actualidad Gabriela guarda un buen recuerdo de aquella experiencia y si en algún momento se sintió agredida o, al menos, incómoda. Su respuesta es contundente.
“¡No, para nada! Es algo simbólico. No se siente uno agredido, más bien es como muy divertido, es como muy gracioso porque vienen y te piden permiso y yo decía ‘¡Gracias, me estás pidiendo permiso para azotarme!”.
Según su opinión, el hecho de incluirla en la tradición significó que se había generado confianza con la persona y que deseaban hacerla parte de la comunidad, ya que, si fueran personas desconocidas, no se atreverían a proponer este juego.
“Es muy educado, no hay ninguna maldad, es muy divertido, ellos incluso te piden permiso, se podría decir que es muy tierno o cómico”.
Como es de esperar, la Pascua se vive de forma considerablemente distinta en Bolivia, en donde la oferta gastronómica durante las fiestas es sencillamente insuperable.
“En Bolivia, por lo menos en mi familia, se hacen doce platos el día viernes, que son sin carne. Hay pastel de choclo, quesumacha, sopa de leche, humitas, arroz con leche, potaje de garbanzos, arvejeada, pescados y otros. Los platos representan a los doce apóstoles”.
A diferencia de lo que sucede en Chequia, en Bolivia los días jueves y viernes son los días más importantes, en los que no se consume carne. En República Checa, por el contrario, los feriados comienzan el viernes y se extienden hasta el lunes.
Los estudiantes mantienen viva la tradición en la capital
Si bien la tradición de los azotes es menos frecuente en Praga, Verónica, mexicana que vive desde hace 7 años en Chequia y ha estudiado en el país, puede dar cuenta de haber experimentado la tradición también en la capital.
Cuando pasó sus primeras Pascuas en suelo checo, Verónica vivía en la residencia estudiantil Strahov. Allí tenía una compañera eslovaca, que conocía perfectamente la tradición, y le explicó que ese día algunos chicos de Moravia pasarían por los dormitorios para llevar a cabo el ritual.
“Ella me explicó un poquito porque yo veía que todo el mundo pasaba con las varitas y como que no entendía para qué eran o qué estaban haciendo. Entonces, ella me explica que es la tradición de Pascua, que te dan con la varita y tienes que dar como un shot y, aparte, les tienes que dar dulces o algo más. En el caso de Moravia, les das estos huevitos pintados a mano cuando te pegan”.
Tras recibir esta explicación, no pasó mucho tiempo hasta que aparecieron tres chicos en la puerta de su dormitorio. Uno de ellos tenía una varita y, otro, un balde cargado con agua.
“Fue curioso porque llegan los chicos, que son del sur de Moravia, tocan la puerta del dormitorio de estudiantes y llegan con sus varitas y yo pienso ‘Ay, no; me va a tocar, no puede ser’. Y cuando abro me explican cómo es, te dan tres azotes y te echan el cubetazo de agua. Y yo tengo que darle un shot, que en ese momento yo les di un shot de tequila que tenía ahí. Esa fue la primera vez que me tocó vivir de primera mano la Pascua”.
Al igual que Gabriela, Verónica no tiene un recuerdo negativo de la experiencia y en ningún momento se sintió maltratada.
“Me causó gracia. Obviamente yo sé que ha sido un tema de debate como en cuanto a la cuestión feminista, pero yo lo tomé con humor porque me pareció bastante curioso, ya que esto no se da como en Latinoamérica. En Latinoamérica es algo más religioso, más católico, la Pascua es meramente ir a la iglesia. Y aquí tienen una variedad más rica de tradiciones alrededor de la Pascua. Yo lo tomé un poco con gracia. No me molesté, claro que no, porque a los chicos pues ya los conocía un poco, más bien lo tomo un poco como integración, que me tomaran en cuenta a pesar de ser extranjera y me invitaran a participar en sus tradiciones”.
La integración de Verónica no ha pasado solo por azotes con varitas de sauce. La familia de su pareja es experta en pintar huevos a manos para estas fechas, una actividad que le ha resultado fascinante y, por el estilo y colores de las decoraciones, la han llevado a pensar en las tradiciones de su México natal.
“La familia de mi pareja los hace súper bonitos, y yo, la primera vez que vi un huevo de Pascua pintado en el sur de Moravia a mano, o sea, que no es del mercado, de verdad que quedé como un poco impactada porque el detalle con lo que lo hacen es de verdad como profesionales”.
Además de los huevos pintados a mano, también los mercados de Pascua le recuerdan a Verónica algunas tradiciones de su país de orígen, rico en colores y sabores.
“Es un poco regresar a México, a los mercados, que son tradicionales y se hace cada fin de semana, y verlos aquí me recuerda mucho a México. Viene la gente que vende la fruta del campo, productos orgánicos, las florerías, con los brotes de tulipanes. Después, obviamente, ver todos los colores de los huevitos, que los venden preparados, a mí me parecen muy coloridos los mercados y todo está adornado con estas tiritas tradicionales de Pascua”.
Tras escuchar los testimonios de Gabriela, Verónica y Alejandra, queda claro que muchas veces el expatriado no tiene otra opción más que aprender a integrarse a los golpes.
Relacionado
-
La Pascua en Chequia
¿Cómo se celebra la Pascua en la República Checa? ¿Qué tradiciones han sobrevivido hasta hoy día?