Por el laberinto subterráneo de Jihlava
Durante este Radioviaje nos dirigiremos a la frontera de dos regiones históricas checas, Bohemia y Moravia. Nuestro destino será Jihlava, joya gótica de Europa Central. Y no nos quedaremos sólo en la superficie. Bajaremos a las entrañas de la ciudad.
Los orígenes de la ciudad de Jihlava se remontan hasta finales del siglo XII. En la ribera bohemia del río homónimo se situaba entonces una pequeña aldea. Hasta hoy día la recuerda la iglesia románica de San Juan Bautista.
En los años 30 del siglo XIII fue descubierto en la parte central de la Meseta Checo-Morava un gran yacimiento de plata que atrajo a este paisaje silvestre a miles de personas de toda Europa, ante todo de los países de habla alemana.En esa época surgió en Jihlava una isla lingüística germánica, enclavada en medio de la población eslava, explica el historiador Zdeněk Jaroš.
“La aldea vieja, que no se podía ampliar, no resultaba suficiente para los nuevos pobladores. Pues, empezaron a construir rápidamente una población nueva en la opuesta orilla morava del río Jihlava. Este pueblo se convirtió pronto en una ciudad real con todo lo que estaba relacionado con este título”.
La entonces riqueza de la ciudad la testimonian varios monumentos arquitectónicos del gótico temprano que se cuentan entre los más valiosos que se conservaron en Europa Central.Figuran entre ellos la Iglesia de los Minoritas, la iglesia parroquial de Santiago y la iglesia monasterial de la Santa Cruz.
“Del siglo XIII data también la arquitectura profana de la ciudad. El hecho de que ya en los años 60 o 70 del siglo XIII se encontraba aquí una ciudad de piedra es algo excepcional. Es otra prueba de la inmensa riqueza. El gótico temprano está representado por 16 casas situadas en la plaza central y otras en las calles adyacentes”.
En Jihlava se preservaron parcialmente también las murallas del siglo XIII. En los siglos posteriores fueron remodeladas varias veces reaccionando a los avances de la técnica militar.La riqueza de la ciudad creció, pero la vida de los mineros no era nada de envidiar. Para conseguir la plata tenían que excavar el granito, uno de los minerales más duros. Por eso, los mineros solían trabajar en pareja. Uno perforaba la roca y el otro la sacaba a la superficie.
Para aliviar un poco el trabajo usaban un método especial. Calentaban las rocas y después las enfriaron rápidamente. Así lograban que una gran parte de la piedra reventara. Sin embargo, este procedimiento producía mucho humo de modo que los mineros tenían que hacer pausas para no asfixiarse, apunta la guía Pavlína Vašíčková.
“Diariamente alcanzaban a abrir un paso de dos hasta tres centímetros, es decir muy poco. Era el trabajo mejor pagado en esa época, pero los mineros no llegaban a una edad mayor de 30 años. Se dice que en Jihlava vivía una señora que tenía siete esposos que eran mineros, y todos se murieron”.
Desde mediados del siglo XIII Jihlava disponía de su propio código. Este conjunto de derechos municipales y mineros surgió sucesivamente, basándose en las experiencias de los nuevos pobladores y las costumbres locales.A principios del siglo XIV el código fue traducido al alemán. El derecho minero alemán de Jihlava sirvió de base para el famoso código de minería del rey checo Venceslao II, Ius Regale Montanorum, elaborado en el año 1300 por el sabio italiano Gozio ab Orvieto.
Este código se convirtió en modelo para los derechos mineros en toda Europa. En el siglo XVI fue llevado desde España hasta América del Sur.
En el siglo XVI, llamado en Jihlava “el gran siglo”, la ciudad vivió otro auge arquitectónico, destaca el historiador Zdeněk Jaroš.
“El atributo ´grande´ no es exagerado. El siglo XVI representa el punto culminante de la historia de la ciudad. La Jihlava gótica fue destruida por incendios y la sustituyó un nuevo estilo arquitectónico, el renacimiento, que en la segunda mitad del siglo XVI dio a la ciudad el aspecto urbanístico más hermoso de Europa Central”.Esta época famosa terminó con la batalla en la Montaña Blanca en 1620 después de la que Jihlava, como ciudad protestante y partidaria de los derrotados, fue castigada políticamente, y ello significó también el fin de su independencia arquitectónica.
De repente pasó a ser una ciudad que tiene que obedecer y no puede oponerse al gobernante como ocurría en los siglos anteriores, debido a que se lo permitía su riqueza. Jihlava se convirtió de una ciudad central en una periferia, sometida a Brno, Praga o Viena.
Un ejemplo representativo de la arquitectura de Jihlava es el edificio en el que está ubicado hoy día el Museo Municipal. Los sótanos fueron construidos en el gótico temprano y después de varios incendios remodelados al estilo gótico tardío. La segunda planta corresponde al estilo renacentista y la tercera es barroca, señala Zdeněk Jaroš.“El edificio de nuestro museo posee un elemento arquitectónico especial que Jihlava dio al mundo en el renacimiento. En el centro de la casa se encuentra un patio alto que divide la parte delantera y trasera del edificio. Se construyó así por motivos económicos, pero a la vez sirvió para que entrara la luz natural. El patio estaba decorado preciosamente”.
Bajo la ciudad de Jihlava se extiende un laberinto de pasillos subterráneos con una longitud total de 25 kilómetros. Con una superficie de cinco hectáreas es el segundo complejo subterráneo más grande de la República Checa, tras el de Znojmo. Sin embargo, el recorrido turístico mide solamente 250 metros, según precisa la guía Pavlína Vašíčková.
“El área subterránea de Jihlava tiene tres plantas. La primera planta fue construida a una profundidad de tres hasta cuatro metros, la segunda desde los cuatro hasta los siete metros y la última se encuentra entre siete y doce metros bajo la superficie”.Los espacios subterráneos se usaban, primero, para almacenar alimentos, trigo, cerveza, vino u otra mercancía destinada a la venta. Con el auge de la pañería en el siglo XIV empezaron a guardarse en los sótanos ante todo paños y lienzos.
Además, el subterráneo servía como un sistema de alcantarillado para conducir las aguas residuales fuera de la ciudad, y como cobijo para habitantes y sus propiedades en caso de catástrofes naturales o guerras como fue, por ejemplo, la de los Treinta Años.
La temperatura en el recinto subterráneo oscila durante todo el año entre los 8 y los 9 grados centígrados. Cuando se repavimentó la plaza de Jihlava, fueron llenados de tierra los pozos de ventilación en consecuencia de lo cual aumentó la humedad del aire. Del 40 hasta 45 por ciento subió hasta el 90 por ciento.En el subterráneo de Jihlava se ha conservado un conducto de madera de pino, de 800 años de antigüedad, que traía agua de la aldea de Pístov, a unos tres kilómetros de distancia de la ciudad, a dos fuentes situadas en la plaza central.
Pasando por los pasillos se pueden ver restos de algunos de los 200 pozos de agua potable que también fueron tapados con tierra. Las aguas subterráneas que antes se acumulaban en los pozos inundan ahora una gran parte de la segunda y tercera plantas del área.
Acabamos nuestro recorrido por el laberinto subterráneo de Jihlava en un pasillo misterioso. Al apagarse la iluminación sus paredes brillan con una luz verde. Existen tres teorías para explicar este fenómeno, afirma la guía Pavlína Vašíčková.
“Una dice que relucen aquí huesos de los monjes que están enterrados arriba. O son unos fantasmas. Según la tercera teoría, que es la más probable, se trata de una mezcla de wurtzita y baritina, derivados de sulfatos, que fabricaban los nazis durante la Segunda Guerra Mundial para señalar el camino hacia los refugios antiaéreos. En Jihlava probaron esta pintura. La fabricaba la compañía IG Farben, la misma que suministraba el ciclón B para las cámaras de gas”.
Al estrechar una mano en un rincón del pasillo brillante pueden sentir hormigueo en las puntas de los dedos. Es un lugar donde se acumula una gran cantidad de energía o posiblemente el camino hacia otro espacio-tiempo.