Poemas contra la obsolescencia programada
Mientras espera la inminente aparición de la antología de diecisiete poetas contemporáneas checas que viene de preparar y traducir, la también poeta y física Elena Buixaderas nos cuenta la razón por la que, muy pronto, los dispositivos electrónicos que usamos a diario van a ser mucho más duraderos y confiables.
Hace mucho tiempo que la poeta y traductora española Elena Buixaderas venía con la idea de armar una antología de poesía checa contemporánea. Sin embargo, tras algunas negativas editoriales se dio cuenta de que aún no estaban dadas las condiciones para semejante proyecto. No obstante, el intento tuvo premio porque hace un poco más de dos años contactó con ella la editorial Vaso Roto para plasmar una obra que, aunque no correspondía exactamente a su idea original, le pareció muy seductora: con una subvención de la Unión Europea, el proyecto que esa misma editorial ya había realizado en algunos otros países consistía en una antología de autoras checas menores de cincuenta años. A Buixaderas le pareció un desafío muy interesante. No solo porque, en general, había traducido a poetas hombres como Petr Borkovec sino también porque ella misma debía participar en el proceso de selección de las autoras con Alžběta Zmrzlíková, quien por ese entonces era la directora del Centro Literario Checo.
“Entre ella y yo hicimos una lista provisional que la comentamos luego con la editorial. A cuenta de los criterios de edad no pudimos poner algunas autoras un poco más grandes, pero al final nos pusimos de acuerdo en la lista y además es curioso que tienen que ser diecisiete, ni quince ni veinte, tenían que ser diecisiete porque todas las antologías de la editorial son de diecisiete”.
Sylva Fischerová, Simona Racková, Věra Rosí, Marie Šťastná y Anna Beata Hablová son algunas de las poetas que integran la antología. En el prólogo que acompañará este libro de inminente aparición, Buixaderas explica que siempre al hacer una antología se intenta buscar rasgos en común. Sin embargo, una de las características más fuertes de la poesía contemporánea checa, tal como sucede también en muchos otros países, es precisamente la diversidad, algo que Buixaderas atribuye a que ya no existen tantos grupos literarios como en el pasado, lo cual convierte a la actual poesía en algo muy heterogéneo.
“Lo único que encontré en común es el afán de ser diferente que tiene cada una de ellas, de decir: vivo en la República Checa, soy mujer, tengo una edad entre treinta y cincuenta años y una visión del mundo que también es mía y no es igual que la de otras mujeres, yo veo el mundo así y mi poesía se traduce en esta visión que tengo. Cada una utiliza un lenguaje diferente, recursos diferentes. Es muy variada, realmente”.
Otro elemento que sí encontró en algunas de estas poetas es el hecho de abordar temas históricamente atribuidos a la mujer como la maternidad y las tareas domésticas. Sin embargo, lo novedoso es que lo hacen de una forma totalmente revulsiva y provocadora, como un modo de poner en tela de juicio esos preconceptos mediante el discurso poético. Por otro lado, nota Buixaderas que muchas de esas poetas no suelen replegarse en una sola estética o registro, sino que van cambiando de voz de acuerdo a la forma o fondo de cada libro. De hecho, en algunos casos esa gama era tan amplia que Buixaderas les pidió a algunas autoras hacer una preselección de sus poemas para que la decisión no estuviera tan condicionada por el gusto de la traductora.
“En esta antología hay diecisiete autoras y no con todas me he identificado igual. Hay algunas autoras que me han resultado muy fáciles de traducir por la manera que tienen de escribir, casi como si fuera un vaso comunicante. En cambio, con otras autoras me ha costado bastante porque son muy diferentes a mí, y entonces es un ejercicio de cambio de personalidad, y tienes que darte cuenta de que el filtro que tienes cuando escribes como autor no lo puedes usar, porque no puedes negar la personalidad de la autora, aunque te parezca chocante lo que escribe y pienses que nunca lo hubieras hecho así”.
Buixaderas recuerda, por ejemplo, el caso de Petra Strá, una poeta que trabaja a tal punto el sonido y la musicalidad que, al principio, no se le ocurría cómo traducirla y por eso decidió encontrarse con ella para que pudiera orientarla un poco. Luego de algunas aclaraciones, decidió dejar de lado lo semántico y realizar una especie de transcripción fonética para que el lector en castellano supiera cómo tenía que sonar ese texto. Agrega que otra de las autoras trabaja mucho la personificación, entonces, en sus poemas, que son bastantes surrealistas, le da voz a animales u objetos. Buixaderas revela que estuvo trabajando en este proyecto alrededor de dos años y algunos de esos meses fueron muy intensos. Ella misma define esa época como un caos maravilloso, ya que a la par también seguía abocada a su trabajo principal, ya que, además de traductora y escritora, Buixaderas es investigadora científica.
“Porque siempre he tenido una mente muy inquieta y muy curiosa y siempre he escrito desde que tengo uso de razón, y luego siempre me he estado preguntando por qué las cosas son como son. Entonces, para mí era obvio que tenía que hacer las dos cosas a la vez: escribir por un lado y estudiar cómo funciona el mundo por el otro, y luego incluso utilizar la poesía también para preguntarme por qué el mundo funciona como funciona, y eso incluye a los animales, a las personas y a las plantas”.
Al terminar sus estudios de grado, Elena Buixaderas decidió irse de España porque no le sobraba trabajo y sentía la necesidad de cambiar de aire. En 1996 llegó a Praga porque, durante un estudio doctoral que hizo en Bilbao, conoció a dos checos que habían ido a una conferencia y le propusieron trabajar una temporada con ellos en la capital checa. Desde entonces, armó su vida en Chequia. Además de trabajar en la Academia de Ciencias Checa, es evaluadora de proyectos científicos de la Unión Europea, con lo cual está en contacto con los últimos avances en materia de tecnología y políticas de uso.
“Yo estudié óptica al principio y luego me dediqué más a materiales, entonces lo que hago es estudiar propiedades ópticas de los materiales que se usan hoy en electrónica, porque con todas las nuevas tecnologías y todo lo que necesitamos en el mundo de hoy se precisan materiales que nos den una respuesta eficiente, que nos permitan tener telecomunicaciones o incluso almacenar energía.”
En otras palabras, Buixaderas investiga materiales que aún no están comercializados en dispositivos electrónicos, pero podrían brindar algún tipo de ventaja, ya sea en el funcionamiento o en lo que hace al medio ambiente. A partir de unas técnicas que ella compara con recetas de comida, su trabajo consiste en evaluar si esos potenciales beneficios son reales o no, y si requieren, por ejemplo, de determinadas condiciones de temperatura. Por ejemplo, uno de los grandes objetivos en la actualidad pasa por tratar de mejorar el tiempo útil de las baterías de los teléfonos celulares. Buixaderas indica que la durabilidad en sí de las baterías es un problema vinculado a la falta de tecnología, pero la imposibilidad de reemplazarla y, por lo tanto, la necesidad de comprar un teléfono nuevo sí puede entenderse como obsolescencia programada. Sin embargo, nos trae al respecto una buena noticia.
“Eso es un problema que hemos tenido durante los últimos veinte años pero que va a cambiar porque se considera un problema del sistema económico que tenemos, que lo ha planeado así para promover el consumismo, y ahora estamos en una nueva época, afortunadamente, donde se busca pensar en la sustentabilidad y en la ecología, así que va a cambiar. La normativa europea, por ejemplo, ya es consciente de este problema y lo va a cambiar”.
De hecho, confirma que este año se firmó un acuerdo entre Europa y Estados Unidos que supone un paquete de nuevas leyes para impedir la obsolescencia programada, pero también para fomentar la durabilidad, el reciclaje y la reparación de los productos. Buixaderas explica que esto se venía pensando antes de la pandemia y, en su opinión, está llegando unos veinte años tarde, aunque, por supuesto, mejor tarde que nunca.