Kristýna Mlíková, la checa con cara de póquer y pasado español

Kristýna Mlíková

A los seis años se fue a vivir a España y, pese a las dificultades, logró establecerse y crecer en un entorno ajeno. Su primer novio le enseñó a jugar al póquer y, de a poco, se fue convirtiendo en una jugadora y comentarista profesional. En esta entrevista, Kristýna Mlíková nos cuenta por qué, después de tantos años, decidió patear el tablero y volver a su país de origen, donde empieza a hacerse conocida gracias a su participación en el exitoso reality show Zrádci (traidores). 

Jugadora y comentarista de póquer | Foto: archivo personal de Kristýna Mlíková

El fin de semana pasado, se despidió del exitoso reality show Zrádci (traidores) Kristýna Mlíková, una participante muy especial que, como parte de la estrategia durante el programa, contó que era azafata, pero en realidad es una jugadora profesional de póquer. Esa no es, sin embargo, la única sorpresa que depara esta rubia de veintiocho años: a pesar de ser, como ella misma dice, cien por cien checa, habla perfectamente el castellano porque vivió casi toda su vida en España.

“Mis padres son los dos checos, pero se separaron y mi madre conoció a mi padrastro que también es checo y cuando se casaron, yo entonces tendría cinco o seis años, se fueron de luna de miel a España y ahí visitaron a un amigo de mi padrastro y les encantó. Entonces dijeron que cuando yo terminara el curso escolar en República Checa nos mudaríamos a España”.

Sol de España  | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

Kristýna dice que se trató de una decisión totalmente impulsiva y espontánea. Ninguno de los dos tenía ofertas de trabajo ni hablaban tampoco una palabra de español. Sin embargo estaban tan fascinados con el clima mediterráneo que decidieron instalarse y abrir un bar en la ciudad de Salou, en la provincia de Tarragona, olvidándose de esas nubes que suelen permanecer en el cielo checo buena parte del año. Otro obstáculo importante fue que, en la escuela de Kristýna, les dijeron a sus padres que si ella no terminaba la primaria en el país no le reconocerían el checo como idioma materno.

“La terminé a distancia: yo estudiaba catalán en Cataluña con algunas clases de castellano y cada año me venía a República Checa a hacer exámenes anuales de todo el temario que habían dado de lengua checa, de historia y un montón de cosas que tenía que aprobar para pasar de curso junto con mi clase”.

¡Cállate, mocoso!

En España | Foto: archivo personal de Kristýna Mlíková

Al principio, las dificultades fueron tantas que hasta llegó a pedirle a su madre regresar a Chequia para vivir con su padre. Pero para eso faltaba aún mucho tiempo. Cuenta Kristýna que, a pesar de saber inglés desde muy chica, no quería hablar con nadie en ese idioma, a excepción de una compañera china nacida en Holanda que se convirtió en su primera amiga. En todo caso, recuerda que la comunicación era un gran problema porque como su colegio era catalán le exigían aprender primero ese idioma y esa presión la volvió introvertida. Al menos, hasta el momento en que pudo liberarse y decir su primera frase en español.

“‘¡Cállate, mocoso!’, se la dije a un niño que no dejaba de meterse conmigo, y yo me aprendí esa frase solo para decírsela a él y todos mis amigos empezaron a aplaudirme en plan ‘Kristýna, tú hablas, tú hablas’, sorprendidísimos, y, bueno, ahí me dije que ya no me iba a sentir mal si no pronunciaba bien algo en castellano o en catalán, o lo que hablase con mis amigos y empecé a hablar”.

En el amor y en el juego

Póquer de ases | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

Kristýna empezó a jugar al póquer más o menos a los dieciséis años, gracias a un primer novio con el que estuvo mucho tiempo y que, por ese entonces, estudiaba para ser piloto. Cuenta que como él tenía toda la intención de verla seguido, pero a la vez no quería dejar de jugar al póquer ni escuchar reclamos de sus amigos, se le ocurrió integrarla a su grupo y enseñarle a jugar: empezaron a ir a algunas partidas juntos y luego, desde los dieciocho, también al casino. Asegura que a ella no le resultó difícil jugar al póquer siendo mujer y considera que, al tratarse de un juego mental, no deberían hacerse diferencias entre ambos géneros. En todo caso,  reconoce que si no hay muchas jugadoras es porque las estrategias para convocarlas no suelen ser las mejores.

“Para atraer más mujeres al póquer se debería bajar la entrada de determinado torneo porque la mujer es más reacia a perder dinero”.
Kristýna Mlíková

“Para atraer a más mujeres no se deberían hacer torneos especiales solo para mujeres, lo que se debería hacer es bajar la entrada de determinado torneo para que vengan más mujeres porque el problema de la mujer es que es más reacia a perder dinero, no porque no quiera jugar sino porque no quiere perder ese dinero, con lo cual si quieres que jueguen las mujeres tienes que hacer torneos baratitos para que ellas se apunten”.

En su caso particular, si bien no tardó en experimentar cierto interés en el juego y todo lo que eso representa, tampoco se imaginaba en esos momentos que el póquer, entendido en un sentido muy amplio, se terminaría convirtiendo en un aspecto fundamental de su vida.

“Me dedico al póquer pero no solo a jugar: yo creo que si me dedicase solo a jugar me volvería loca”.
Kristýna Mlíková

“Yo juego al póquer y obviamente eso me da dinero pero también casteo las partidas de mesas televisadas de póquer, estrimeo póquer cuando juego y voy comentando; es decir, me dedico al póquer pero no solo a jugar. Yo creo que si me dedicase solo a jugar me volvería loca porque estuve unos años solo jugando y hasta sueñas con cartas. De hecho, cuando voy a un festival de póquer a jugar un torneo varios días te juro que te vuelves loco, y yo necesito en mi día a día hacer cosas, yo soy un culo inquieto, necesito hacer muchas cosas”.

Por otro lado asegura que esas actividades complementarias no solo la liberan de la obsesión sino que incluso benefician su propio juego porque si bien existe en el juego el factor suerte, también considera que hay un porcentaje muy alto de habilidad que se va puliendo con los años.

Horarios propios

Directa y sin ningún tipo de rodeos, Kristýna no duda en compartir en qué momento exacto se dio cuenta que debía tomar la decisión de dedicarse al póquer y abandonar, por lo tanto, trabajos estables, seguros y muy bien pagos como la subdirección de un hotel o el puesto de secretaria personal del CEO en una empresa multinacional.

Escalera real | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

“¿En qué momento te das cuenta? En el que vas una noche al casino y ganas más o igual de lo que ganas en todo el mes de estar ahí pringando en la oficina con gente que igual no te acaba de caer del todo o comiéndote marrones por cosas, mientras que aquí tú decides cuándo vas, cuándo no vas, cuándo te retiras y dependes de ti, eres tu propio jefe, el horario te lo pones tú”.

Si bien no niega que el corazón se le acelera un poco cada vez que recibe ases, explica que llega un punto en que la adrenalina ya no se siente porque una de las claves del póquer es aprender a controlar las emociones para que no afecten el juego y, por lo tanto, no la lleven a perder dinero. En ese sentido, dice que el póquer también la ayudó a no creérsela y relativizar los resultados: así como no es aconsejable enfadarse en cada derrota, tampoco debería producir tanta euforia cualquier victoria que puede ser más fruto de la suerte que del mérito propio. De todas formas, aclara que en sus streamings de Twitch no solo no esconde sus emociones sino que incluso las exalta porque, de lo contrario, el público se aburriría. Y en cuanto a la famosa expresión, indica que “cara de póquer” puede significar también sugerir una emoción opuesta a la que se tiene para intervenir en la decisión del oponente, algo que muchas personas intentan poner en práctica hablando durante la partida.

“O con las expresiones, ya sea siendo inexpresivo como hacen algunos o intentando mostrar que estás nervioso para que el otro se piense que no llevas nada y que no quieres que te pague. Entonces, lo de la cara de póquer, sí, pero no es en plan de que solo sea inexpresiva, también tienes que saber modificarla según te convenga”.

La que avisa no traiciona

Hace un año y medio que Kristýna decidió volver a vivir en Praga. Los motivos fueron varios y, entre ellos, la certeza de que la vida en su país había mejorado en múltiples aspectos. También le gusta que haya muchos más casinos para elegir porque la legislación de España solo permite uno cada cien kilómetros. No obstante, como casi toda su actividad en redes sociales está en castellano, cuenta Kristýna que se sorprendió mucho cuando la invitaron a hacer un casting para un nuevo reality show que llevaría el sugestivo nombre de Zrádci (Traidores). En todo caso, le pareció una buena forma de empezar a hacerse conocida en su propio país, luego de tantos años de vivir afuera. Participó en dos castings y así quedó seleccionada en ese formato que fue un éxito en España y al que ahora le está yendo muy bien en Chequia.

En el programa | Foto: archivo personal de Kristýna Mlíková

“Se trata de que cogen a veinticuatro personas y las llevan a un castillo donde no más llegar ya se cargan a una, nos hacen sentar en una mesa redonda donde nos tapan los ojos y ponen música para que no se escuche nada y el presentador va dando vueltas y quien le toca el hombro se convierte en traidor, pero tú no sabes cuántos son y nos quitamos las vendas para ver las primeras reacciones y los que no son traidores son fieles y entonces el juego consiste en lo siguiente: los traidores se tienen que reunir cada noche y decidir a qué fiel van a matar”.

Lo interesante es que tanto traidores como fieles hacen distintas pruebas y actividades de todo tipo para ir ganando dinero en común. En esos encuentros, tanto unos como otros deben cuidarse de no revelar demasiada información personal, exactamente como en el póquer. Cuenta Kristýna que el programa se grabó durante catorce días en el famoso castillo de Křivoklát. Lo increíble es que, cuando era ella chica, su abuela tenía una chalupa (casa de campo) muy cerca de esa zona. Por lo tanto, cada vez que ella viajaba a Chequia para rendir los exámenes pasaba las vacaciones ahí. Es decir que había visitado muchas veces antes ese mismo castillo que hoy conoce casi de memoria y que, después de tantos años, se convirtió para ella en un símbolo de su regreso al país.