Juan I de Luxemburgo, 'el rey extranjero'
Con el asesinato del rey Venceslao III en 1306 concluyó la época del reinado de los primeros soberanos del Reino de Bohemia, los Premislitas. Los intereses de la aristocracia situaron en el trono checo a Juan de Luxemburgo, llamado también 'el rey extranjero', atributo que no se refería solamente a su origen. Su reinado, que despertaba entre los checos emociones encontradas, será el tema de esta edición de 'Legados del Pasado-Testimonios del Presente'.
El Consejo Nacional se vio obligado a elegir a un gobernador que fuese adecuado para los intereses de los nobles. Entre los candidatos figuraban el esposo de la hermana del rey asesinado, Enrique de Carintia, y el duque de Austria, Rodolfo de Habsburgo.
La subida al trono del primero indignó tanto a la familia de los Habsburgo, que no vacilaron en intervenir militarmente en el Reino de Bohemia.
Estas circunstancias obligaron a Enrique a dimitir y ceder el trono a su rival. El reinado del duque austríaco no llegó a durar ni un año, ya que cayó enfermo y falleció. Los nobles volvieron a reinstaurar a Enrique de Carintia como rey, pero su mando no llegó a satisfacer a todos.
Intrigas y más intrigas
Por tanto, un grupo de nobles respaldados por abades cistercienses visitó en secreto al rey Enrique VII de Luxemburgo, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y le ofrecieron a su hijo Juan la mano de Elisabeth, la hermana del último premislita, Venceslao III.
Encabezar el Reino de Bohemia representaba una oportunidad de ampliar sus dominios, pero la inestabilidad del país, provocada por los frecuentes relevos en el trono, provocaba en Enrique cierta desconfianza. Para convencerle, la aristocracia checa puso en marcha intensas negociaciones diplomáticas, ya que el joven monarca representaba la elección más adecuada para sus intereses, según explicó para la Televisión Checa la historiadora Lenka Bobková.“Los que llegaron con la propuesta de colocar en el trono checo a Juan de Luxemburgo sostenían que el joven sería respaldado por su padre, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Esto era muy importante, porque así podría llegar finalmente la estabilidad al país. Otro motivo fue su juventud. Los nobles suponían que Juan adoptaría las costumbres del país con más facilidad. O más bien, se las harían adoptar”.
Finalmente, Enrique VII dio su consentimiento a la boda. Sin embargo, sus dudas de mandar a su hijo de 14 años a un reino tan agitado persistirían hasta el último momento. Los Luxemburgo pretendieron impedir el casamiento a través de una intriga, por la cual la princesa debía ser seducida por un joven caballero.
El plan no tuvo éxito y a Enrique VII no le quedó otra que aceptar el matrimonio de su hijo. La humilde y educada princesa sin embargo ganó en breve las simpatías de la familia de los Luxemburgo. Ella por su parte también le tomó mucho cariño a Juan, con lo que calmó las voces que dudaban sobre el funcionamiento de un matrimonio de un hombre de catorce años con una mujer de dieciocho .
Los nobles no deseaban un rey ambicioso
La llegada de la pareja al Reino de Bohemia vino acompañada de varias complicaciones. El ex gobernante del reino, Enrique de Carintia, seguía en el trono y Juan de Luxemburgo se vio obligado a intervenir militarmente. En febrero de 1311 finalmente llegó a controlar el reino.
El joven rey aprendía a gobernar sobre la marcha. Pero mientras que Elisabeth insistía en que su esposo se centrara en la política local y recuperara la grandeza del reino, florecida durante el reinado de sus antepasados, Juan de Luxemburgo daba más importancia a la política exterior.
Cansado de las intrigas y presiones de la aristocracia de Bohemia, que no deseaba a un rey ambicioso, Juan pasaba más tiempo en el extranjero que en su reino. Por este motivo obtuvo el apodo 'el rey extranjero'.
La guerra entre madrasta e hijastra
Su esposa Elisa intentó tomar las riendas, pero su actitud impulsiva acarreó más problemas que frutos.
La princesa también luchó por el poder contra su madrastra, la polaca Elisabeth Richeza. Las disputas desembocaron en el encarcelamiento del amante de Richeza, ordenado por la princesa Elisabeth. Este acontecimiento fue una de las gotas que derramó el vaso de la paciencia de Juan de Luxemburgo y el matrimonio se acabó poco después del nacimiento de su segundo hijo.Las incesantes intrigas de los nobles provocaron que Juan de Luxemburgo diera crédito al rumor de que su esposa tramaba su destronamiento para dirigir el país como la regenta de su hijo, Venceslao. Juan optó por una drástica solución y separó al hijo de su madre, según revela Lenka Bobková.
“Juan mandó a Carlos, entonces llamado Venceslao, a la corte francesa para que recibiera la educación local. Así que el futuro soberano creció lejos de sus padres. Aunque este hecho da una impresión trágica, en aquella época no era nada extraordinario. Carlos fue educado muy bien y fue formado para dedicarse a la alta política, sobre todo la que estaba relacionada con el Reino de Bohemia”.
Venceslao, que en la corte francesa recibió el nombre Carlos IV, volvió al Reino de Bohemia a los 17 años de edad. Su regreso fue incitado por los nobles checos, que estaban indignados por la actitud del rey Juan de Luxemburgo.
Para extender su dominio, el monarca participaba en conflictos bélicos en todo el continente europeo. Sus campañas militares suponían altos gastos, por lo cual el rey se vio obligado a subir los impuestos. Este paso se encontró lógicamente con fuertes protestas y el monarca fue acusado de concebir su reinado ante todo como una fuente de dinero.
Por otra parte, las habilidades diplomáticas y la valentía guerrera de Juan de Luxemburgo trajeron al Reino de Bohemia también cierto provecho, según afirma Bobková.
„Juan no solamente extendió los territorios de Luxemburgo, sino que gracias a él el Reino de Bohemia volvió a recuperar extensos territorios como la Alta Lusacia, la región de Cheb y casi toda Silesia“.
En 1334 Juan de Luxemburgo otorgó a su hijo Carlos IV el título de margrave de Moravia y el cargo de cogobernador del Reino de Bohemia. Siete años después le cedió el trono entero, puesto que una enfermedad hereditaria lo dejó ciego.El espíritu guerrero no abandonó a Juan de Luxemburgo ni tras esta tragedia, ya que no vaciló en participar en la Batalla de Crécy, una de las primeras contiendas de la Guerra de los Cien Años, en la que luchó del lado de los franceses.
De este campo de batalla Juan de Luxemburgo no volvió. Se dice que sus últimas palabras fueron: „Con ayuda de Dios, un rey checo nunca huirá de un combate“.
El reinado de su hijo, Carlos IV, representó uno de los mejores periodos de florecimiento del Reino de Bohemia. Sobre esta época hablaremos en una de las próximas ediciones de Legados del Pasado-Testimonios del Presente.