La Revolución de Terciopelo bajo la atenta mirada de un autor argentino
Entre la multitud checa que, en noviembre de 1989, se mostró decidida a conseguir un cambio, había un joven argentino que, por ese entonces, estudiaba en París y decidió viajar a Praga con unos compañeros de la Universidad. Su experiencia en plena Revolución de Terciopelo marcó a tal punto a Sergio Faraudo que, muchos años después, le inspiraría una maestría en ciencias políticas y una novela que acaba de ser adaptada al teatro.
Los grandes acontecimientos históricos que los distintos pueblos hicieron posible suelen inspirar a personas de todo el mundo, sin importar las banderas. Eso es lo que ocurre con la Revolución de Terciopelo que, ante un nuevo aniversario, continúa influyendo incluso a muchos hispanos. Uno de ellos es, por ejemplo, el argentino Sergio Faraudo, autor de Destino Praga, estación París, una novela inspirada en ese gran acontecimiento que él mismo pudo vivir porque, en ese entonces, estaba estudiando en la capital francesa. Incluso recuerda que, ya con la caída del Muro de Berlín, París tal vez no fuera una fiesta, pero vivía de un modo muy intenso ese verdadero clima de cambio.
“Recuerdo haber estado en algunas manifestaciones donde participaba Milan Kundera, caminando por la ciudad. Todo el mundo se acercaba porque estaba él y había un movimiento cultural muy fuerte”.
Juntos, pero no tanto
En ese mismo contexto de tanta movilización, luego de hablar con un grupo de compañeros universitarios, surgió la idea de ir a Praga, ciudad a la que terminaron llegando en total cuatro personas a bordo de un tren. Sergio recuerda que al no tratarse de amigos tan cercanos, no habían ido con el plan de estar todo el tiempo juntos y, de hecho, luego de su estadía en Praga, cada uno fue tomando su propio rumbo, aunque en el medio se formó una pareja. Y aunque recuerda su fascinación por la ciudad, lo que más le quedó grabado a Sergio de esa experiencia es el clima que se vivía en uno de los sitios en los que más tiempo pasaron, la Facultad de Ciencias Sociales.
“Había una cosa muy encendida a nivel estudiantil, había una movida muy fuerte. De hecho, parte del Foro Cívico estaba muy en contacto con ellos, organizándose con los líderes de varios grupos estudiantiles que hacían distintas cosas. Por ejemplo, tres de ellos eran los que recibían a los extranjeros. No éramos los únicos, había muchos estudiantes extranjeros”.
El movimiento era tan intenso que a Sergio Faraudo le daba la sensación de encontrarse en una universidad tomada. Incluso recuerda un trayecto bastante largo que lo llevó a él y algunas otras personas a un lugar donde se encontraba una líder estudiantil llamada Hana, con la que pudieron hablar bastante de lo que representaba su movimiento. Pero más allá de esa anécdota puntual, considera que casi todos los encuentros que tuvo durante esa estadía implicaron para él un verdadero aprendizaje.
“Era enormemente culta esa juventud con la que me encontré: mis pares checos o checoslovacos eran muy cultos, pero no solo uno, la media era gente que se te arrimaba y, en primer lugar, hablaba idiomas: o te hablaban en inglés o te saltaban con el italiano o algo de francés. Segundo, cuando yo les decía que era argentino sabían dónde estaba, qué pasaba en el país, conocían lo que era la dictadura militar, todos elementos que demostraban tener una cultura y que no estaban mirándose el ombligo, era algo muy abierto al mundo”.
En busca del progreso
“La Revolución de Terciopelo no era algo a lo Trump, no era un modelo capitalista a ultranza”.
Sergio Faraudo
Ese mismo movimiento estudiantil claramente orientado al mundo occidental le daba, en su opinión, un verdadero marco conceptual a lo que estaba ocurriendo y, quizás más importante aún, a lo que estaba por ocurrir. De hecho, no deja de sorprenderle a Sergio Faraudo hasta qué punto el discurso del Foro Cívico se terminó plasmando luego en las decisiones del primer presidente Václav Havel. Sobre todo en lo que respecta a la idea de una sociedad que buscaba construir lazos muy fuertes de solidaridad. En otras palabras, él se anima a definir ese proyecto como una economía de mercado en pos del desarrollo y el progreso económico que realmente tenía la intención de que incluso las clases más bajas pudieran acceder a una mejor calidad de vida.
“Vengo de estar en Washington como observador político y el proyecto de la Revolución de Terciopelo no era algo a lo Trump, no era un modelo capitalista a ultranza superador de un Estado de Bienestar, no. Tampoco te puedo decir que hablaban del estado de bienestar en el sentido keynesiano, pero sí se hablaba de este concepto de cubrir las necesidades sociales y darle al pueblo lo que necesita para progresar. La palabra ‘progreso’ aparecía en el sentido de progreso económico y social y, luego, cuando miras a Havel te das cuenta de que él fue mucho por ese lado”.
Por otro lado, considera Faraudo que la intelectualidad de Václav Havel le permitió tener una sensibilidad casi inédita en el mundo de la política. En efecto, dice que recuerda como si fuera hoy que los dos grandes nombres que se mencionaban, por ese entonces, en los pasillos universitarios eran el de Havel y también el de Kundera.
“De hecho, yo lo pongo en la novela aunque cambiando el nombre porque pasó como un hecho real y fue muy fuerte: yo llevé a Praga tres ejemplares en francés de La insoportable levedad del ser y dos de La broma para poder regalar y recuerdo que, en un momento, se me caen del morral y entre las personas que estaban ahí, Jaslo los ve y se queda azorado, me ayudó a levantarlos del piso pero era como si estuviera tocando el costado de Cristo. La verdad que fue muy fuerte, y yo le regalo uno de los ejemplares y se larga a llorar y me dice: ‘Estos libros están prohibidos, no tenemos acceso a estos libros’; es decir que, aun desde el exilio, Kundera no dejaba de ser un personaje muy importante, al menos para la juventud universitaria”.
Agrega que en todas las manifestaciones que participó había indicios de represión y, al menos, enfrentamientos. Por otro lado, reconoce que el miedo se incrementaba por el hecho de no conocer la ciudad ni tampoco el idioma. De todas formas, lo que podía percibirse más allá de cualquier palabra era la sensación de hartazgo de la gente y su desesperación por acceder a un cambio. En su actual casa de Buenos Aires, Sergio Faraudo conserva un recuerdo muy tangible de aquellos días: un afiche en el que el Foro Cívico deseaba a cada familia amor y verdad.
“Se hace una pegatina en la que yo participo de estos afiches que fueron una provocación porque traían un mensaje del propio Foro Cívico, se pegaron por todo Praga y, a la madrugada, levantaron todos los afiches. Y como este había quedado en la facultad me lo llevé, lo enrollé y me lo puse en la espalda cuando hice todo el recorrido para salir hacia Budapest”.
Como apéndice de la novela de Sergio Faraudo puede leerse un repaso historiográfico que en el año 2005 él utilizó, a su vez, para realizar su tesis de maestría en Economía y Ciencias Políticas. El tema de aquel trabajo era el resurgimiento de las libertades perdidas del mundo postsoviético en relación a algunos conceptos de la influyente filósofa e historiadora Hannah Arendt.
Praga como epicentro de la creación
Aunque Sergio Faraudo volvió muchas veces a Europa, por algún motivo que ni siquiera él es capaz de explicar, jamás regresó a Praga. En todo caso, está convencido de que le gustaría hacerlo con sus hijos que ya son grandes y hasta se anima a decir que, muy probablemente, se anime a emprender ese viaje el año que viene. Pero él mismo se da cuenta de que es insólito que, hasta el momento, no haya vuelto a una ciudad que le dio tanto desde el punto de vista de la inspiración y la escritura, aun cuando en el medio pasara tanta agua bajo el puente.
“No recurrí a fuentes históricas, solo busqué en los recuerdos dentro mío”.
Sergio Faraudo
“Esto pasó, o sea, yo lo vivo en 1989 con veinticuatro años y recién escribo una primera página de lo que se transforma en la novela en el año 2014, es decir, veinticinco años después. Nunca se me había dado por escribir. Sé que algo disparó esto y fue la muerte de mi papá, pero es algo que conecté después y, al principio, se trataba de la vivencia de la pérdida de un ser querido y, desde ahí, empecé a encontrarme con un terreno fértil en lo vivido en el momento de Praga, y empiezo a recorrer esto de un grupo de amigos que se encuentran en París y así empezó a desarrollarse el concepto de novela y no recurrí a fuentes históricas, solo busqué en los recuerdos dentro mío”.
Esa primera página no tardó en atraer a las demás porque su novela Destino Praga, estación París salió ese mismo año 2014. En 2017 publicó una segunda parte y en 2019 estrenaron junto al dramaturgo Osvaldo Peluffo la adaptación teatral que en este 2024 ha vuelto a estar en cartel. En total, Sergio Faraudo lleva tres novelas escritas y ahora mismo está proyectando una cuarta. Y aunque las últimas ya no suceden en Praga, él mismo reconoce que los acontecimientos que vivió en esta ciudad durante la Revolución de Terciopelo marcaron el epicentro de su creación artística. Sin ir más lejos, asegura que no por casualidad en el circuito teatral se conoce a su obra como Destino Praga a secas.
Relacionado
-
Libros checos que deberías leer
Kafka, Čapek, Kundera, Havel: estos son nombres de escritores de fama mundial. ¿Pero qué pasa con los demás?