Política matrimonial como solución a la crisis
No saben gobernarse a sí mismos. Esa característica nada halagüeña acompaña a los checos durante siglos. Era evidente en la primera década del siglo XIV, cuando el Reino checo vivía sumido en una anarquía. Bajo el gobierno del indolente monarca Enrique de Carintia los nobles se repartieron el Estado.
?Cómo poner orden en el país? Los abades cistercienses Conrado y Heidenrich de los conventos de Zbraslav y Sedlec pensaron que lo mejor sería contar con el apoyo de una autoridad exterior. Empezaron a mover discretamente las piedras en el escenario doméstico e internacional para que subiera al trono checo el príncipe Juan de Luxemburgo, hijo del soberano del Sacro Imperio Romano.
El plan secreto de los religiosos cistercienses era muy audaz. Suponía que para acceder al trono checo el príncipe Juan de Luxemburgo, oriundo de un prestigioso linaje de Europa Occidental, se casaría con la princesa Elisa Premislita, heredera de la dinastía real checa.
El padre del previsto novio fue elegido para el puesto de soberano del Sacro Imperio Romano como hombre del rey francés. Emparentarse con los Luxemburgo proporcionaría al Reino de Bohemia el respaldo de Francia, que se estaba convirtiendo a principios del siglo XIV en la primera potencia continental.
En julio de 1309, el abad Conrado se encontró “casualmente” en la basílica de San Vito, en el Castillo de Praga, con la princesa Elisa Premislita. Escuchó sus quejas sobre el lamentable estado del Reino y después le preguntó si estaría dispuesta a ponerse al frente de aquellos que querían derrocar el gobierno de Enrique de Carintia y ser esposa del futuro rey checo. La princesa dijo ´sí´.
Con la propuesta del cisterciense se abrió para la joven una espléndida perspectiva porque hasta entonces vivía muy marginada.Elisa Premislita era hija del rey Venceslao II. Perdió a su madre a la edad de cinco años. Con la segunda esposa del monarca, la princesa polaca llamada Rejčka, se llevaba muy mal. Es que la madrasta era apenas cuatro años mayor.
Hay muchos indicios de que Venceslao II contaba con que Elisa Premislita sería monja. A diferencia de sus hermanas, no la prometió a ningún novio, hecho muy elocuente si se tiene en cuenta su política matrimonial muy activa.
Elisa Premislita pasó los años más tristes de su vida después de la muerte del padre. Su situación empeoró aún más después de que la madrasta Rejčka contrajera matrimonio con el nuevo rey checo, Rodolfo de Habsburgo.
La princesa abandonó la corte y se fue a vivir con su tía Kunhuta, abadesa del convento de San Jorge, en el Castillo de Praga.
Kunhuta era una mujer muy devota, con inclinaciones místicas. Elisa Premislita, contagiada por el fervor religioso de su tía, se habituó a la idea de que abrazaría la vida monástica.
La princesa era al mismo tiempo una muchacha ambiciosa que veía con preocupación la decadencia del reino bajo el gobierno de Enrique de Carintia.
Elisa Premislita consideraba su deber hacer todo para salvar la herencia de sus antepasados. Por eso asintió al plan, avanzado por el abad cisterciense Conrado. El juego diplomático, que suponía su implementación, pudo empezar.
Durante su viaje a la reunión anual de los superiores de la Orden cisterciense en Citeaux, Francia, el abad Conrado hizo una escala en la ciudad alemana de Heilbronn. Allí logró ser recibido por el soberano del Sacro Imperio Romano, Enrique VII de Luxemburgo.La propuesta planteada por el religioso de casar a su hijo Juan de Luxemburgo con la princesa checa no le agradó en absoluto al monarca. Le asustaban la creciente anarquía en el Reino de Bohemia y los contenciosos entre los bandos de nobles que se reagrupaban sin cesar.
Le parecía arriesgado enviar allí a su hijo, que era todavía un adolescente.
El resultado de la primera gestión de Conrado no fue entonces nada esperanzador.
Sin embargo, el Luxemburgo siguió rumiando la propuesta. Para sondear la situación envió a Praga a su asesor y conocedor de la problemática checa, el arzobispo de Maguncia, Pedro de Aspelt.
El emisario regresó con un informe relativamente favorable, pero el Luxemburgo no se dio todavía por convencido. Su vacilación duró todo un año.
Las negociaciones decisivas, en las que tomó parte una delegación de la nobleza checa, se celebraron en julio de 1310 en Francfort. El Luxemburgo propuso que se casara con la princesa checa su hermano Walram, un hombre ya treintaañero, con fama de mujeriego y disoluto.
Los negociadores checos rechazaron a ese candidato. No por sus vicios, sino por el hecho de que un hombre adulto no se dejaría manejar tan fácilmente.
El Luxemburgo se resistió durante mucho tiempo a que se sentara al trono checo su adolescente hijo Juan. “¡Ay del país cuyo rey es un niño!”, habría exclamado.Las reticencias del soberano del Sacro Imperio Romano se entienden. La fama de la nobleza checa en Europa no era nada buena.
Las negociaciones estaban a punto de abortarse. En ese momento se reunió con el Luxemburgo el cisterciense Conrado. No se sabe qué le dijo, pero el resultado fue que el monarca autorizó el matrimonio de su hijo Juan con la princesa Elisa Premislita.
Pero seguía todavía desconfiado. Para que no le dieran gato por liebre, exigió ver a la novia de antemano y que la boda se celebrara en su corte.
Así el 14 de agosto de 1310 salió de Praga el cortejo nupcial. Elisa Premislita montaba un caballo blanco que le había donado el obispo praguense. Era sin duda una alusión a la mítica fundadora de la dinastía de los Premislitas, la princesa Libuše, que envió emisarios a su novio Přemysl, guiados por un caballo blanco.
Enrique VII de Luxemburgo se hallaba con su corte en la ciudad alemana de Espira. Envió al encuentro de Elisa Premislita a su hermano Walram con la esperanza de que el experimentado seductor encandilase con sus piropos a la princesa checa y ésta prefiriese casarse con él.
El intento de trastornar en último momento la cabeza de la joven fracasó. La princesa educada por su severa tía monja no estaba para galanteos y halagos. Ella sabía que su deber era casarse con el adolescente Juan de Luxemburgo.
El soberano del Sacro Imperio Romano y su esposa Margarita de Brabante quedaron asombrados al ver a la princesa checa. Elisa Premislita les impresionó con su hermosura e inteligencia.
Pero los padres del novio se sintieron al mismo tiempo desconcertados. Elisa Premislita y su hijo Juan de Luxemburgo formaban una pareja desigual. La princesa checa, de 18 años, era una mujer adulta.El novio, de 14 años, era un rubio delgado y de estatura sensiblemente menor que la de Elisa Premislita. Al lado de su futura esposa parecía un chiquillo.
Antes de que se celebrara la boda, era necesario resolver todavía un desagradable problema. A la corte de los Luxemburgo llegó el rumor de que Elisa Premislita había perdido la virginidad. Se desconoce quién había hecho circular la patraña, pero la sospecha recae sobre Enrique de Carintia.
Urgía aclarar el asunto. Entonces una comisión de venerables matronas examinó las partes íntimas de la princesa checa. Las damas confirmaron que Elisa Premislita era virgen. El 1 de septiembre de 1310 se celebró su boda con Juan de Luxemburgo.
A excepción de los primeros años, el matrimonio de Elisa Premislita con Juan de Luxemburgo fue desafortunado. Pero el Reino de Bohemia se benefició de la subida de los Luxemburgo a su trono.
Juan de Luxemburgo aumentó la extensión territorial del Estado checo. Bajo el reinado de su hijo, Carlos IV, emperador del Sacro Imperio Romano, el país conoció una época de extraordinario florecimiento.