Kristina Uhlířová: “Aun en estado de guerra, las telenovelas latinoamericanas me daban seguridad”
Nacida en una región de la actual Serbia fundada por checos, Kristina Uhlířová empezó a aprender español mirando telenovelas latinoamericanas en medio del bombardeo de 1999 contra Yugoslavia. Desde los quince años vive en Chequia y en esta entrevista asegura que el español no solo es su principal sustento sino, sobre todo, su idioma favorito.
Aunque hoy vive en Třebechovice pod Orebem, la ciudad que tiene un célebre belén de madera y queda muy cerca de Hradec Králové, Kristina Uhlířová nació en Banato, una región serbia fundada por checos. Por otro lado, los primeros contactos de esta profesora de español con un idioma que convirtió en su principal sustento no fueron a través de manuales, libros ni diccionarios, sino, por el contrario, gracias a Kassandra, La usurpadora y Salomé, entre muchas otras telenovelas latinoamericanas.
“Cuando tenía siete años era muy popular ver las telenovelas latinoamericanas, así me enamoré del español, aunque no podía leer los subítulos pero escuchaba y, cuando llegué a los quince años a República Checa a estudiar en un instituto, tenía español como segunda lengua extranjera y me di cuenta de que entendía casi todo porque lo había escuchado antes y ese fue un impulso para decir esto es lo que quiero hacer, esto es lo que voy a estudiar”.
Agrega Kristina que hace unos doscientos años llegaron las primeras familias checas a Banato, esa región con una parte rumana y otra serbia en el que ella nació y que ellos fundaron, a partir de una iglesia y una escuela. No obstante, con el correr del tiempo y las generaciones, el idioma de los fundadores se fue perdiendo. Por ese motivo, el gobierno checo decidió enviar un profesor que, al darse cuenta del talento de Kristina, decidió ofrecerle una beca para estudiar en República Checa, país al que llegó siendo aún niña y sin la seguridad de sus padres.
“Era menor de edad, tenía quince años y entonces lo que hizo ese profesor fue encontrarme una familia en una ciudad cercana a Hradec Králové donde vivía los fines de semana porque durante la semana vivía en un convento cristiano de monjas porque nosotros somos cristianos y mis amigas de la escuela me ayudaron un montón, ellas estudiaban conmigo y luego se iban a su casa porque no podíamos quedarnos en ese internado y, entonces, durante los fines de semana, viví en casa de esa familia durante cuatro años”.
Realismo mágico
Cuenta Kristina que, al principio, ese cambio tan grande le costó mucho. No solo por estar lejos de su familia en una época en la que la comunicación virtual era menos frecuente, sino también por algunas diferencias culturales como la que notó al darse cuenta de que, en las ciudades checas, los negocios cerraban mucho más temprano. Hoy, sin embargo, está muy contenta con su vida y reconoce que esa fue la mejor decisión que ella y sus padres podrían haber tomado teniendo en cuenta que, por ese entonces, la vida en Serbia era muy difícil y el único refugio se lo daban, precisamente, las telenovelas latinoamericanas.
“A veces no había electricidad durante esos tres meses en los que bombardearon Serbia y a la gente le encantaban las telenovelas pero no las podían ver y usaban alguna parte del tractor para obtener electricidad y juntarnos en el pueblo para ver esa telenovela. Entonces fue algo mágico y yo todavía tengo muchos recuerdos muy vivos de mis siete años porque vivía en un estado de guerra, pero al mismo tiempo estaba bien porque tenía la seguridad de las telenovelas, el nucleo familiar y todo eso”.
“No existe en mi opinión otro idioma tan bonito como el español”.
De hecho, recuerda Kristina que cuando empezaron a sonar las primeras sirenas que anunciaban el bombardeo del 24 de marzo, a eso de las ocho de la noche, estaban viendo Esmeralda y, en ese preciso momento, tuvieron que esconderse. Ella considera que para una nena de siete años las telenovelas no eran quizás muy adecuadas, pero está convencida de que la ayudaban a abstraerse un poco de aquella situación, a tal punto que decidió hablar para siempre el español y mientras estudiaba filología en Liberec, y luego en Olomouc, se le ocurrió empezar a dar clases.
“Para mí el español es todo, lo vivo muy profundo, me encanta cuando lo hablo, cuando lo escucho, no existe en mi opinión otro idioma tan bonito como el español”.
Combatiendo el miedo a hablar
Cuenta Kristina que, al principio, comenzó a trabajar dando clases particulares con personas de distintos niveles, por lo que se vio obligada a preparar una gran cantidad de materiales. El año pasado empezó a concentrarse más en los alumnos principiantes y decidió ofrecer un curso para autodidactas que, de acuerdo a la velocidad y gusto de cada persona, puede durar entre tres y cuatro meses. Empieza desde cero, termina con el tiempo futuro y tiene como principal objetivo que el estudiante pueda comunicarse. En la actualidad, Kristina no da clases particulares sino grupales y afirma que todos sus alumnos son checos.
“Tengo muchas alumnas checas cuyo hijo o hija tiene alguna pareja que habla español y entonces necesitan comunicarse”.
“Son, sobre todo, mujeres de treinta, cuarenta y cincuenta años que quieren estudiar por placer, para viajar o, a veces, compran una casa en España y quieren saber algo o me viene pasando mucho que su hijo o hija tiene alguna pareja que habla español y necesitan comunicarse. Entonces, es sobre todo por placer, no tiene que ver con el trabajo y, por lo tanto, las clases son bastante relajadas, es un ambiente muy positivo”.
La idea es, por lo tanto, que los principiantes puedan dominar muy rápido la pronunciación y algunas formas de saludar y presentarse. En su opinión, esa etapa suele ser muy estimulante hasta que llega, por supuesto, la primera gran dificultad del idioma: la conjugación verbal. Para combatir esas primeras frustraciones, Kristina se preocupa por preparar clases muy dinámicas e interactivas con mucho material visual para estimular la memoria y mostrar el lado más atractivo del español.
“Mi página se llama Mluv španělsky, que significa habla español. Entonces, tengo un programa para que puedan hablar sin miedo porque ese es el mayor problema que tienen los checos: saben pero tienen tanto miedo de hablar como si todavía estuviese presente esa época del comunismo en la que había tanto miedo a los errores y, como muchas de esas mujeres se sienten inseguras, intentamos trabajar en eso”.
En ese sentido piensa Kristina que la sociedad serbia es quizás más parecida a la española porque las personas suelen ser bastante expresivas. Lo interesante es que ella misma siente, por momentos, que no se reconoce porque se está volviendo cada vez más checa por la influencia directa de su marido.
Best seller verbal
Luego de sumar experiencia con distintas modalidades de la enseñanza, Kristina logró vivir de sus clases y del material didáctico que ella misma elabora. Afirma que el producto más exitoso de su plataforma son las tarjetas con las conjugaciones verbales en pasado y en presente. Y explica que la idea de hacerlas surgió en una de sus clases grupales con diez mujeres de cuarenta años que se confundían bastante con las distintas personas verbales.
“Entonces estaba pensando cómo mejorar eso con algo visual porque, en los libros, a veces tienes la conjugación de un verbo y después de dos lecciones otro verbo y es como que todo se ve sin estructura. Estaba en una cafetería en Hradec Králové y se me ocurrió el diseño: un modelo para ver cómo se conjuga y luego otros verbos similares con otros colores, pero luego empecé a tener miedo porque era una inversión y qué pasa si nadie lo compra porque, además, tengo dos hijas muy pequeñas. Sin embargo, al final salió todo muy bien porque vendí unas cien cajas de tarjetas en dos días”.
Aunque le gusta dejar algo librado al misterio, sospecha que el éxito de esas tarjetas se debe a que son muy prácticas, pueden llevarse a cualquier lado y usarse en múltiples ocasiones. Lo cierto es que ese invento marcó un punto bisagra en el desarrollo docente de Kristina porque le permitió darse cuenta de que su trabajo gustaba y mucho. Y aunque siempre se hace tiempo para ir a visitar a su familia en Serbia, le encanta la combinación a la que la fue llevando tanto el destino como su propia búsqueda: encontrar en Chequia su hogar y en el idioma de aquellas telenovelas de su infancia un insuperable canal de expresión.