Cita con un oyente de Radio Praga que terminó descubriendo sus raíces checas
Lo que más apasionaba a Jorge Ugulinelli en la infancia era la radio y el increíble mundo de posibilidades que ofrecía a principios de la década del ochenta. Tal como nos cuenta en esta entrevista, luego de varios años de escuchar Radio Praga, se terminó enterando de que ese lejano país cuyo nombre tanto le llamaba la atención estaba mucho más cerca de lo que él creía.
Un portal al mundo y, al mismo tiempo, una profunda revelación sobre sí mismo de la que no tenía la más mínima idea. Todo eso significó la radio para Jorge Ugulinelli durante su infancia, en una zona rural de la provincia argentina de Santa Fe. Gracias a su tío Carlos, que era todo un radioaficionado y hasta tenía su propia licencia, desde muy chico comenzó a cruzar las fronteras, al interesarse no solo en las estaciones locales sino también en las emisoras de otros países que transmitían en habla hispana, en una época en la que internet no existía y la televisión era un lujo para muy pocos.
“Yo lo veía siempre a mi tío transmitiendo y recepcionando emisiones del exterior de onda corta, así que empecé a interesarme en todo eso, veía y escuchaba cómo él se comunicaba con personas de otros países, escuchaba distintas radios de Europa y, entre ellas, Radio Praga era la que más me entusiasmaba porque tenía un programa para América Latina”.
Desde que instalaron con su tío una antena casera sobre el techo de su casa para poder acceder a todas esas radios, lo que al principio era un pasatiempo pronto se terminó convirtiendo en una pasión con todas las letras (o, mejor dicho, las ondas) que lo atrapó por completo.
Locos por la radio
Recuerda Jorge que el mejor momento para escuchar la radio era en invierno y asegura que casi no había noche en la que no dejara un oído pegado al parlante para enterarse de lo que ocurría en Europa y, sobre todo, en ese país cuyo largo y sonoro nombre le llamaba poderosamente la atención.
“Yo tenía una radio Casio, luego la Noblex 7 mares que tenía varios modos de onda corta, en esa época era un equipo muy sutil y permitía captar la frecuencia que, en ese momento, no era algo nítido: tenía como un vaivén, y con sintonía fina se podía ajustar un poquito el ancho de banda de la frecuencia. Entonces, por ahí, la voz del locutor se iba, volvía y te acostumbrabas a afinar el oído para poder seguir lo que estaban hablando, pero fue una época fantástica estar en medio del campo y con una radio sencilla y un cable al techo poder captar las ondas de Radio Praga, era algo formidable.”
Incluso recuerda Jorge que, junto a su tío, mandaron en el año 2000 una carta a Radio Praga Internacional y todavía se emociona al revivir la alegría que sintieron al recibir, a la vuelta de correo, la famosa tarjeta QSL, llamada así por el código aeronáutico y radial que, en verdad, significa “acuse de recibo”. Poco después, al verlo tan entusiasmado con el mundo de la radio, y sobre todo con Radio Praga, sus padres advirtieron la notable coincidencia y le dieron, por lo tanto, la gran revelación.
“Y me entero de que más allá de que mi apellido es de origen italiano, mi madre era de origen checo y, desde ese momento, mantuvimos correspondencia con parientes de mi madre que vivían en Europa, y mi bisabuelo, llegado a la Argentina a principios del siglo pasado, era de origen checoslovaco y había nacido en la pequeña localidad de Břevenec, en la región de Olomouc. Hoy tengo toda una caja con fotos que fui armando durante tantos años de correspondencia y una hermana de mi abuelo siguió en contacto con mis padres hasta el año dos mil, más o menos”.
Es decir que, algunos años después de esas largas noches de invierno escuchando Radio Praga, sus propios padres le comentaron a Jorge que su bisabuelo materno Franz Zerhau había llegado a la Argentina en un barco desde Checoslovaquia, dejando atrás a todos sus hermanos y hermanas.
¿De dónde venimos?
El descubrimiento lo impactó tanto que enseguida se puso a armar su árbol genealogico, remontándose nada menos que a sus tatarabuelos Josef Zerhau y Marie Schmachtel, nacidos en Hradec nad Moravicí, muy cerca de la frontera con Polonia. Luego de la segunda guerra mundial, como sucedió en tantos otros casos, su familia checa fue expulsada solo por portación de apellido a Alemania, país por el que también había tenido un paso muy breve su bisabuelo Franz Zerhau antes de dirigirse a Génova, Italia, con algunos parientes, con los que primero llegaron al sur de Brasil, al estado de Santa Catarina, donde uno de ellos perdió la vida.
“Y luego de un año de vivir en condiciones muy adversas en la zona selvática decidieron tomar otra vez el barco y llegar al Puerto de Buenos Aires y, desde allí, siguieron unos 350 kilómetros más al noroeste hasta la Provincia de Santa Fé, donde la mayoría de los inmigantes que llegaban eran agricultores. De hecho, mi bisabuelo Franz o Francisco se dedicó a la agricultura y pudo comprar unas tierras y hacer su casa y conformar su familia”.
Junto a su esposa genovesa Angela Spinelli, su bisabuelo tuvo dos hijas: Belly y Maria Luisa Zerhau, que es la abuela de Jorge. Entre los montones de cartas guardadas en una gran caja cuenta este descendiente de checos apasionado por la radio que, en algunas de ellas, su bisabuelo les pedía a sus hermanos que le enviaran las semillas de algunas plantas europeas.
Cartas de amor correspondido
A pesar de no saber checo, Jorge puede leer muchas de esas cartas que algunos miembros de su familia checa aprovechaban para escribir en un esforzado español para poder practicar el idioma que hablaba esa lejana pero entrañable rama de la familia.
“Una connotación muy emocional es que siempre que la hermana de mi bisabuelo nos escribía desde Europa, y sin saber mucho de acá, nos consultaba cómo estábamos aquí en Argentina, esa era una de las preguntas que se repetía en las cartas: cómo estaba un tío, un hermano, cómo estaban sus descendientes... siempre añorando al resto de la familia que había emigrado a la Argentina”.
Además de repasar con frecuencia ese tesoro familiar que son las cartas, cuenta Jorge que también suele usar la función Street View para pasear en forma virtual por esa pequeña localidad de la región de Olomouc donde nació su bisabuelo y de la que incluso conserva una foto histórica. Mientras tanto se ilusiona con cumplir, en algún momento, su gran sueño de poder viajar a la zona para encontrar quizás a más parientes de apellido Zarhau y respirar, sobre todo, un poco de esa atmósfera que, durante su infancia, le llegaba en forma de éter desde tan lejos y, al mismo tiempo, tan cerca.