Onishenko, el pintor checo-ucraniano que vive en un palacio de Malá Strana

Alexandr Onishenko

Nacido en una pequeña ciudad ucraniana y nacionalizado checo, el pintor Alexandr Onishenko llegó a Praga en 1991 y se quedó tan fascinado con la ciudad que decidió instalarse definitivamente y crear una galería de arte que está por cumplir tres décadas y, desde hace dos años, funciona en un esplendoroso palacio de Malá Strana.

“Cuando caminaba por las calles de Praga tenía la sensación de que, en cualquier momento, las brujas comenzarían a arder en la plaza. Así era su atmósfera y su colorido”.

Aunque nació en la pequeña ciudad ucraniana de Cherníhiv, Alexandr Onishenko se considera a sí mismo un pintor neo-impresionista checo. Y esa presentación no es menor porque él entiende que lo más importante en la vida es, precisamente, forjar un camino propio, más allá de cualquier mandato o corriente. Y él encontró el suyo, sobre todo, en Praga, donde terminó de consolidar su vocación artística.

“Y aquí llegamos, encontramos a un conocido y vimos que había muchos artistas y mucha vida, pensamos que nos quedaríamos solo un par de días y luego seguiríamos de viaje, pero un croata que estaba en el puente nos dijo que estábamos locos porque eso significaba ir a la guerra”.

Un pintor inspirado por Praga | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

A Praga llegó en febrero de 1991, aunque antes había pasado un año en Bulgaria pintando y vendiendo sus obras. En ese entonces este pintor sintió la influencia del impresionismo que él adoptó a su manera dando lugar a un estilo propio que lo llevó a participar en exposiciones internacionales en países como Alemania, Francia, Estados Unidos y Malasia.

Sus obras | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

“Así que este no fue del todo el comienzo y es cierto que hubiera pintado en cualquier sitio al que recalara porque venía con mis pinturas y un cuaderno de bocetos. Pero lo que fue una verdadera sorpresa para mí fue darme cuenta de lo  particular que es Praga: como un museo que, en la década del noventa, tampoco estaba tan arreglado sino hasta un poco roto, pero era puramente medieval. Cuando caminaba por sus calles tenía la sensación de que, en cualquier momento, las brujas comenzarían a arder en la plaza. Así era su atmósfera y su colorido”.

Entrada del Palacio Hartig,  sede de su galería de arte | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

Onishenko asegura que de esa época tiene ciertas impresiones grabadas en su memoria, por ejemplo el olor a leña o carbón, el precio ínfimo de la cerveza y lo caros que eran los hoteles. También la inspiración que le generaban las chimeneas y los tejados de esta ciudad de cuentos, en la que mantiene, desde hace casi tres décadas, su propia galería de arte. La primera sede estuvo en una vivienda de la calle Jakubská, de la que tomó el nombre de su estudio, y tenía la particularidad de que, en el siglo XIX, había allí una zapatería. De ahí se fue en la época del covid y, luego de un año de descanso, logró reinaugurarla, gracias a una oferta que le hicieron unos conocidos, nada menos que en el palacio Hartig de Malá Strana, una casa burguesa medieval que, entre 1485 y 1495, fue reconstruida en estilo gótico tardío y, antes de 1580, en estilo renacentista.

Galería | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International
Algunas de sus pinturas | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

“Los palacios siempre han sido, sobre todo, comerciales, no lugares donde uno pudiera vivir, pero siempre había algunos espacios para alquilar. También vivió aquí la escritora checa Tereza Nováková, pero, principalmente, la familia Masaryk durante once años. En ese entonces él era profesor universitario y recién después se convertiría en presidente”.

Onishenko dice que él siempre necesita expandirse más porque considera que, cuando alguien deja de crecer, empieza lentamente a marchitarse. Pero más allá de esa constante inquietud autoimpuesta reconoce que, en ese histórico y bellísimo palacio, siente una plenitud que le cuesta incluso poner en palabras.

La luz del tranvía de Praga  | Foto: archivo personal de Alexandr Onishenko

“Dormí aquí algunas noches hace dos años y, desde entonces, no me he podido ir. La atmósfera, no puedo explicarlo, pero energéticamente te sientes seguro en esta casa, es una sensación bastante extraña. Normalmente, no duermo mucho, no me gusta dormir, pero sí disfruto mucho hacerlo aquí. Tal vez percibo una sensación de seguridad que me tranquiliza”.

Una pintura del Puente de Carlos,  donde trabajó durante un tiempo | Foto: archivo personal de Alexandr Onishenko

Una de las características esenciales de la obra de Onishenko es que trabaja con lienzo negro, lo cual genera en sus pinturas un juego óptico muy interesante, como si, de algún modo, sus trabajos lograran representar el paso de la oscuridad a la luz. Y eso puede verse, justamente, en muchas de las pinturas que le dedicó a Praga. Por ejemplo, una en la que se ve llegar al emblemático tranvía con la luz de sus faroles reflejándose en el asfalto, durante una tarde de lluvia.

“Vine aquí en los 90 y llegué como un vanguardista. Era joven, las fronteras estaban abiertas, y tenía la sensación de que no importaba el modo en que hicieras las cosas, sino más bien lo que quisieras contar. Llegué como un vanguardista y Praga me enloqueció tanto que empecé a aprender a pintar”.

“Pocas ciudades están tan bellamente construidas que permiten que veas sus tejados”.

Durante un tiempo, Onishenko trabajó en el emblemático Puente de Carlos, como hoy lo siguen haciendo muchos otros colegas, lo cual le dio la posibilidad de tener un vínculo inmediato con su público y conocer personas de muchísimos países porque, en esa época, según recuerda, todos querían conocer la ciudad y todo el mundo parecía reunirse en el puente. Recuerda que solía trabajar durante toda la noche y durante el día exponía allí sus cuadros. Lo cierto es que en ese sitio, considerado por muchos como uno de los lugares más hermosos del mundo, Onishenko logró crear una notable pintura sobre los tejados de Praga. Él confirma que es una de sus obras más importantes porque, entre otras cosas, lo ayudó a abrirse camino en el mercado del arte europeo.

Praga,  una ciudad de cuentos  | Foto: archivo personal de Alexandr Onishenko

“Pocas ciudades están tan bellamente construidas que permiten que veas sus tejados, y a mí la verdad que me generaban mucha curiosidad. ¿Cuántas personas estarían viviendo ahí y cuántas veces podría verlos por encima de los tejados? El impresionismo para mí es eso, lo primero que admiras, lo desarrollas con tu arte y lo quieres mostrar. Entonces, esos tejados se terminaron convirtiendo un poco en los de Onishenko. En la actualidad, muchos de ellos ya no existen, han reemplazado con cemento esa pátina que tenía entre 200 y 300 años.

Aunque ya tenía decidido dedicarse al arte desde antes de llegar a Praga, Onishenko siente que a esas primeras impresiones que le generó la ciudad les debe buena parte de la dirección que tomó su carrera artística, y por eso agradece haber estado, como él mismo dice, en el lugar correcto, en el momento indicado.

Un pintor neoimpresionista | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International
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