Resultados del Proceso de Transición - II Parte
Con este espacio, "Del Totalitarismo a la Democracia", Radio Praga trata de ofrecer un vistazo sobre lo que ha representado el proceso de transición en la República Checa. Este espacio está dedicado a todas las personas interesadas en conocer detalles sobre la transformación checa desde la dictadura comunista hasta la democracia, por lo que creemos que encontraremos muchos radioescuchas en Cuba, donde importantes sectores de la población se preparan también para un proceso de cambio pacífico en la Isla.
Esta vez analizamos algunos de los principales resultados de los diferentes procesos de transición a la democracia, acaecidos en Europa tras el fin de la Guerra Fría. Nos basamos en estudios preparados por el profesor Fredo Arias King. Hoy nos enfocaremos en el tema de la consolidación democrática.
Rusia ha tenido la misma suerte que Ucrania en cuanto al retorno de ex comunistas al poder. Ha contado con dos presidentes, Boris Yeltsin y Vladimir Putin, ambos emanados de las instituciones soviéticas: en el primer caso, del KPSS y en el segundo, de la KGB. Los primeros ministros también han surgido sin excepción del previo orden institucional soviético. El más longevo de ellos, Viktor Chernomyrdin, había sido el ultimo ministro de Gas de la Unión Soviética y presidió la privatización de este ministerio hacia la actualmente más grande (y políticamente poderosa) compañía rusa, Gazprom. Se estima en diez mil millones de dólares su fortuna personal. Sergei Kirienko, quien sustituyó a Chernomyrdin como primer ministro, causó un colapso financiero cuando declaró unilateralmente una moratoria de la deuda externa rusa.
Otro primer ministro, Yevgeny Primakov, había sido un alto funcionario de la KGB y en este puesto había frustrado en 1992 una investigación sobre el desaparecido oro del KPSS. La investigación estaba concluyendo que fue la KGB la que transportó dicho oro a bancos extranjeros. Una comisión parlamentaria encabezada por el diputado democrático Lev Ponomarev que llegó a la misma conclusión también fue cerrada por el liderazgo del Soviet Supremo (en su mayoría comunista) en 1992, bajo presiones de Primakov. Dicha fragmentación del Estado se ha explicado por la “clanización” de Rusia, donde un puñado de grupos de poder (todos surgidos principalmente del viejo orden) compite por la influencia económica y política al margen de la constitucionalidad. Varios de estos clanes y demás intereses institucionales, asimismo, conducen sus propias políticas exteriores, confundiendo los interlocutores de Rusia.
Una analista observa la profunda ambivalencia de las elite rusas y las divide entre las que prefieren resolver los problemas del país en forma “vertical” (autoritaria, colectivista, jerárquica, sin división de poderes), y los que militan por una solución “horizontal” (consensual, transparente, individualista, con división de poderes). El primer grupo gana en organización y acceso al poder. Gorbachov ha admitido varios errores que causaron el relativo fracaso de la perestroika. Entre ellos cita su inhabilidad de romper con el esquema mental del previo sistema, la renuencia en liberalizar el comercio y la resistencia de la nomenklatura soviética. El principal error, según él, fue en su política de personal y, específicamente, en fracasar al deshacerse de sus consejeros que ya habían emitido señales de deslealtad.
Gorbachov mencionó: “Yo pensaba entonces que el sistema podía ser mejorado haciendo los cambios necesarios de personal, que la nueva generación de gente barrería con la vieja nomenklatura”. De hecho, Gorbachov pudo haber aprendido de la exitosa rama en Moscú de la cadena de restaurantes McDonald’s, la cual rehusó contratar a quienes hayan previamente trabajado en restaurantes rusos, prefiriendo en vez entrenar nuevo personal no viciado.
En Rumania, la revolución ciudadana espontánea que comenzó en Timişoara y culminó días después en el derrocamiento del dictador Ceauşescu fue esencialmente secuestrada por los ex asistentes del dictador. Cuando el 22 de diciembre de 1989 un grupo de ciudadanos aliados con un pelotón de soldados ocuparon la estación central de televisión para anunciar el derrocamiento del dictador, Ion Iliescu y otros ex colaboradores de Ceauşescu se presentaron para “brindar apoyo” a este grupo, tomando el micrófono y anunciando la creación de un “Frente Nacional de Salvación”. Sin embargo, Iliescu se nombró como jefe de dicho “gobierno”, excluyendo a los disidentes y a otras fuerzas no conectadas a la nomenklatura anterior. A la vez, se desató una ola de asesinatos en la calle por paramilitares “no identificados”, los cuales cesaron de inmediato cuando Iliescu exigió “orden” (sin embargo, dichos misteriosos “terroristas” nunca le dispararon a los edificios donde se encontraba Iliescu y su gobierno). Iliescu también ordenó la ejecución de los Ceauşescu sin un juicio formal, y tomó el crédito de su derrocamiento.
Unas semanas después, cuando estudiantes se organizaron y manifestaban en las calles de Bucarest para exigir la renuncia del “secuestrador” de su revolución, Iliescu ordenó a cientos de mineros de las provincias descender en la capital para violentar a los estudiantes, que se dispersaron por temor y no se volvieron a organizar. Una vez consolidada su posición al mando de Rumania, Iliescu condujo una política de privatización parecida a las de Ucrania y Rusia. Un sistema de vouchers para añadir un elemento de participación popular a la privatización no se llevó a cabo sino hasta 1995, y fue considerado un fracaso ya que las autoridades no proporcionaron información relevante en las compañías a privatizarse.
Algunas de esas compañías que aparecían en las listas de hecho ya se habían privatizado. Las compañías más exitosas exportadoras de armamentos, por ejemplo, acabaron en manos del ex alto funcionario militar de la época de Ceauşescu, que formó parte del tribunal que enjuició y ejecutó al dictador rumano en 1989, Victor Stănculescu. Dichas compañías nunca se habían ofrecido públicamente a la venta. Se estima que el 80% de los millonarios rumanos provienen de la nomenklatura comunista. En Bielorrusia, Lukashenko ha construido una dictadura consolidada que será difícil de erradicar. Al mismo tiempo, se cree que Lukashenka ha rendido gran parte de la soberanía económica, política y militar a Rusia a cambio de apoyo. Las acciones de los restantes líderes mencionados en la tabla anterior se asemejan a las de Kuchma, Kravchuk, Chernomyrdin, Iliescu y Lukashenko.